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Mensaje por Breccio Di Napoli Lun Jun 21, 2010 12:02 pm

"Chop, chop, chop" y, después de esos sonidos rítmicos, de nuevo el silencio. Ni las piedras siquiera son capaces de flotar ante la profundidad del agua, hundiéndose aún con su exagerada resistencia... Y ahi está él, intentando pensar, centrarse y saber qué le ocurre, mientras tira piedras al río, sentado en uno de los bancos de la orilla Oeste. Había pensado en el puente, pero finalmente se había decantado por una zona algo más apartada... Y es que en plena noche está casi seguro de que no le molestarán. Más sorprendente había sido el hecho de que salir de día le había molestado sobremanera en cuanto había asomado el Sol, y que prefería pasarse las noches por ahi andando y las mañanas durmiendo...

Aunque lo que no se quita de la cabeza, por nada del mundo, es lo que hizo hace un par de días. Explorando llegó al bosque (Tras haber probado que, sin saber por qué, no podía abandonar la ciudad.), y se encontró con un par de conejos... La sensación de sed se incrementó sobremanera, y lo que le hizo a esos conejos aún perdura en su mente, atormentándole... ¿En qué se ha convertido? Ese no es él, no es él quién se alimenta de la sangre de animales y se siente pleno... Había bebido y comido otro tipo de cosas, pero si bien le satisfacían, no le calmaban del todo y le originaban indigestión. En cambio la sangre... Joder, eso sin contar que atrapó al conejo sin dificultad alguna. Era una persona ciertamente ágil, pero lo que hizo aquella noche sobrepasaba un poco bastante lo que podía hacer... Y esos colmillos cuando los clavó en el cuello del pobre animal...

Agita la cabeza, sumamente confuso y lanzando otra piedra, esta vez más lanzada con ira que por entretenimiento, contra el río... ¿En qué había cambiado, en qué momento...? Preguntas sin respuesta que a Breccio particularmente le exasperan, aún cuando de cara a los pocos que ha visto estos días siga siendo el mismo de siempre... Y es que al menos algo bueno tenía, no había perdido del todo la razón y seguía manteniendo sus pautas de comportamiento e ideales, aún cuando en ciertos aspectos más placenteros le costaba algo más contenerse y adecuarse a las circunstancias.
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Mensaje por Anne-Lise Shepard Lun Jun 21, 2010 3:37 pm

Aquel lugar que a tantos horrorizaba y resultaba similar a un infierno, a Anne-Lise, aunque se le antojase muy extraño, no le desagradaba en lo absoluto. Al contrario de eso, conforme habían pasado un par de días, se había ido quedando maravillada con esa Villa que parecía sacada de un cuento de los mismísimos hermanos Grimm, solo que con cierto toque de romanticismo gótico muy sutil. Un lugar de fantasía, mágico, y mucho más hermoso que gran parte de la vida que había conocido.

Sin embargo, aunque imaginativa, también tenía cabeza para ser realista, y sabía que aquellas cosas no eran normales... No era normal ir en un tren directo a una ciudad grande y modernizada, y que, separándose su vagón del resto del tren, apareciera en un pueblo de aspecto fantástico y antiguo, en el cual un hombre misterioso le entregaba una bombilla que, sin necesidad de electrizidad, brillaba. Ni eso, ni el hecho de que poco a poco se hubiese ido dando cuenta de que no le dolían los huesos, ni los músculos, y de que la movilidad en el lado izquierdo de su cuerpo parecía haberse recuperado milagrosamente, hasta el punto de no necesitar la muleta que antes llevaba a todas partes. Tampoco lo era el hecho de haber empezado a notar que su temperatura siempre parecía alta, como si estuviese febril, y sin embargo no sintiera molestia alguna y se encontrase con más energías que nunca, como si su salud se hubiese reparado...

No, nada de aquello era normal, ni el lugar, ni las circunstancias, y por eso, dentro de las posibilidades que la pequeña había barajado, aunque una hubiese sido que aquello era tan real como ella misma, otras habían sido desde replantearse estar soñando hasta creerse muerta y habiendo ido a parar al paraíso... Incluso llegó a pensar si no estaría alucinando por culpa de su enfermedad. Sin embargo, todo era tan vivo, todo parecía tan verdadero, que las tres últimas las había ido desechando, hasta quedarse con el hecho de que debía creer en lo que le estaba pasando como algo auténtico.

Dándole vueltas a todos esos pensamientos, termina por llegar a la Orilla Oeste del Río, en un paseo largo tras el que, sin darse cuenta, ha llegado al mismo punto de partida y ha recorrido el mismo camino varias veces. Se detiene al percatarse de ese hecho, habiendo abandonado sus abstracciones al escuchar un leve sonido de piedras cayendo sobre el agua. Con sus grandes ojos azules, Anne-Lise busca con la mirada al autor de ese ruido y, al identificarlo, no puede evitar reflejar sorpresa en su rostro, corriendo hacia el banco (porque sí, ahora puede correr perfectamente, incluso con agilidad), con su cabello rojizo golpeteándole con la espalda y moviéndose al viento...

