intenta no desesperar... (hathor)

Mi pata tocó la superficie del agua cristalina que formaba una masa uniforme que se cernía sobre una extensión indefinida de suelo de tierra que seguramente recorría unos cuantos kilómetros. Árboles se mantenían de pie alrededor, un lugar de lo más atrayente y más cuando estaba mostrando mi apariencia de un animal salvaje. Aun no me acostumbraba a esto y dudaba que lo fuese a hacer hasta dentro de un tiempo que no creía que fuese muy pronto, pero ya lo haría, no lo dudaba.

Mi pelaje color marrón se encontraba completamente lleno de agua, así que sacudí mi cuerpo y desprendí gotas de agua que salpicaron al suelo, mojándolo un poco, casi inexistentemente. Me acosté en el suelo, mirando el efecto que podría el sol sobre el follaje de los árboles y el pasto que producía que brillase un poco. Todo tan tranquilo, me dije a mi misma, viendo el agua correr y mi reflejo en esta cuando me puse de pie para mirar.

Me alejé rápidamente cuando sentí un ruido que provenía del costado, mirando de reojo para ver como un hombre que era algo –aunque cualquier cosa me parecía alta si estaba como un lince–, de cuerpo grande y no pude distinguir mucho más porque me alejé rápido para esconderme entre los árboles y observarlo desde allí.

Dejé de ser un animal, dejando que mi piel apareciese en el lugar del pelaje suave y brilloso que poseía. Había podido darme cuenta que no era ya como la primera vez y que podía manejarme a mi antojo como un animal. Busqué mi ropa que la había dejado cerca y me vestí rápidamente para volver a mirar a aquel ser que se encontraba metido dentro del río sin que la corriente del agua le afectase mucho.

Salí de entre los árboles y me trepé con agilidad a una de las ramas, sentándome allí y observando que era lo que estaba haciendo. En una de sus manos sostenía un cuchillo y veía su propia sangre ser derramada mezclándose con el agua, regalándole su tono rojizo a causa del hierro.

Sonreí de lado y me quedé mirándolo a él y a la sangre que caía con cada nuevo corte ocasionado en su piel. No pensaba detenerlo ni interponerme en lo que estaba haciendo, era más divertido de esa manera, además de que no era alguien conocido como para querer hacerlo.

Le seguí mirando por el lapso de algunos minutos escasos. Las franjas rojas de donde salía sangre desaparecieron y dejaron de teñir el agua que se encontraba alrededor de aquel hombre, el río. Mi vista se dirigió hacia otra parte mientras me comenzaba a hacer preguntas de vuelta. ¿Cómo es que se había recuperado tan rápido cuando hace tan solo segundos no dejaba de sangrar? Aquello debería de ser uno de los misterios que había en aquella villa, seguramente.

Volví lentamente mi vista hacia él cuando habló dirigiéndose a mí, mas retiré la vista rápidamente. Se encontraba sin camisa, lo que me incomodaba un poco, además de que creía que no era de muy buena educación –ya que hablábamos de la educación– mirarlo fijo si se encontraba vestido de aquella forma. De cualquier manera, volví mi vista hacia él, pero mirándole nada más a la cara –o lo que me permitía mi vista a la altura evitando su torso–.

-No creo poder darte una buena conversación y tampoco estaba pensando que pudieses lastimarme. Aun así, puedes intentarlo si quieres- le respondí, si quería hablar, no creía poder evitarlo. Fijé mí vista en otro árbol mientras se lo decía por unos escasos minutos, distraída, pero volví a mirarlo-. ¿Cómo te llamas?- le sonreí. Sería bueno saber el nombre de alguien que podía curarse solo. ¿Yo también podré?, me pregunté. No lo creía así.

Agradecí que se pusiese algo encima y volví mi vista hacia él, ahora sin razón para retirarla. Gabriel…, repetí en mi mente. Si mal no recordaba, también era el nombre de algún ángel o de alguno de esos bichos -en verdad humanos- con alas emplumadas y bastantes grandes según se mostraban siempre en ilustraciones que había visto al pasar páginas y páginas de libros en mis momentos ociosos.

-Sí, eso es lo que observé- le sonreí-, y me pregunto si yo podré hacer lo mismo que tú- miré mis manos e hice una mueca. Mejor ni intentar hacerlo por mi cuenta, si surgía por accidente entonces me quejaría. Mientras tanto, nada. Cerré mi mano y mi vista volvió a dirigirse a aquel hombre que había continuado hablando mientras me había concentrado en mirar mi mano.

¿Me había dicho superpoderes? Yo no los veía como tal. ¿Quizá una desgracia o una maldición? Aunque también podía ser un castigo, a pesar de que no sabía las razones por las que pudiese serlo ni quién lo hubiese hecho. Me resigné. Tal vez lo mejor sería no darle muchas más vueltas al asunto y dejar que se desarrollase solo para mostrarse ante mi cuando estuviese más formado.

-No sé muy bien a qué le llames “superpoderes” ni tampoco creo que lo sean. No poseo las mismas habilidades de sanar como tú, ni siquiera por casualidad, pero si otras que he ido experimentando- me encogí de hombros. ¿No lo era, pero al mismo tiempo lo era? Ya ni yo lo tenía muy claro eso-. ¿Cuidador? ¿Qué es lo que cuidas?- le pregunté con un poco de interés. Allí no era la única que quería seguir averiguando cosas sobre el lugar y quería dejarlo también un poco claro para que no se notase que era indiferente con respecto a ciertos aspectos.

¿Bombilla de color celeste? No, la mía había sido verde, podía recordarlo perfectamente. ¿La forma en la que nos desarrollábamos era según el color? Entonces eso podía significar que si las bombillas poseían el mismo color esas personas tenían las mismas características, ¿no? Ya comenzaba a entenderlo un poco mejor. Y al parecer él también estaba intentando averiguar cosas sobre ese tema.

Sí, pensaba lo mismo que él. Aquello era una locura, quizá todo esto era un sueño que había salido de la cabeza de un loco y que nos estaba haciendo participe de él sin que nosotros hubiésemos decidido formar parte de aquello. No todos podían aceptarlo, quizá los que escapaban de algo si, pero aquel no era mi caso y aun tenía el deseo de poder regresar a casa cuando pasase un tren que fuese de regreso a Inglaterra, a mi casa.

-¿Almas oscuras?- repetí lo que había dicho. Se estaba refiriendo a las personas que hacían el mal, ¿no? ¿O quizá también tenía algo que ver con el color de las bombillas? Todo era la culpa de ellas, aunque sonase un tanto extraño-. Creo que no tiene solo un método para retenerlos a ellos solos, ¿o a nosotros no nos lo está haciendo también?- le pregunté. Nos retenía a todos, no solo a aquellos “oscuros”-. Soy un animal- le respondí encogiéndome de hombros como si no fuese algo muy importante-, la bombilla que me dieron fue una verde- ¿y qué tenía que ver el verde con los animales? ¿Tal vez que vivían rodeados de la naturaleza? Eso era lo único que podía comprender, quizá, pero muy poco.