::¿Qué ha sucedido?::/libre/

Emprendió la marcha de regreso a donde le dejara el vagón, necesitaba recuperar sus pertenencias después de haberse ausentado y perdido por ahí. Además, nunca sabía cuando el dinero podía ser un gran aliado, cuando requeriría más balas para su 9mm o simplemente cuando tendría ganas de un cambio de ropa.

Empezaba a odiar el exceso de luz en el pueblo, el haber caido en un trampa a causa de sus descuidos y el hecho de no haberle volado la cabeza al desgraciado que le entregara el foco que llevaba en el bolsillo derecho del pantalón, guardado para realizar pruebas con él e identificar al sujeto que tenía que asesinar con sus propias manos.

El traje se movía al compás de Hugh, un ritmo bastante violento y apresurado, un ritmo de un alma que lleva el diablo. Llevaba la pistola en la diestra, preparado para cualquier cosa; si Vlad le había mandado encerrar ahí, seguramente sus secuaces estarían planeando matarle a cualquier momento.

Se relamía constantemente, las ansias, la adrenalina no le dejaban en ningún instante; cada ruido parecía ser una nueva amenaza, cada respiro el último...

-¡Pero qué mierda!- exclamó apuntando a las sombras cuando un grito desgarrador le tensó casi por completo. Ni siquiera su toque irlandés había conseguido aminorar el tono de furia en su voz, el mismo que era acompañado por una pisca de temor y duda.

Avanzó lentamente, con el dedo preparado para tirar del gatillo en cualquier instante: no le daría el gusto a sus enemigos de verlo muerto sin poner resistencia, tampoco lo matarían como a un perro. Poco a poco vislumbró el vagón y la estación, ahora llena de pinterescos colores por doquier, aún con la niebla cubriéndolo todo.

-¿Quién eres, dónde estamos y qué haces aquí?- interrogó sin miramientos cuando se percató de que una mujer era la única persona en ese sitio. En su trabajo había aprendido a nunca dejarse guiar por las apariencias, y ese era el momento perfecto para poner en práctica sus enseñanzas.

El cañón de su arma apuntaba en dirección a donde debería estar la frente, un tiro limpio en caso de necesidad, una muerte más que pronto olvidaría.

Sintió una extraña comezón en el ojo, en el iris, como si éste cambiara de color. Omitió el asunto, no tenía tiempo para concentrarse en pequeñeses, tenía que mantenerse lo más sano posible, lo más íntegro, lo más...

Por la puta que me parió, ¿qué mierda hago? pensó un tanto frustrado, sin quitar la mirada de la mujer frente a él, de Anael. Fue en ese instante cuando se percató de que el único imbécil con arma era él, Hugh Pravus, quién todavía estaba sin saber si Vlad lo había conducido ahí o si simplemente estaba dormido. Ten precaución... pero deja de apuntar con una pistola a todo el que te topas, ese sería un gran comienzo, pistolero se exhortó con una voz bastante diferente a la suya.

-Lo lamento, Anael, me encontré con un asaltante hace un rayo, he visto gente extraña merodear y estoy un tanto...extraviado, sospecho que me he vuelto loco- murmuró Hugh guardando la 9mm en la parte posterior de su pantalón, no sin antes hacerla girar entre sus dedos al menos un par de ocasiones- Tenía el seguro puesto, dudo que alguien saliera lastimado- agregó recuperando el acento galante y seguro de siempre

Recurrió a fuerza sobrehumana para evitar desorbitar los ojos cuando oyó aquello sobre las bombillas. ¿Acaso ella también tenía una como la suya? Con la diestra frotó su nuca un segundo, cavilando las posibilidades de que semejante acto pudiese suceder... pocas, muy pocas... tendría que indagar más al respecto cuando el momento adecuado llegara, o lo propiciara.

Volvió a la conversación apenas escuchar la palabra maleta. Sí, ese era el asunto por el cual regresara al... vagón misterioso, el motivo para desandar el camino del cementerio hasta ahí. Plasmó una sonrisa sin dificultad alguna, dubitativo durante una fracción de minuto, situación bien oculta por su gesto parcialmente seductor y confiado.

-Sí, deben ser. He regresado por ellas, de hecho- contestó mientras andaba donde el vagón, tras lo que se detuvo y dijo- Me llamo Arnold, ¿y tú?- mintió, usando sus habilidades tan bien como de costumbre. En un negocio como el suyo, presentarse desde un inicio nunca era la mejor idea del mundo.