-Usted... ¡Usted también! -Exclama, al llegar a su altura, sin saber muy bien qué más decir... El asombro es tal que, sencillamente, se queda sin palabras, limitándose a enredar las manos en las mangas de su holgado vestido blanco de lana fina y falda con vuelo, sin dejar de mirarle incrédula.
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Mensaje por Breccio Di Napoli Lun Jun 21, 2010 5:03 pm

No debería esperarse otra presencia más a estas horas en una zona tan oculta, ni siquiera tendría que escuchar los pasos que comienzan a resonar acercándose a su posición... Pero lo hace, y sin saber por qué capta el aroma de un perfume femenino y el roce de los pasos de la persona en cuestión acercándose cada vez más... Cierra los ojos y agacha la cabeza, cubriéndose la frente con la mano antes de que definitivamente pierda la cordura.. Vamos, Breccio, cálmate... Lo sorprendente era que había gente contenta con la situación y eso le daba ganas de reír y llorar al mismo tiempo... Les cambiaba el puesto encantado de la vida si lo desean, a ver que tal se les daba matar animales para beberse después su sangre.

Es en ese mismo instante es cuando se da cuenta de que no vale la pena darle vueltas, está aquí, aparentemente encerrado y algo extraño le ha sucedido a su cuerpo y a su mente. Porque sí, se había percatado, de forma sutil puesto que él ya lo era bastante, de que sus encantos habían aumentado. La forma de hablar había mejorado, la conjunción entre sus palabras era perfecta y su carisma en general parecía estar por las nubes... Ventajas e inconvenientes, en eso cae ahora, en que toda cosa tiene sus ventajas y sus inconvenientes... El equilibrio siempre existe de una forma u otra, y por ello mismo cierra los ojos de nuevo y respira profundamente, parándose a pensar desde una forma objetiva y realista en todo lo que le ha pasado para así sacar conclusiones e intentar verle un lado positivo al asunto.

Pero, al cabo de unos pocos segundos y cuando aún ni ha empezado se ve interrumpdo por una voz que, aún sonándole familiar, le choca por completo. Su rostro se alza con rapidez, quizá demasiada, y sus ojos oscuros se topan con la figura femenina, sí, pero aniñada, de Anne-Lise, jugueteando con las mangas como una niñita avergonzada que no se atreve a decir lo que quiere decir. ¿Ella también...?. Sorprendente, sin duda alguna, y al mismo tiempo repugnante el que primeramente se fije en el constante tono rosado de la cara de la joven, como si estuviese enferma... Pero él más bien mira el líquido vital que circula por su sistema circulatorio. Se ve obligado a agitar la cabeza ante la excitante y espantosa perspectiva de morderla, recuperando la calma con un par de respiraciones profundas. La sed aumenta, pero de repente comienza a sentir algo más de fresco, aún haciendo calor, y parece relajarse un poco:

-Sí, yo también... -
No deja de mirarla fijamente, habiéndose percatado de que ha llegado corriendo y parpadeando un par de veces.- ¿Cómo ha...? ¿Y su muleta? -No atina a preguntar nada más de momento, intentando darle una lógica a algo que, ojos del mundo que él conoce, resulta imposible.
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Mensaje por Anne-Lise Shepard Lun Jun 21, 2010 10:34 pm

Anne-Lise no parece darse cuenta de nada de lo que le sucede a Breccio. Si percibe que le ocurre algo, pero no se le pasa por la cabeza que algo signifique deseos de rajarle la yugular y beberse su sangre. Sangre que, en efecto, se agolpa en sus pecosas mejillas, manteniéndolas siempre sonrojadas en contraste con su pálida piel, como si estuviese constantemente ruborizada o cohibida... Desde que recibió aquella bombilla, ha sido así, la mayor parte del tiempo nota el acaloramiento en esa zona de su aniñado rostro, aunque cree que está relacionado con esa extraña fiebre.

Y, para desgracia de Breccio, aunque ella ignore que así es, cuando nota como él la mira fijamente a la cara ese rubor aumenta, al cohibirse de verdad. Si antes tenían ese matiz rojizo, ahora se vuelven por completo color escarlata, en lo que ella desvía unos segundos la mirada, con nerviosismo, clavándola en sus pequeños zapatos... Finalmente la alza, clavándola en los oscuros ojos del joven, y logrando dejar de juguetear con las mangas de su fino vestido.

-Me alegra volver a verle -Comenta, incapaz de encontrar algo mejor que decir... Al fin y al cabo es verdad, pasada la sorpresa inicial, se da cuenta de que ver de nuevo al chico le ha hecho ilusión, aunque no haya un motivo aparente para que así sea- Oh, pues... La verdad, no lo sé -Responde a su pregunta, esbozando una sonrisa- Fue al poco de llegar aquí, después de que un extraño hombre con un sombrero me diese una bombilla que, sin aparente electricidad, brillaba... -Se da cuenta entonces de lo fantasioso que puede sonar eso y se lleva una mano a la boca, algo avergonzada- Oh, discúlpeme... ¿Cómo se me ocurre soltarle algo así sin más? Deberá pensar que estoy inventándome una tontería, que son cosas de críos... Pero le aseguro, Breccio, que no le miento, pasó tal cual se lo he dicho... -Asegura, mirándole fijamente, con sinceridad reflejada en sus irises azules- Desde que sucedió eso, me fuí dando cuenta de que ya no me dolía nada y de que podía moverme a la perfección... Algo extraño teniendo en cuenta que siempre tengo fiebre, ¿sabe? Pero, aún siendo así, me siento mejor que nunca... -Esboza su sonrisa, visiblemente contenta consigo misma- ¿Y usted? ¿Cómo ha llegado hasta aquí?
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Mensaje por Breccio Di Napoli Mar Jun 22, 2010 12:18 am

Y, para colmo de males, Anne-Lise parece sonrojarse más por efecto de su mirada. Contiene un quejido lastimero por pura voluntad al ver como, en efecto, el color se atenaza y se vuelve escarlata, el corazón bombeando con más rapidez y la sangre circulando más rápido... Y él, mientras tanto, tiene algo más de frío, el justo como para ponerse la chaqueta de cuero que había dejado en el banco, en conjunto con unos vaqueros negros de aspecto cómodo y sus deportivas.

