Huellas para el barro, dejando marcas… (Hathor)

Dejado de contar cuánto tiempo pasaba allí. Me daba igual si pasaba un día o dos, inclusive habían pasado semanas, meses, y yo aún no me daba cuenta de todo el tiempo que llevaba en la Villa. Ya había perdido completamente mi objetivo de irme de allí y ahora me comportaba como si en verdad hubiese vivido toda mi vida allí y no solamente meses. Ya no me modificaba en nada el estar en la Villa o no.

Volví a mi lugar de inicio, donde todo había comenzado. Recordaba todo lo que había sucedido allí, mi primera transformación más que nada, el dolor que había sentido y cómo mi piel había sido sustituida por el pelaje de un animal, un felino… un lince. Por lo menos, había descubierto que podía transformarme a mi antojo y sin tener que volver a sentir la misma agonía que había sentido en un comienzo. Incluyendo eso, el lugar también me recordaba otras cosas.

Salté la vieja, desgastada y corroída verja que se interponía en mi camino para ingresar al bosque. Ya no estaban las botellas de ron que aquel sujeto había dejado tiradas en el suelo, me lo suponía. Sin embargo, las bombillas de colores continuaban allí como siempre y nunca se iban. Me preguntaba si rompía alguna esta iba a reponerse mágicamente apareciendo otra en su lugar o sería sin magia y simplemente quedarían los trozos de vidrio desperdigados por el barro.

Le di un puntapié a una y me decepcioné al ver que esta no se regeneraba ni aparecía una en su lugar. Había sido tan… común, que se había quedado rota. Los fragmentos de la bombilla quedaron desperdigados alrededor de lo que quedaba de esta. Suspiré y me di la vuelta, caminando para el lugar de donde había estado viniendo. Era como estar dando vueltas en círculos, nada más que yo estaba consciente de que lo estaba haciendo.

De vuelta a donde estaba la verja que separaba el bosque del resto de la Villa, vi a un hombre que se había embarrado las manos y luego se las había llevado a la boca. ¿Estaba comiendo barro? Contuve la risa mirándolo desde mi lugar. Él seguramente no me podía ver porque me encontraba oculta detrás de un árbol, ya que no me había acercado del todo al límite de los árboles. Sonreí de lado, pero continué manteniéndome en silencio y mirándolo.

De un momento a otro, lo perdí de vista, mas no dejé de sentirlo aún en el lugar. Sentía sus pasos al caminar y el ruido que produjo una masa de agua cuando algo impactó contra esta. También podía escuchar el ruido que producía el viento, mi respiración tranquila y también la suya, aunque ya un poco lejana.

Me reí levemente al imaginarme que había parecido un cerdito “revolcándose” en un charco de barro, aunque solamente habían sido sus manos y su boca, lo había parecido. Negué con la cabeza ante mis pensamientos y giré sobre mis talones para volver a comenzar a alejarme de la entrada.

Mientras daba mis pasos en completo silencio, seguía prestándole atención a todo lo que me rodeaba. El viento seguía golpeándose contra las cosas, hacía que algunas hojas se resbalasen de las ramas y se desprendiesen para comenzar a emprender su descenso lento, muy lento. También había algunas que simplemente se movían, pero sin llegar a despegarse de su lugar. El viento también impactaba sobre mi rostro, pero aquello no me molestaba en absoluto. Hacía que mis cabellos flotasen hacia mi derecha, por lo que con mi diestra lo aparté e intenté poner todo mi cabello junto hacia mi izquierda, sobre mi hombro, para que dejase de molestarme.

Pisadas. Comencé a sentir pisadas que se acercaban, pero no les presté mucha atención. Seguramente sería aquel otro hombre que estaba en el lugar, el que se había puesto a… ¿comer? O tomar barro, lo que me había causado mucha gracia. No tenía que darle importancia, Dejé de prestarle atención a sus pasos y continué fijándome en las demás cosas. Cerré los ojos para sentirlas mejor, sabía que aunque no estuviese viendo, igual no me golpearía contra nada, confiaba en mis sentidos, en que podría sentir todo y evitar algo que se me pusiese en el camino si así surgía.