Entró en el vagón, poniendo atención al exterior, buscando y encontrando sus pertenencias. Se tomó unos instantes en revisar si todo se encontraba en orden, sintiéndose alegre por volver a tocar los deliciosos billetes europeos que llevaba consigo en una de sus valijas.

Espero que te sirvan de algo, pistolero. Sino, terminarás haciendo una fogata o limpiándote el trasero con ellos le espetó una voz socarrona en su mente

-Cállate, maldita sea- murmuró Hugh apenas para sí mismo, cerrando sus maletas para cargarlas en ambas manos acto seguido.

Una vez fuera, encontró que tenía dos asuntos importantes que tratar: el primero, hayar una salida; el segundo, mantenerse vivo.

-¿Tienes alguna idea de dónde está la próxima estación, aeropuerto o cosa semejante?- preguntó Hugh a la chica, empleando un tono amable y bastante irlandés.

Todo le parecía tan misteriosamente extraño... ningún tren, un solo vagón, una ciudad llena de luces extrañas, y no, no eran Objetos Voladores No Identificados. Por lo menos se sintió algo mejor, ya tenía el dinero, su ropa y los cargadores para la 9mm, cosa que, sin lugar a dudas, le ofrecía mayor seguridad de forma relativa.

Anael, peculiar y agradable nombre, muy diferente al de aquella molesta Liv... Olvidó el asunto y prosiguió con el presente, fijándose en un detalle bastante interesante: ¿cómo era posible que Anael sugiriera que ambos buscasen un lugar seguro dado que acababa de apuntarle con su arma? Entonces se dio cuenta de que era la segunda vez que preguntaba su nombre... estaba perdiendo la razón y las facultades mentales a la vez, cosa muy terrible.

Saca provecho, si se presenta una situación peligrosa y te vienen a buscar los hombres de Vlad, ella será un buen escudo humano escuchó en su cabeza mientras miraba al cielo, observando la silueta de su padre... deformada, con los ojos cerca de la boca y la nariz casi en la frente. Hizo una mueca de asco y se obligó a mirar el frente.

-De acuerdo, sería una buena idea. Andando, supongo que entre más luz veamos nos acercaremos al centro de... la ciudad, o villa, o pueblo, o cualquier cosa que sea esto- dijo Hugh con un ligero matiz de confusión en sus palabras, emprendiendo la marcha sin un rumbo particular, esperando que todo fuese a salir bien- ¿De dónde eres?- añadió de pronto para no caer en el abismo del silencio... aunque sus sentidos estaban más que centrados en cuidarse del entorno.

Oculta... Información, oculta... Pequeña curiosa... No la mates... Aún

Voces, las voces le aconsejaban, las voces le guiaban lo mejor posible. Se vio inmerso, inconscientemente, en sus pensamientos, apenas distinguiendo las enormes sombras de los árboles, las sombras que se proyectaban por la iluminación que parecía incrementarse hacia el lado opuesto al que caminaba como en un sueño.

Se frenó de pronto, apenas oyó a Anael alejarse en dirección contraria. Giró sobre sí y reemprendió la marcha, calmado, relajado, mientras las palabras parecían fluir de nuevo. ¿Cómo era que un momento sabía bien lo que hacía y al siguiente las tinieblas de la demencia le arrebataban el juicio? Ya tendría que averiguarlo a su momento.

-Acababa de tomar el tren en Dresde y me dirigía a Estambul- mintió con plena facilidad- Hace mucho tenía ganas de ver el esplendor del imperio otomano, pero la vida me lo había imposibilitado hasta estas fechas ¿Qué estudias, Anael?- concluyó mientras sus pasos silenciosos le conducían detrás de la chica.

Sintió las molestias de la herida que pesaba sobre él, empezando a cojear un poco sin percatarse de ello en su totalidad. Temporalmente estaba más ocupado pensando en llegar a dejar su equipaje... después, después se tendría tiempo para el resto del mundo.

No obstante, sospechó que la suerte le sonreía de cierto modo: si Anael estudiaba medicina entonces tal vez podría echarle un vistazo a la herida en su pierna. Dibujó una sonrisa en sus labios mientras pensaba su siguiente farsa.

Mata a la doctora cuando termines... Sospechará...mátala...