No dice nada, escuchando todo lo que Anne-Lise le tiene que decir... Y, a cada palabra de la joven, su mente va ganando en atención y en capacidad de ordenación, tomando unas ideas propias con las de Anne, hechos de uno y de otra, entremezclarlos, darles una lógica y una coherencia... Y, entre todo ese proceso, llega una única palabra, rápida e intensa como nunca, a su mente: Escalofriante.

Y es que lo es, resulta escalofríante ver como la versión de los hechos de Anne-Lise es exactamente igual, excepto en algunos pequeños detalles, a la suya... Él no tenía fiebre, pero a cambio sentía una sed que se aliviaba completamente probando sangre, y ambos hechos o sucesos coincidían con lo del hombre del sombrero y la bombilla. Los segundos de silencio van transcurriendo como cuentagotas, pareciendo eternos minutos que a él no le ayudan en absoluto a centrarse. Ambos codos terminan apoyados sobre sus rodillas y las manos terminan cubriendo sus labios, sus dos ojos oscuros aún fijos en los redondeados y azules de la muchacha... Y tiene que hacerlo, se ve obligado a levantarse (con toda la educación y elegancia del mundo, eso sí) y acercarse a la orilla del río, acluquillándose y mojándose la cara en repetidos movimientos, todo sea con tal de quitarse la morbosa imagen de morderla de la cabeza. Tiene ganas de llorar de pura rabia, pero finalmente se sobrepone y, para cuando se gira hacia Anne-Lise, quedando de frente y a centímetros de la orilla, su rostro ha recobrado su expresión habitual, quizá algo más pálida:

-De la misma forma que usted, intuyo... -
Aunque suena calmado y relajado su voz sale ciertamente ronca, como si le costase un poco articular las palabras.- Me quedé traspuesto en el vagón 7, y para cuando desperté estábamos parados. Bajé y me encontré con un solo vagón... Y el resto de la historia es igual a la suya. -No le menciona, ni loco, que siente sed de sangre, ya que a saber como lo miraría... Pero tampoco le da tiempo a la joven a preguntar cuando es él quién se anticipa.- Esto es muy extraño, Anne-Lise, no me gusta nada... No tiene lógica alguna.
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Mensaje por Anne-Lise Shepard Miér Jun 23, 2010 12:20 am

El silencio que se sucede a ella no le molesta, aunque percibe algo de tensión en él... ¿Por qué? Frunce el ceño cuando le ve levantarse de repente. Lo hace con toda la educación del mundo, pero eso no quita que le resulte extraño que lo haga tan de improvisto. Y si a eso le sumas el hecho de que se moje la cara... Habiéndose quedado antes con el detalle de que se ha puesto la chaqueta, relaciona un hecho con otro y se preocupa inevitablemente: ¿Le ocurrirá algo? ¿Estará enfermo o algo así?

No le gustaría que así fuera, y por eso, cuando Breccio se gira, Anne-Lise se le queda mirando fijamente a los ojos y, sin dudarlo ni un segundo, se acerca a la orilla, llegando a su altura y poniéndole una de sus pequeñas y calientes manos en el brazo:

-¿Se encuentra usted bien? -Pregunta, sin apartar sus grandes irises azules de los contrarios- Está muy pálido... ¿Le ocurre algo? -Inquiere con preocupación... No se le pasa por la cabeza que lo que le sucede es tan estremecedor como que quiere chuparle la sangre, claro está- Quizá deberíamos buscar ayuda... Un médico, o algo... ¿Quiere? -Ofrece, mordiéndose el labio inferior, que se le enrojece más, con nerviosismo.

Escucha su posterior relato de la experiencia y abre mucho los ojos, sorprendida ante lo mucho que parecen coincidir... O sea que no es que la crea, es que le ha pasado lo mismo. Perpleja, se lleva una mano a la boca,¿cómo pueden darse tantas coincidencias? Aquello no puede ser casualidad, no tendría sentido alguno que lo fuera, tiene que ser algo mucho más poderoso y que se les escapa. Aún así, niega con la cabeza ante sus palabras... ¿Lógica? ¿Qué cabida tiene ahora la lógica? Y además, no necesita muleta, puede moverse y no tiene dolores... ¿Cómo no va a gustarle eso a alguien?

-La lógica solo rompe el corazón e impide que uno se deje llevar, Breccio... Y sí, es muy extraño, pero eso no quiere decir que sea malo... -Añade, sonriendo algo ilusionada- ¡Míreme, por todos los cielos, puedo correr, saltar, e incluso bailar! -Y después, se pone más serie, para añadir lo siguiente, no vaya a ser que si se lo suelta de golpe le de un infarto, viendo que no parece estar bien...- Pero hay algo que debe saber... Yo... Yo también estuve en el Vagón 7, y desperté de la misma forma que dice, sin más tren que ese...
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Mensaje por Breccio Di Napoli Miér Jun 23, 2010 12:53 pm

