Sin pausa y con prisa (Gabriel)

Tenía que encontrarme con un mandado de Marcus frente al café de la avenida diagonal, pero lo único que encontré una vez llegué allí, fue una cavina de teléfonos que sonó en cuando me acerqué a ella después de haberme paseado la calle durante diez minutos de espera. Creyendo que no aparecería y confundido por la llamada, cogí el teléfono y pregunté quién era. Su única respuesta fue "Huye. Te están vigilando", y luego la señal del corte de línea. Mis sentidos se alteraron en aquel momento, pero aún así, colgué lentamente el celular y miré a mi alrededor disimuladamente. Justo antes de ponerme en marcha para desaparecer de allí, vi un tipo con gafas de sol dentro de un coche, el cuál se llevaba todas las papeletas de policía vestido de paisano. Un camión pasó justo en ese momento por la amplia carretera que nos separaba, y cuando el sospechoso volvió a tener visión de mi paradero, yo ya no estaba.

Arranqué el motor del coche a prisa, lanzando miradas furtivas hacia el cristal trasero del auto por si veía aparecer el maldito coche del poli. Cuando ya estuve en marcha, evité parar en cualquier semáforo para no disminuir la gran velocidad que cogí, esquivando todo coche que se me ponía por delante. Cuando llegué a la estación de trenes, dejé el automóvil abandonado casi en medio de la entrada y fui a paso rápido directo a las andanas. Saqué de mi bolsillo el billete que me había facilitado los mismos que me habían ayudado a salir de la cárcel, destino California. Allí al menos podría sentirme un poco más seguro después de la ansiedad que sufrí en todo el viaje de Francia a Norteamerica. Una vez me mezclé entre toda la gente que eperaba la llegada del tren, volví a respirar con normalidad y me pegué a una de las columnas de la estación, donde tuve una buena visión de todo mi alrededor. No tardó en avisar el interlocutor de la llegada del tren, que ya se oía llegar. Como también oí en ese momento alguien hablando a través de un walkie-talkie junto a mí, comentando de un sospechoso que estaba en aquella misma estación, vestido con chaqueta negra de cuero desgastado. Bajé ligeramente la mirada a mi atuendo, casualmente idéntico al que describía, y sin pensarlo dos veces, me aparté del guardia de seguridad, directo al tren que ya frenaba.

- Eh, espere... ¡Usted!

No tuve ni siquiera que girarme para saber que se refería a mí el guardia de seguridad, pero, visto que una abalancha de gente que salía del tren impedía la entrada a él, tuve que plantarle cara. Y entonces vi la pistola de electricidad con la que amenazaba sacar del cinturón. No sé qué más me dijo mientras se acercaba peligrosamente a mí, pero yo tenía claro que no iba esperar a ver lo que ocurría luego con aquella descarga. Más rápido que nadie, me acerqué a él con paso decidido hasta quedar a menos de medio metro de él, y clavando en su barrigudo pecho el cañón de mi silenciador, sin apenas ser visto el arma, disparé con un silencio mortal. Lo cogí del brazo para que no cayese mientras su vida se desvanecía, y cuando tuve asegurada la entrada al tren, lo dejé sentado junto en un rincón sin que nadie se inmutase siquiera, pues en aquel momento el andén estaba repleto de gente y jaleo. Solo las cámaras lo captaron, y cuando me quise dar cuenta, el tren estaba a punto de marchar. Ser disimulado tenía sus inconvenientes. Aparté a un par de mi camino y entré por los pelos en el séptimo vagón, aún guardándome el arma. De nuevo, los pasajeros ni se inmutaron después de un indiferente vistazo al recién llegado, así que con una sonrisita de disculpa, me senté en uno de aquellos sillones de clase alta. No había sido tan mala idea entrar con retraso... O eso creía.

