¿Pero qué...?

por **Breccio Di Napoli** Dom Jun 20, 2010 6:23 pm

Tras la interesante conversación con Anne-Lise y el horrendo café, las ganas de dormir, como era obvio dado el efecto de la cafeína, habían desaparecido por completo... Salir a contemplar las vistas solo de nuevo le hacía ponerse melancólico y darle vueltas a las cosas, y por ello mismo se había decantado por comenzar a explorar el tren al completo. Ha comenzado desde el primer vagón, cerca de la cabina, y en apenas media hora ya lleva la mitad de recorrido, habiéndose parado a descansar en el vagón 7. No lo había visto hasta ahora, pero le gustaba la decoración y los sillones eran bastante agradables. Coge un asiento con ventanilla y se limita a observar el paisaje a través de la misma, sumido en sus pensamientos... Otro trabajo, más viajes, más días, semanas o meses de experiencias únicas que a él no le valen para prácticamente nada. Cualquier otra persona pagaría por trabajar de lo que trabaja él, conocer famosos, asistir a eventos, conquistar mujeres con su labia y buen hacer...

Y él, sin embargo, sería capaz de cambiarlo todo por encontrar algo que le llenase por dentro. Pero no lo hay, y donde antes había una vasta extensión de campo ahora se encuentra con la más absoluta y penetrante oscuridad, señal de que acaban de entrar en un túnel... Los párpados, para su evidente sorpresa, comienzan a pesarle aún con los efectos del café, y pese a que intenta abrir los ojos no lo consigue, cayendo en un profundo sueño, su respiración al compás del constante traqueteo del ferrocarril.

Sus ojos terminan por abrirse por mera inercia y de sopetón, como si el tiempo (no sabe si horas o apenas minutos), que ha dormido no le hubiese afectado lo más mínimo. Más sorprendente es que el tren se encuentre parado, algo que deduce por el tenso silencio que se ha apoderado del vehículo. Le echa un vistazo a su reloj de pulsera... Extraño, el viaje no hace escalas y aún faltan horas para alcanzar Minsk... Y la puerta abierta. No puede evitarlo y termina por bajar, encontrándose con una estación que ha vivido tiempos mejores, sin duda alguna. Unas pequeñas luces le sorprenden en cuanto bajan y contempla, ahora con los ojos más abiertos por la sorpresa, como un único vagón, ese en el que estaba él, se encuentra decorado por decenas de pequeñas bombillas que emitne su peculiar iluminación. No sabe que le resulta más inquietante, si la falta del resto del tren o cómo se mantienen encendidas... Con una sensación extraña en el cuerpo y el pulso ligeramente acelerado se acerca hasta un tablón con fotos, lo único que realmente ve de interés.

Bonita ciudad, habitable al parecer... Ideal para preguntar, al menos, qué es lo que pasa con ese dichoso tren. Por ello mismo sale de la estación, alerta casi sin pretenderlo... Y lo que se encuentra es totalmente sorprendente: Una ciudad completamente en ruinas. No le hace falta ver nada más, tampoco le da tiempo, cuando las campanadas de un reloj que no ubica comienzan a sonar a lo largo de todo el pueblo, clavándose en sus tímpanos como si de martilleos contra su cráneo se tratase... La niebla comienza a formarse de vete a saber donde, y él, más que moverse, huir o volver al tren, lo único que hace es contemplar como una figura parece surgir de entre la espesa niebla, un hombre, sin duda alguna, con un sombrero en la cabeza... Le tiende una bombilla, y él, sin pensarlo, por pura inercia y curiosidad (ya que ver a alguien es mejor que no ver nada), la toma entre sus manos...

Firmando, sin pretenderlo o sin saberlo, su destino.

por **El señor del sombrero** Dom Jun 20, 2010 6:41 pm

La bruma que cubre las calles se dispersa y la calle desolada solo muestra a un hombre que camina con galantería hacía la estación, tiene un sombrero de ala ancha y con una sonrisa perfecta mira al hombre que ha llegado.

De su bolsillo saca una bombilla de color rojo y en ese momento se escucha el sonido del líbido en el acto.

La niebla cubre al extraño hombre del sombrero y desaparece cuando el reloj de la estación marca las doce en punto.

¿Pero qué...?

¿Pero qué...?

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