¿Cuánto tiempo más estaré aquí?, me pregunté y, en ese mismo momento, escuché una voz que venía desde detrás de mí, a una buena distancia aún. ¿Flora? Abrí lentamente los ojos y miré a las plantas, árboles y alguna que otra flor de diversos tipos que había allí, a mí alrededor. ¿Estaba acaso fijándose en la vegetación que había en el bosque, entre los árboles y las lámparas? Pensé que era algo un poco… aburrido. Sí, debía de estarlo, quizá, para estar contando los distintos tipos de flora que allí había.

Pateé otra bombilla y volvió a pasar lo mismo que había sucedido antes. Esta se rompió, haciéndose añicos. Los cristales volvieron a caer sobre el suelo de tierra y resaltaban ante las otras luces, lo que hacía que se diferenciasen y se pudiesen notar que estaban allí, en vez de pasar completamente desapercibidas del sentido de la vista. Negué con la cabeza y dejé de mirar aquel lugar. Volví a retomar mi caminar sintiendo que aquella otra persona que había en el lugar cada vez estaba más cerca de mí. Le había dado la oportunidad de que cerrase espacio mientras me había detenido.

Sentí que algo me aprisionó mi mano y me obligó a detener mi andar. Me di la media vuelta y me encontré con la persona que había estado tomando barro. No pude evitar sonreír de una forma divertida y burlona a la vez cuando lo miré fijamente. Sin embargo, sus palabras me parecieron muy raras. No estaba alterada, por lo que no entendí por qué me estaba diciendo que estuviese tranquila. Pero no le hice caso, no necesitaba tranquilizarme en ningún sentido.

Abrí completamente los ojos cuando lo vi acercarse más de la cuenta e intenté alejarme, mas no pude, ya que continuaba reteniéndome de la mano. Lo obligué a soltarme cuando sentí que estaba clavando algo en mi cuello. ¿Clavando? Pero… ¿qué? Sentí que tenía sus labios pegados a mi cuello y un dolor terrible en aquel lugar. ¿Me había mordido? Y… perforado la piel con sus dientes. ¿Era un vampiro?

Le obligué a que se alejase de mí, empujándolo y lo esquivé cuando intentó limpiarme mi cuello. Llevé mi mano a la zona donde me había mordido y en mi rostro apareció una mirada de odio. No me importaba que se estuviese disculpando. ¿Por qué me había mordido? Esa era mi pregunta fundamental y lo que hacía que no pudiese perdonarlo.

-¿Por qué me muerdes?- le pregunté secamente, casi gruñéndole. Aquello me había molestado, y mucho. No todos los días alguien venía y te mordía así, de la nada. Además de que también influía el factor sorpresa que me había agarrado de la nada. Me alejé unos pasos de él.

Esperé a que me diese una explicación justa y precisa, sin dar muchas vueltas, pero lo único que obtuve como mi tan ansiada respuesta es que necesitaba alimentarse. Que forma tan curiosa de hacerlo, ¿no? Y lo había dicho como si cualquiera fuese mordiendo gente por las calles y bebiendo su sangre. Yo no lo hacía, y dudaba que la mayoría de las personas que, aunque no eran normales, lo seguían siendo, bebiesen también sangre. Está bien, comía carne cruda, pero no era lo mismo que beber ese líquido vital de color carmesí.

-Alimentarte…- repetí lo que había estado haciendo. Aquello lo había logrado descifrar sin que él me lo hubiese dicho antes, pero… una aclaración siempre podría venir bien, a pesar de que en ese momento no era lo más oportuno que él podría hacer, ya que no me había calmado en lo más mínimo-. Sabes que hay otras formas de alimentarte, ¿no?

Observé que retrocedieron algunos pasos, pero yo me quedé fija en mi lugar. Ni me acerqué, ni me alejé, no hice nada, ni siquiera moví algún músculo, solamente los que eran necesarios para respirar. Suspiré y lo miré fijamente. En ningún momento le había quitado la vista de encima, prefería no perderlo, por lo menos no mientras todavía existiese la posibilidad de que volviese a morderme. Debía evitar aquello. Aun así, no era necesario que lo mirase para enterarme de si se movía o no, tenía otras formas de informarme de sus movimientos.

-¿Por qué crees que no tienes la culpa?- enarqué una ceja. No era muy creíble aquello, ¿o es que tal vez estaba diciendo que había sido mi culpa que él me mordiese? Sonaba un poco, o muy, ilógico-. ¿Yo te obligué a que me mordieses? ¿Había carteles que me señalaban y decían que me mordieses?- mi cabeza se movió ligeramente en modo negativo-. No lo creo- sonreí ligeramente de lado.