Había salido recientemente de prisión y cualquier cosa fuera de lo común me parecía extraordinaria. Así fue como en una cafetería cerca de la estación comencé tranquilamente a desayunar fijándome detenidamente en los pequeños detalles del local. Era un sitio un tanto estrambótico para mi gusto pero la verdad es que no estaba del todo mal, el café como no sublime y el cruasán...sin palabras.

Mire fijamente mi taza pensando en lo que me encontraría al volver; fue acusado de tráfico de drogas y con mi historial de problemas…La verdad sea dicha, creo que mi hermano pudo hacer bastante más por mí para sacarme del apuro, pero quería darme un lección seguramente…Maldito, sangre de mi sangre, encima me manda una carta diciéndome que me invita a su fiesta de compromiso, el muy…después de todo.

Suspire un tanto aletargado por la situación que se avecinaba, la verdad es que mi familia no confiaba del mismo modo en mi desde que me encarcelaron, mi madre, la pobre, solo pudo venir unas 3 veces y mi hermano escasamente 1 o 2.

Me levante a desgana con mi maleta y entonces me fije que allí sobre ella había un gato negro precioso con los ojos amarillo que me miraba fijamente, la verdad es que me pareció muy mono, así que le acaricie y comenzó a ronronea. Me fije que no tenía collar, andaba mal nutrido y con poco brillo en el pelaje, supuse que estaba abandonado.

Fui a la tienda más cercana y le compre unas latas de conserva felina, le abrí una y se la comió en un santitamente; sonreí para mis adentro tenia a alguien que al menos no ocultaba sus intenciones, me quería por la comida.

Llegue a la estación tranquilamente y me subí a un vagón, el revisor me indico que tenía que llevar a la mascota ataca o en alguna jaula especial; al final con mucha labia para convencerle me permitió llevarla en brazos así que me dispuse ir donde me indico el revisor, al vagón 7 al parecer uno de lujo.

El tren ya se movía cuando llegue entonces comencé a buscar un sitio donde ponerme al parecer todos estaban ocupados…Al final, decidí sentarme con alguien pues no veía ninguno libre me acerque y me senté, mire al individuo y cuál fue mi sorpresa…

-¿Gael? Te creía en la cárcel…aun…

Mi sorpresa no era infundada, me acababa de encontrar con el único amigo que había hecho en prisión mi compañero de celda Gael Di Salvo, un matón profesional…sin duda.

No pasaron ni cinco minutos del arranque del tren, que un tipo alto con un gato en sus brazos se sentó junto a mí. Cuando empezaba a pensar que no podría haberme tocado otro al lado que un aficionado a recoger gatos callejeros que olían un poco raro, el tipo me habló. Me giré hacia él, extrañado, y entonces lo reconocí. Primero con un gesto de sorpresa y luego con una amplia sonrisa de bienvenido reencuentro. Y en ese momento mi mente se llenó de recuerdos, de momentos que había pasado con Gabriel en la cárcel. Quizás habíamos tenido un comienzo difícil, pero enseguida lo supe identificar como un buen tipo, de esos que ya escasean. Del que te puedes fiar al cien por cien. Claro que ni aún así pondría en sus manos mi vida, pero aquello ya era una manía mía. El caso es que me puse en pie y le abracé efusivamente, dándole unas palmadas en la espalda para luego mirarle de arriba a abajo, aún desconcertado por encontrarlo allí. En cuanto nos sentamos, respondí a su pregunta con un cambio rápido de tema.

- Y yo te creía con un perro como mascota antes que con un gato. Ya ves tú que sorpresas nos depara la vida.- le comenté aún alegre por su encuentro.- No, ahora en serio. Ya sabes que tengo mis contactos, así que al final pude rebajar la pena a año y medio, así que salí justo detrás de tí. Y aquí me tienes, directo a California. Y tú ¿qué? ¿Ya te decidiste a ir a ver a tu hermano?

Abre a mi amigo y compañero de “habitación” durante ese último año mientras nos volvíamos a acomodar. Eran un gran tipo pese a ser…bueno, un asesino; aun que más de una vez el me dijo que no lo hacía por gusto ni mucho menos, era su trabajo y como buen trabajador lo cumplía y mejor si era eficiente.