-Bueno, soy ingeniero, trabajo innovando un poco en donde me lo piden- dijo finalmente Hugh, una vez consiguió aminorar la voz tan fuerte que deseaba asesinar a Anael- Dígame, doctora, ¿sabe qué cuidados se le debe dar a una herida de bala?- inquirió medio en broma, medio en serio, esperando iniciar su plan con ello.

Exhibió una sonrisa ante tan oportuna respuesta, al menos para él. Finalmente las calamidades y pérdidas de tiempo parecían cesar.... por lo menos de forma temporal. Se mantuvo callado un par de segundos mientras las voces le ordenaban decapitar a Anael para posteriormente colgar su cuerpo en un árbol... en un roble. Desde luego, Hugh tenía otras ideas en mente que no involucraban asesinatos.... por el momento.

-¿Te molestaría entonces echar un vistazo?- inquirió mientras se detenía y respiraba hondo- La chica que me asaltó tenía un arma y me llevé un poco de plomo en la pierna como regalo. Creo que entró y salió pero nunca está de más consultar a alguien más conocedor- finalizó Hugh, cuya mirada trataba de ser lo más convincente posible respecto a la condición tan deplorable que alegaba poseer.

Se detuvo por completo finalmente, esperando que ella accediera, con una mano esperando levantar el pantalón y asi enseñarle el agujero de bala. Apretó los dientes un tanto, como si sintiera molestias justo en ese instante y echó un vistazo al horizonte, esperando que el hotel más cercano no estuviera demasiado lejos.... lo último que deseaba era tener que emprender una caminata de horas enteras cojeando

Cuando Anael aceptó, Hugh levantó de inmediato la zona de su pantalón que cubría la herida ubicada casi a la mitad de su pierna, cerca de la rodilla. Trajó a su mente a Liv, la chiflada electrica que pretendía manipular como arma en sus fines; si volvía a Irlanda con alguien así seguramente su poder e influencia se incrementarían...

-Te debo una después de esto, Anael- dijo el irlandés a manera de agradecimiento, pensando que le pagaría el favor no matándola a corto plazo. Al final, tener una doctora cerca, o al menos conocida, podía resultar de mucha y valiosa ayuda.

Esperó un tiempo pertinente a que Anael hiciera lo suyo, mirando con detenimiento los alrededores, esperando poder tomar un buen trago de alcohol apenas lograra alcanzar un hotel, o por lo menos ver una película en un reproductor de blue ray. ¿Cuándo saldría de ahí? Lo más pronto posible sin duda alguna...

-¿No moriré, cierto?- inquirió a manera de broma Hugh mientras miraba a Anael.

Esbosó una sonrisa al saber que no debía nada.... entonces, ¿podía matarla en ese instante sin mayores preámbulos y dejar su cuerpo en las cercanías? Tal vez, pero no era su estilo, además, todavía no conocía a nadie, necesitaba un poco de tiempo antes de operar como de costumbre.... o adaptarse a las formas de la localidad en que estaría mientras pensaba como volver a Irlanda y matar a Vlad.

La voz de Anael sonó algo distante, parecía concentrada en lo que hacía, una profesional tal vez. Menos mal, viviría para contar la historia y entrar a un maldito bar a beber algo de alcohol antes que la demencia terminara por asesinarle de una forma nada agradable.

Súbitamente sintió como si la hérida dejara de molestarle un poco, como si empezara a recuperarse a velocidad vertiginosa, como en X-Men, cuando Wolverine era capaz de curarse en cuestión de minutos. Sin embargo, cuando Anael retrocedió, ese efecto cesó al instante. ¿Qué había sido eso? Estaba volviéndose loco, era un hecho, más después de encontrarse con la desquiciada de Liv.

-Eso fue raro...demasiado raro quizás, ¿no es así?-murmuró al fin Hugh, mirando un instanten a Anael.

Atribuirle el suceso completamente a Anael podría haber sido un error quizás una fantasía extraída de un filme. Pero, era cierto, el efecto sólo había durado mientras ella tocara su piel. Tenía que hacerla probar de nuevo, tal vez así podría confirmar si existía alguna relación entre Anael. Dibujó una peculiar sonrisa ante las palabras de su acompañante y doctora, ladeando la cabeza de un lado a otro por un segundo.

-¿Quieres tratar de nuevo? Presiento que tienes algo que ver con la súbita sanación de mi herida- murmuró algo entrenido Hugh, echando un vistazo al sitio en que antes hubiese una horrenda herida de bala.