Lo que menos necesita en estos momentos es tener a Anne-Lise cerca, y como si el destino quisiese jugarle una broma pesada y ponerlo a prueba ésta se acerca y deposita una mano en su brazo. Sus ojos oscuros descienden hasta la misma, parpadeando un par de veces en lo que detecta las venas resaltadas en la muñeca, entreabriendo de nuevo los labios, aunque ésta vez de forma menos acusada que antes, en parte por esa sensación de friolera que está teniendo y porque el agua fría también le ha ayudado a despejarse. Sin embargo, estira una de sus manos y atrapa la de la joven con delicadeza y cuidado, apartándola en un gesto educado que no pasa por ofensivo o molesto. Niega con la cabeza, no, no quiere un médico, lo que quiere es marcharse de esta ciudad ya y no volver a mirar atrás... Pero al parecer no iba a ser nada fácil, ya lo había intentado por diversos medios y todos sin éxito:

-Lo que me gustaría es marcharme de aquí, Anne-Lise, pero no... Parece sencillo. Es todo muy extraño, se lo repito, y no me gusta. -
Repite de nuevo, y más que gustarle la situación no le gusta en lo que se está convirtiendo, una especie de vampiro venido a menos de esos que salen en las películas. No puede evitar alzar una ceja ante el entusiasmo de la joven, parpadeando un par de veces antes de que le cuente lo que a ella le ha ocurrido. Se mesa la barbilla en actitud meditabunda y pensativa... El mismo vagón, la misma forma... ¿Coincidencia? Lo duda mucho, ahora bien, de poco le sirve saber solo ese mero y único detalle, así como saner que Anne-Lise está disfrutando ante su milagrosa recuperación:

-La lógica no rompe nada, las explicaciones siempre son necesarias... ¿Cómo puede dejarse llevar por algo que ni siquiera sabe lo que es? Me alegro de que esté sana y pueda hacer todo lo que ha mencionado, pero eso no quita, señorita Shepard, que la situación se nos haya escapado de las manos... -
Murmura en tono sombrío, encaminándose de nuevo hacia el banco y sentándose con las piernas ligeramente abiertas. No sabe qué hacer, no sabe cómo actuar y, por primera vez, a Breccio le cuesta encontrar una solución que le guíe y le haga dejar de estar perdido.
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Mensaje por Anne-Lise Shepard Miér Jun 23, 2010 3:12 pm

Ignorando lo que realmente le ocurre a Breccio, Anne-Lise no puede evitar pensar que, aunque él no parezca grosero cuando aparta su mano, sí quele ha molestado su gesto pero que lo ha disimulado debido a su exquisita educación. Se observa su propia palma y dedos, entreabriendo levemente los labios y, de nuevo, sonrojándose más y haciendo que el rubor permanente vuelva a resaltar su tonalidad rojiza:

-Yo... Lo siento... -Dice, cabizbaja, clavando su azul mirada una vez más en sus zapatos- Dísculpeme por haberme tomado tantas confianzas... Únicamente quería saber si usted estaba bien. -Se explica, retorciendo de nuevo ambas manitas en las mangas, visiblemente avergonzada- Le aseguro que no volverá a ocurrir -Asegura, aún sin atreverse a alzar la mirada hacia él.

Cuando finalmente se atreve a mirarle de nuevo, con timidez, le observa en esa actitud pensativa y decide guardar silencio y esperar a ver lo que tiene que decirle, al fin y al cabo interrumpir la meditación de alguien sería muy poco educado, y más si esa persona acaba de rechazar estrechar confianza de forma tan directa. Le sigue hasta el banco, manteniendo las distancias hasta el punto de que ni si quiera se sienta, quedándose de pie a unos pasos de él, y negando con la cabeza ante sus palabras:

-Puedo dejarme llevar porque momentos en los que el empleo de la lógica es imposible, uno debe hacer eso mismo... Porque si no, la lógica sí que rompe al corazón al ser absurdo intentar utilizarla -Afirma, con rotundidad- Yo también he intentado buscar una salida, preocupada como estaba por mi hermano y la enfermera que nos acompañaba, y extrañada con que no vinieran a buscarme... Pero siempre termino regresando al mismo punto... Tampoco he encontrado teléfono alguno ni una oficina de correos... Y los pocos días que he ido a la estación abandonada no he visto pasar ningún tren para poder preguntar -Explica suspirando- Pero creo que de nada sirve darle más vueltas... Si estamos aquí, por extraño que parezca, será por algún motivo que se escapa a nuestro entendimiento, y, si no podemos marcharnos, de nada sirve darle vueltas a como lograrlo... Seguramente iremos descubriendo lo que sucede poco a poco, no queda otra...

Sorprende que se lo tome con tanta tranquilidad pero ella, imaginativa y, a la vez, entusiasta, tiene que verle el lado bueno a cualquier giro que da su vida, en lugar de tomárselo como una adversidad insuperable... Por eso prefiere resignarse a lo obvio y adaptarse, e ir descubriendo las cosas poco a poco. Claro que sabe que el joven que tiene delante es mucho más negativo y está demasiado apagado como para mirar el lado bueno, por lo que, con otro suspiro, se atreve a volver a decirle algo más directo:

-Yo podría ayudarle... A encontrarse en mitad de está situación... -Susurra, insegura de la reacción que pueda encontrarse esta vez- No debería estar usted solo si se encuentra tan perdido...
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Mensaje por Breccio Di Napoli Miér Jun 23, 2010 6:07 pm

Niega con la cabeza con bastanta rapidez, no le ha apartado la mano porque le haya molestado ni mucho menos, y lo que no necesita ahora es que la muchacha que en cierto modo le acompaña en sus cavilaciones y evita que se vuelva del todo loco (irónico, porque con ese sonrojo también favorece la locura), se deprima y se deje embargar por la tristeza. Por ello mismo esboza una sonrisa condescendiente, dando un par de palmadas en el trozo de banco libre que tiene al lado:

-No, no... Mis disculpas, no quise importunarla o hacerle creer algo que no es. Es solo que... me siento extraño, nada más, pero pro favor, no se moleste... Su compañía resulta agradable. -
Y no miente, puesto que agradable le resulta. Escucha con suma atención las posteriores palabras de Anne-Lise, enarcanado una ceja ante su forma de pensar y, por primera vez, evaluándolo antes de rechazarlo... Sorprendente es que ella también lo haya intentado con el mismo resultado que él, así como el hecho de que ha dado en el clavo, un clavo que él había visto pero que había ignorado, y es que la idea de permanecer demasiado tiempo en esta villa no le resultaba del todo gratificante. Su ceja desciende y vuelve a la posición habitual en lo que reflexiona las palabras de la joven... No ve demasiadas salidas, la verdad, al margen de esperar y descubrir qué demonios pasa...