Me senté enfrente de Gael y me relaje mientras deje al gato en el saliente de mi derecha; eche un vistazo por la ventana después le mire tranquilamente.

-Tus contactos ¿no...? –Sonreí- ya imagino que clase de contactos son y como han rebajado tu condena...Esa condena imposible de bajar.

Le hice un gesto con la mano tocándome el cuello como hacíamos en la cárcel para decirnos cosas sin hablar, sobretodo temas de la mafia y ese era una de las señales. Mientras esperaba su respuesta le hable de mi hermano.

-Pues sí, voy a verle, por fin…la verdad es que no me apetece nada, después de todo lo sucedido, realmente me escarmentó si era su intención o quizás me quería lejos…a saber, pero ahora me desconcierta que me invite-sonreí de nuevo- será que soy una persona muy rencorosa y creo que todo el mundo es así…

Le miré de soslayo mientras me hablaba y yo me encendía un cigarrillo, arqueando una ceja al escuchar como comentaba con una ironía casi obvia lo ocurrido con mi tema. Dirigí una mirada de reojo a los presentes más cercanos por si alguno hacia algún gesto que delatase entender las palabras en "clave" de mi compañero. Pero no fue así, así que me acomodé en mi asiento y le ofrecí con un gesto un cigarro del paquete que aún no había guardado.

- No hay nada imposible en mi mundo.

Con una sonrisa torcida, seguí escuchando a Gabriel, que ahora me contaba sus problemas con el hermano. A ambos nos había tocado tener una familia complicada, o más bien, un hermano mayor puñetero. Aguanté a atender a su explicación, ahogando más de un comentario malsonante contra su familiar que más bien dirigía hacia el mío propio. Aún así, no me corté cuando le di mi punto de vista.

- ¿No sabes el dicho? Piensa mal y acertarás. Siento decir esto, pero tu hermano fue un prejuicioso de mierda. Si hasta te creí yo antes que él mismo cuando aseguraste que las drogas no eran tuyas! Y ni siquiera te conocía tanto como él, ¿a que no?- le espeté mirándole directamente.- Ese tío no se merece llevar tu sangre, y punto. Debería agradecerte asistir a su maldito casamiento.

Terminé diciendo con un gesto de desprecio y volviendo a mirar al frente para darle una calada al cigarro. En ese momento caí en la cuenta de que hablabamos demasiado alto, y sabiendo lo que había dejado en la estación, no era aconsejable llamar la atención, y menos con mi descripción a conocimiento de los guardias de seguridad. Sin pensarlo dos veces, me puse en pie y sin girarme siquiera hacia él, le dejé un mensaje antes de irme por el pasillo.

- Ahora vuelvo. No tardaré.

Le mire fijamente unos segundos, realmente si, el confió en mi y se lo tenía realmente en cuenta y seguramente sus palabras tenían mucho sentido, pero después de todo yo me seguía sintiendo un poco culpable por perder la confianza de mi familia, quizás sino hubiese llevado una juventud tan…apasionada. Demasiados problemas en mi pasado como para camuflarlos, el problema es que no me arrepentía realmente de haber sido un vándalo ni mucho menos, era mis ideales y los seguiría hasta el final donde me llevasen, pese a que ahora con el tiempo me di cuenta que no eran los más acertados ni en ese momento ni para mi edad.

Desde siempre me he sentido como encerrado en mi propio cuerpo sin poder expresarme de una manera concreta, intentado gritar con el alma llamando la atención sin tener respuesta. Esos actos vandálicos la punta del iceberg que es mi subconsciente, yo quiero más, sentirme poderoso y capaz en todos los aspectos…Quizás estudiar filosofía será por eso mismo, conocer las grandes mentes y nutrirme de su sabiduría para sentirme poderoso aun que sea intelectualmente. Sonreí pues acababa de recordar que también aprendí artes marciales por ese motivo, la verdad es que mi vida era un tanto simple.

Suspire y mire el reloj del vagón, hacia más de 20 min que Gael se había marchado y no volvió, así que me propuse mirar donde estaba, quizás estuviese en un lio, conociéndole.

Avance lentamente por el pasillo en su busca hasta que lo encontré saliendo del baño con una cazadora nueva que a saber de dónde la había sacado, entrecerré los ojos al verle.

-¿de compras?

Murmure con una ligera sonrisa mientras volvíamos a nuestros asientos…

Fui directo al vagón siguiente para no llamar más la atención en aquel, pero cuando mis planes iban destinados a buscar en el compartimento de las maletas algo que pudiese servirme para quitar esa descripción del punto de mira de los policias hacia mí, vi un tipo entrar en los baños. Tendría sus cincuenta y tantos, pero iba vestido como un hombre veinte años más joven. Me lo pensé un segundo antes de acceder a mi nuevo plan, porque el tipo no es que fuese un cualquiera, y tenía una constitución musculosa para su edad. Antes de que se cerrase del todo la puerta del baño, puse la mano entre medias y paré el recorrido suavemente, sin que se oyese siquiera. Con una última mirada al exterior, entré en el lavabo sin que nadie me viese, y me encontre al tipo dándome la espalda, frente al espejo. Cerré rápidamente la puerta y el hombre me vio a través del reflejo. Se giró rápidamente y le esperé con un fuerte puñetazo en la mandíbula. Antes de que cayese hacia atrás por el impulso del golpe, le tapé la boca para que no soltase ningún gruñido, y en cuando quedó sentado en el váter, le di otro fuerte puñetazo en la mandíbula, de modo que no le dejase un golpe muy feo. Pero antes de que me lo viese venir, éste me lanzó con una patada en el estómago hacia atrás, golpeándome la espalda contra la puerta del baño. Vale... No había sido mi mejor idea buscar look nuevo prestado de alguien que lo llevaba encima. Pero hora no había vuelta atrás. Me lancé de nuevo contra él, y cogiéndole con fuerza del cuello, conseguí abrir el váter y meter su cabeza dentro de él hasta enterrar su rostro en el agua, sujetándolo hasta que dejó de intentar zafarse de mi. Lo saqué cuando lo di como suficiente, y rápidamente, le quité la cazadora y me la puse, dejándole la mía tirada junto a él. Antes de salir, me miré en el espejo y para mi sorpresa, me vi una pequeña herida en el labio. ¿Cómo narices...? Recogí el cigarrillo del mármol donde lo había dejado nada más entrar, y sin querer esperar más, salí de allí cerrando tras de mí y me encontré de frente a Gabriel. Me costó un segundo reaccionar, pero en seguida le dediqué una media sonrisa que significaba un "¿Qué haces aquí?". Y entonces escuché uno de los que venían siendo, sus típicos comentarios irónicos.

- Más bien de rebajas.

Comenté con el sentido oculto de casi haberme matado con aquel tipo por conseguir la prenda. La próxima vez me lo pensaría mejor... Llegamos junto a los asientos mientras me pasaba un dedo por el labio herido y me quitaba la sangre antes de ponerme frente a Gabriel de nuevo. Nos sentamos y le di otra calada al cigarrillo, placentera.

- ¿Sigues queriendo asistir a la fiesta?

Me senté frente a mi amigo mientras vi como seguía fumando como la chimenea que era, tenía una pequeña herida en el labio, conociéndolo si le preguntaba porque era me soltaría alguna tontería o algún comentario gracioso para disuadirme a preguntar, como siempre hacia. Si estuviésemos en la cárcel pensaría claramente que es de una pelea, pero en un vagón con decenas de personas…sería muy imprudente por su parte, aunque conociéndole…

Yo siempre pensé de él que era como una gran hoguera crepitando por el calor y las chipas sin contenerse, al menos no demasiado explotando en el momento que debía cuando debía…me gustaba eso en el, quizás fuese porque así quería ser yo, yo más bien era como un trozo de hielo…

-Ganas nunca tuve, pero iré; tendré que dejarle las cosas claras a mi hermano, ¿no te parece?