Y no la rechazaría del todo, o mejor dicho, no la cogería como si de un clavo ardiendo se tratase, si no fuese por lo que le está ocurriendo a su cuerpo, demasiado antinatural y repugnante como para hacerlo de buenas a primeras. Y ahi está Anne, ofreciéndole ayuda sin saber a lo que se expone. Sus ojos oscuros se vuelven a fijar en los della, y una leve chispa de apenas centésismas de segundo los recorre: Agradecimiento. Otra cosa es que su parte más racional lo medite con sumo cuidado, tener cerca a alguien que al parecer está con una fiebre constante no parece ayudar a calmar la sensación de sed.

Sorprendentemente no reacciona de forma brusca, negativa o tajante, recostándose sobre el respaldo y estirando los brazos sobre el mismo. Sus ojos no se desvían de los de la joven, sopesando las posibilidades... Era una chica inteligente, de eso no cabía duda, y entre ella y él quizá les resultase más fácil averigüar cosas que si iban cada uno por separado. Por ello mismo, asiente:

-Me parece bien, Anne-Lise... Usted es mi apoyo como yo soy el suyo, pero... Creo que debería saber algo antes de que termine de aceptar. -
Estará vacío, apenas sentirá, pero no es un falso ni un hipócrita, y tiene que contarle lo que ha descubierto hasta ahora...

Sobretodo, por la salud de la joven muchacha pelirroja.
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Mensaje por Anne-Lise Shepard Miér Jun 23, 2010 6:39 pm

Se sorprende, entreabriendo los labios, cuando Breccio parece invitarla a sentarse con él... ¿Qué otra cosa podrían querer decir esas dos palmadas en el banco? Eso, su sonrisa, y su negación con la cabeza, le hacen intuir que quizá él no quería antes mostrarle molestia por su gesto... Algo que se confirma con sus palabras. Sonríe también ella, todavía con el rubor resaltado, ahora por la vergüenza de haberle malinterpretado, y por una de las cosas que le dice... Que su compañía le resulta agradable, a él.

-Oh, bueno... Discúlpeme por haberle malinterpretado entonces -Retuerce ambas manos, con nerviosismo- Gracias... A mí también me agrada usted... -Se apresura a corregirse, aclarándolo con rápidez- Quiero decir, que usted también es una muy buena compañía -Genial, el sonrojo va en aumento, y al final todo su rostro terminará por parecer un tomate- ¿A qué se refiere con extraño? -Inquiere preocupada- Si ya sabía yo que usted no estaba bien... -Reprocha, suspirando... ¿Por qué le ha dicho que no era nada cuando está claro que algo hay?

Sus pequeños pasos la llevan hasta el banco, tomando asiento junto a él, cruzando las piernas y depositando ambas manos relajadas sobre la falda del vestido, como toda una señorita. Aún cuando tiene el cabello revuelto y varios mechones le caen sobre el rostro, y aún cuando su ropa puede pecar de monjil o austera, Anne-Lise no abandona los modales en ningún momento. Le sostiene la mirada, con sus irises azules fijos en esos dos pozos de oscuridad, en los que casi capta el brillo de algo similar a la gratitud asomando fugazmente, aunque enseguida vuelvan a ese estado apagado e inescrutable que los caracteriza.

¿Qué estará pasándole por la cabeza ahora a Breccio? Su naturaleza curiosa le impide evitar preguntárselo mientras le observa en lo que dura ese silencio... Intuye que es algo relacionado con aceptar o no su propuesta, pero no se le pasa por la cabeza que los motivos puedan ser el hecho de que su fiebre la hace más apetecible al potenciar su olor y agolpar su sangre en el rostro con más facilidad. Cuando finalmente, su respuesta llega, Anne-Lise trata no mostrarse demasiado entusiasmada, sobretodo porque su propia mente se pregunta a qué se debe esa ilusión repentina por la compañía de alguien:

-Me alegra que así lo vea -Dice, sonriendo de forma angelical, aunque enseguida borra dicha sonrisa y recupera la seriedad en el semblante ante lo que él añade- Claro -Asiente, dispuesta a escuchar lo que tenga que decir- ¿De qué se trata? -Inquiere, antes de alzar una de sus manitas y hacerle la siguiente promesa- Sepa que no voy a juzgarle por nada de lo que me diga, se lo aseguro...
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Mensaje por Breccio Di Napoli Miér Jun 23, 2010 7:35 pm

No puede evitar que de sus labios escape una carcajada disimulada entre dientes cuando comienza a escucharla haciéndose un lío... La nula experiencia en esos campos que le confesó la hacen mucho más sensible a ese tipo de situaciones fácilmente malinterpetables, y en cierto modo era divertido ver como se sonrojaba aún más si cabía, excepto porque no hacía más que dificultarle las cosas, hasta el punto en que gran parte de su concentración se desvíaba a mantenerse en calma y aparentemente tranquilo:

-Me alegra que así sea, el agrado es mutuo, sin duda alguna... Pero no creo que deba sonrojarse como una colegiala, no le he declarado amor eterno ni nada por el estilo, ¿no cree? -
Intenta bromear, quitarle hierro a un asunto que le parece demasiado pesado y difícil de tratar... Si se descentra y se relaja le resulta algo más fácil, pero el miedo a perder los papeles le obligan a estar en una mínima tensión ante la presencia de la joven.