En ese momento mi nuevo amigo se puso a dormir sobre mi maleta, entonces mire fijamente a Gael.

-Entonces a California…seguirás con tu antigua trabajo imagino ¿no?-sonreí ligeramente- que chollo, trabajo hasta la muerte…aunque con ese trabajo, quizás la muerte llegue pronto-me burle de él sin malicia.

Seguí dándole caladas a mi cigarrillo con la mirada perdida en el techo del tren cuando Gabriel soltó aquellos comentarios tan acertados sobre mi trabajo, pero tan poco conciliadores. Le dediqué una mirada de soslayo y picardía como respuesta, pues no sabría rebatirle aquel hecho. Mi trabajo era muy admirado como temática de una película hollywoodiense o como disfraz para carnaval, pero realmente tenía más puntos en contra que a favor para quienes realmente lo vivían. O te gustaba lo suficiente el poder y el dinero, o no estabas hecho para soportar el peligro que corrías a cada segundo de tu vida. Solté el humo de la última calada con un poco de resignación por plantearme aquellos pensamientos que tan poca gracia me hacían. No quería tener dudas. No quería volver a pensar en un "¿Y si mi familia hubiese sido diferente?" o en un "¿Y si no hubiese conocido nunca a Marcus?". Aquellas preguntas habían dejado de tener sentido para mí hacía mucho, cuando llegué a la conclusión de que había que vivir en el presente y no en el pasado. Una tocesilla recelosa interrumpió mis pensamientos, y cuando me giré hacia su propietaria, vi que se trataba de la viejecita repleta de pieles caras en su abrigo, que me miraba acusatoriamente por fumar junto a ella, en el asiento contiguo que lo separaba por el pasillo central. Esta vez lo pensé dos veces y mi única respuesta fue mirarle directamente y fumar de nuevo, soltando el humo con una calma amenazante, en dirección a ella. Aquel acto descarado la inquietó, así que apartó la mirada de mí, rendida. Volví a mi postura con una sonrisita burlesca, y entonces me di cuenta de que estaba agotado y que me dolía todo el cuerpo. Tanta tensión no era buena...

- Oye, colega, espero que no te moleste, pero creo que voy a echarme una siesta. No puedo con mi alma.- le dije con una mueca, acomodándome de nuevo en el asiento y apagando el cigarro en el cenicero que ofrecía el compartimento.- Despiértame dentro de media hora, ¿vale?

Con su respuesta, cerré los ojos y me dispuse a dejar la mente en blanco. Para mi sorpresa, quedé rendido tan rápido que ni siquiera me di cuenta de que escasos momentos después, una mujer encontraba en el baño al tipo al que había dejado K.O.y reinaba el caos en el vagón de al lado. Y para mi desgracia, no volvería a despertar hasta haber abandonado aquel mundo.

Mi amigo y compañero comenzó a dormir; la mujer a la que había amenazado solo con la mirada parecía más tranquila y aliviada al ver que el joven se ponía a dormir. Mire por la ventana, el tren iba a gran velocidad y de vez en cuando chirriaba por el movimiento del vaivén, al parecer eso no le impido a mi colega dormirse enseguida y a mi nuevo amigo, el gato, que seguía durmiendo en mi maleta tranquilamente.

Suspire y seguí mirando por la ventana la verdad es que era un día maravilloso…o quizás no, después de todo en unas horas estaría con la familia de la futura mujer de mi hermano…la verdad es que echaba de menos a mi madre, por lo demás hubiese salta del tren en ese instante.

Me frote los ojos, también me estaba quedando dormido…bueno, un sueñecito no me aria daño…