Anne-Lise acepta escucharle, sabiendo de antemano que la joven pelirroja se había percatado de que en efecto Breccio no estaba bien. Sonríe al verla alzar la mano en forma de promesa jurídica, pero al cabo de un par de segundos se ve obligado a apartar la mirada y perderla en las profundas y oscuras aguas del río, casi tanto como él, aunque en sentidos muy distintos. Largos son los segundos de silencio que preceden a su sonrisa, la cual se va borrando de forma gradual hasta que sus ojos adquieren un tinte más oscuro y su voz se torna más ronca y grave:

-No sé cómo... pero esa bombilla de color rojo me hizo algo, Anne. Sé que pensará que estoy loco, pero... Le aseguro que no lo estoy. Al cabo de unas horas tenía una sed atroz, y por mucho que bebía agua no logré saciarla... Alcancé los lindes del bosque y me encontré con un par de conejos, y... Succioné su sangre. -
No sabe calificar que es más repugnante, si el haberlo hecho o el contarlo así, sin más. Supone, o eso quiere, que el hecho de que fuesen animales le facilita las cosas.- Y la sed... Desapareció. Desde entonces acude a mí de vez en cuando, mis sentidos están agudizados y hasta noto que tengo mucha más presencia que antes, no sé si me entiende...[7b]

Y sus ojos oscuros, enigmáticos y penetrantes como nunca, sumamente atractivos, se clavan en los grandes y azules de Anne-Lise, estudiando las reacciones a sus palabras. Entreabre los labios de nuevo, y no puede evitar decírselo, tiene que saberlo para saber a qué se arriesga:[b]

-Me siento igual de atraído por la sangre no animal, Anne-Lise... Y que tenga esa fiebre no me ayuda en absoluto, de ahi ese... Comportamiento hacia usted. Perdóneme.
-No puede hacer más que pedir disculpas porque, en efecto, no es capaz de controlarlo del todo, no es capaz de hacer desaparecer la sed o borrar esos pensamientos turbios, morbosos y ciertamente sangrientos de su mente.
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Mensaje por Anne-Lise Shepard Miér Jun 23, 2010 8:31 pm

Enarca levemente una ceja cuando él se ríe, sin entender que es lo que ha dicho que sea tan gracioso como para provocar su carcajada. Y, cuando la explicación le llega en forma de su respuesta, no lo puede evitar, su rubor, de nuevo, aumenta gradualmente hasta ser excesivamente acusado... Intenta serenarse, pero acaba jugueteando con la tela del vestido, retorciéndola hasta arrugarla con ese caracterísitico nerviosismo:

-Yo no... -Se muerde el labio inferior, signo que delata el bochorno que siente en esos momentos- No era mi intención comportarme como ninguna colegiala... -Logra decir tras tragar saliva, azorada- No... No me ha declarado nada... Y jamás se me habría ocurrido pensar que así ha sido... -Asegura, recuperando levemente la compostura- Sé de sobra que sería imposible que eso me sucediera a mí, no por parte de usted sino de nadie -Sonríe, encogiéndose de hombros para restarle al asunto toda la importancia que pudiera tener.

Una vez más, recupera la seriedad cuando él aparta su mirada, dándose cuenta de que sea lo que sea aquello que tiene que contarle, le resulta difícil hacerlo. Guarda silencio, sin dejar de observarle, intentando reflejar en sus ojos azules la predisposición a escucharle sin juzgarle por nada de lo que vaya decir, una forma con la que trata de infundarle confianza.... Y, finalmente, con la oscuridad aumentando en sus ojos, Breccio comienza a hablarle de lo que le ocurre.

Anne-Lise, al principio, parpadea perpleja, con cierta incredulidad reflejándose en su expresión... Pero enseguida se da cuenta de que no puede estar mintiendo. Alguien como él jamás bromearía con un tema así, y, al fin y al cabo, si todo lo demás que ambos se han contado es real... ¿Por qué no iba a serlo aquello? Ella tiene fiebre pese a encontrarse de maravilla, siente calor y se ha recuperado milagrosamente. ¿Qué derecho tiene a creer que a Breccio no le puede afectar ese lugar de forma diferente? Ninguno. Lo sorprendente es que en ningún momento parece mostrar miedo o rechazo, lo único que se puede leer en su semblante es el proceso de asimilación de la información, hasta finalmente creerlo del todo... Nada más. Es un misterio lo que sea que piensa al respecto, al menos mientras dura su silencio inicial que rompe al darse cuenta de un pequeño detalle que le resulta cuanto menos curioso:

-Mi bombilla era amarilla, no roja... -Susurra sin apartar sus ojos de los suyos cuando él la mira- Lo que usted cuenta me recuerda a las novelas de vampiros, ¿sabe? Bram Stoker, Anne Rice, y muchos otros escritores han tratado ese tema, y coincidían en cosas como las que usted me dice... -Se encoge de hombros, sin saber bien que decir- Bueno... Este lugar parece sacado de un cuento, así que... Quizá todo esto forme parte de la extraña Villa -Aventura a decir, sin poder evitar quedarse mirándole más fijamente de lo normal...- ¿Pre...sencia? -El rubor que comenzaba a disminuir aumenta de golpe- Bueno... Usted siempre tiene presencia, no noto mucha diferencia en eso... O sí, no sé, yo de esas cosas no entiendo -Se explica malamente.

Mira al frente unos instantes, duvitativa, pensando bien en todo lo que acaba de decir, y más cuando le dice lo de que su fiebre no ayuda a que controle sus ganas de... beber sangre humana. Y, repentinamente, ladea el rostro hacia él, agitando toda su rojiza cabellera y haciendo que el aire entre ambos se impregne de su olor. De nuevo clava sus irises azules en esos dos pozos negros, antes de sonreír:

-Bueno, ya le dije que no le juzgaría, y no lo haré... Al fin y al cabo, salvo por tener más prudencia con las cosas, no tiene que cambiar nada con lo que me ha dicho, ¿no? -Asegura con sinceridad- Aunque tengo una pregunta... ¿Para saciar esa sed que dice, tendría usted que matar a la persona?
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Mensaje por Breccio Di Napoli Miér Jun 23, 2010 9:33 pm

Así que las bombillas eran de colores... Un dato interesante e importante que tendría que tener en cuenta para futuros encuentros con otras personas, porque quizá existiese una relación entre el color de la bombilla y los cambios que se sucedían. No era nada descabellado pensarlo, y eso explicaría el por qué Anne-Lise ha sufrido una serie de cambios totalmente distintos a los de él. Los constantes sonrojos de ella no ayudan demasiado, pero por suerte se encuentra lo suficientmeente centrado en la conversación y en la información que está sacando de ella como para pensar en otras cosas más alimenticias...

La verdad es que se esperaba una reacción más violenta o directa por parte de Anne-Lise, una acción movida por el miedo al tener delante una especie de vampiro un tanto extraño y, más aún, al haberle dicho que con esa temperatura corporal que manifestaba se le hacía sumamente apetecible... Pero la muchacha permanece estoica, y más que asustarse le da explicaciones y permanece a su lado. Parpadea un par de veces, sin comprenderlo demasiado hasta el punto de que tiene que preguntar, su subconsciente necesita preguntar para asegurarse de lo que está escuchando:

-¿No... Le importa? -
Pregunta, despacio y articulando bien cada sílaba, para después revolverse el lacio pelo en un único ademán.- Es usted una mujer increíble, Anne-Lise... A más de uno le gustaría tener la entereza que usted tiene, no le quepa duda. -¿Se refiere a él o habla en general? Por su tono de voz no deja nada claro, aunque sí es cierto que si viese las cosas desde la perspectiva de la joven no lo vería todo tan negro... Pero él es así, pesimista por naturaleza y tendiente a ver lo malo y no lo bueno. El aroma de la muchacha inunda sus fosas nasales un par de segundos y él, movido por mero instinto, alza el rostro y aspira profundamente, un gesto que le queda demasiado sensual para lo que normalmente era. Su pulso se acelera y su respiración se altera, teniendo que respirar profundamente y con los ojos cerrados para calmarse. Una vez lo ha conseguido se centra en responder la pregunta de la muchacha, encogiéndose grácilmente de hombros:

-No lo sé, no... Me he alimentado de nadie, solo de pequeños animales. -
La perspectiva de matar a alguien, bien de forma intencional o por accidente, no le agrada lo más mínimo, y de ahi que ni siquiera lo haya intentado.- Y debería tener más autoestima en ese aspecto, Anne-Lise, cualquier hombre con cabeza desearía tener a una mujer a su lado con semejante inteligencia. -Y no alardea por alardear, lo que dice le parece cierto... Sus ojos se clavan en los de ella de nuevo, fijos, penetrantes y atrayentes, dos hechizos negros que parecen invitarla a que se acerque y acorte las distancias.- Desgraciadamente no he leído muchas historias sobre vampiros, y tampoco quiero pensar que soy uno, resulta escalofriante... Pero, ahora que lo sabe, ¿permanecerá a mi lado?
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Mensaje por Anne-Lise Shepard Miér Jun 23, 2010 10:03 pm

-No, Breccio... No me importa -Repite, sonriendo, al ver que él se lo pregunta con incredulidad. Dentro de la peculiar mente de Anne-Lise, da igual que Breccio tenga que alimentarse con sangre animal, teniendo en cuenta que otros lo hacen con la carne, ¿no? Y respecto a lo de las personas... Él ha dicho que le atrae, no que vaya a tomarla y, de hacerlo por necesidad, si no mata a nadie... Bueno, se podría pasar por ahí si fuese inevitable- Me importaría si me dijese que, al margen de sentirse atraído por mi sangre o la de cualquier otro humano, tiene intenciones de hacerme daño para conseguirla... Pero no es así, usted intenta sobreponerse a ello y superarlo, y al fin y al cabo que beba la de un animal cuando otros comemos su carne pues... No lo veo tan grave, aunque preferiría no estar delante cuando tenga que hacerlo, pero tampoco me espantaré si no puede ser así...

Lo que no se espera es lo siguiente que le dice... ¿Ella increíble? Es una de las pocas veces en su vida, al menos desde hace años, que recibe un halago... Y, claro, como no: se sonroja de nuevo, haciendo que ese tono rojizo ahora permanente vuelva a resaltarse, agolpándose más sangre aún en sus mejillas. Ahora que sabe que eso puede suponerle un problema a Breccio, se siente culpable por ese rubor, e intenta taparse las cara con las manos, dejando que solo asomen sus ojos, para evitar hacerle pasar el mal trago:

-Lo siento... Es que nadie me había dicho nunca algo así -Susurra, apurada- Oh, la entereza es accesible para cualquiera, solo hacen falta voluntad, optimismo y entusiasmo... Nada más -Añade, bajando un poco las manos cuando cree que el sonrojo ha disminuido lo suficiente. En efecto, se le antoja sumamente seductora la forma en que alza el rostro para aspirar su aroma, mordiéndose el labio inferior y observándole, quizá con demasiada fijeza, cuando lo hace... Y, en cuanto escucha lo siguiente que le dice tras responder a su pregunta, se arrepiente de haber apartado las manos, porque el maldito rubor vuelve a exaltarse.

-No... No sea usted exagerado, ¿quiere? Los halagos cuando son surrealistas dejan de ser educados... Es obvio que ningún hombre va a fijarse... en una mujer que apenas supera el metro y medio... atrapada en la figura de una eterna preadolescente -Titubea con nerviosismo, desviando la mirada unos instantes... No habla en serio, tiene que convencerse de ello, porque si no puede dejarse llevar con facilidad- Pues... es la referencia literaria que más se asemeja a usted en estos momentos... Y escalofriantes o no, a muchas personas les resultan fascinantes... Yo los encuentro curiosos e interesantes, como muchas otras criaturas de cuento -Añade en lo que a los vampiros respecta, suspirando- Me habría gustado saberlo... Si supiera que puede controlarse, no me importaría ayudarle a calmar esa sed de vez en cuando... Debe ser horrible tener constantemente esa sensación -Comenta tranquilamente, sin ninguna emoción en la voz más allá de la compasiva comprensión humana, por ilógico que resulte que suelte como si nada que se dejaría morder.

Pero lo peor viene cuando él, tras haberla elogiado de esa forma, tras haber aspirado su aroma de aquella seductora manera, la observa fijamente con una mirada cautivadora... No puede evitarlo, sus irises azules se quedan clavados en los negros de Breccio, hechizantes y atrayentes, con los que el joven parece invitarla a que se acerque a él, que acorte las distancias, que se deje envolver por la magia de esos ojos...

-Claro que permaneceré a su lado, delo por hecho -Asegura, en un susurro- Sepa que le doy mi palabra de que así será -Y, de forma totalmente inconsciente, Anne-Lise se inclina hacia el muchacho, olvidándose por completo de lo poco prudente que es eso. Estira su cuello, a pocos centímetros del rostro de Breccio, como ofreciéndole que lo muerda y, sin pensar en lo que está haciendo, totalmente hipnotizada, confirma esa invitación mediante palabras- Puede hacerlo... Confío en usted, sé que podrá controlarse...
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Mensaje por Breccio Di Napoli Miér Jun 23, 2010 10:41 pm

Aún con la situación tensa y extraña que está viviendo, no puede evitar soltar una carcajada ante los gestos y ciertas palabras de Anne-Lise. En cierto modo parece una niña, sonrojándose ante cualquier halago sincero u ocultando el rostro entre sus manos pero con los ojos bien visibles. Sin embargo conoce su edad, y sabe de antemano que, por dentro, ya es una mujer que se ha visto obligada a madurar mucho antes que los demás por casualidades de la vida que él conoce mínimamente. Termina de reírse al cabo de un par de segundos, logrando con ese gesto tan natural y espontáneo que la cosa se relaje y no piense tanto en beber. Tiene razón, y es que no pretende hacerle ningún mal e intenta sobreponerse a ello... El problema es si no logra hacerlo, si le supera en algún momento y se deja llevar por ese instinto primario y animal, porque no ve a la muchacha defendiéndose de forma eficaz:

-No se preocupe, logro contenerlo bastante bien... Y no lo haré en su presencia, ni en la suya ni en la de nadie, Anne, ya tengo bastante con martriziarme a mí mismo como para encima martirizar a otros... Y discrepo, dudo mucho que la entereza se pueda conseguir solo con eso... Es innata, y aquellos que la tienen marcan una diferencia sobre los que no la tienen. -
Él la tuvo, pero la perdió y ahora ya sabe que no puede recuperarla... Lo bueno, por llamarlo de alguna forma, es que nadie sabía distinguir su falta de entereza, camuflada con ese saber hacer y responder ante cada tipo de situación. El sonrojo vuelve a acudir a las mejillas de Anne y él, como respuesta, aparta la mirada disimuladamente, facilitándole la tarea de no saltar encima demasiado rápido... Pero cuando la escucha no tiene más remedio que volver a mirarla, y es que él, cuando habla, lo hace mirando a los ojos, si no se calla.- ¿Surrealistas? Créame que no la halago por mera educación... Y, condiciones físicas aparte, es una mujer, tiene cerca de 20 años y está perfectamente capacitada para amar a un hombre... ¿Por qué a la inversa no va a cumplirse? No todo el mundo es superficial, Anne, debería saberlo... Las cosas probblemente le irían mejor.

Irónico que sea él quién lo diga, el que, aparentemente, es el más superifcial del mundo... Pero cuando uno está vacío por dentro, cuando uno es incapaz de sentir más allá de cualquier estímulo físico, la superficialidad es lo único que te sirve, y eso es lo que realmente le sucede a él... Y es que para fijarse en alguien como Anne tendría aceptar la posibilidad de sentir, de que algo le pueda llenar hasta el punto de abandonar esa superficialidad que se ha convertido en su mecanismo de escape... Pero es demasiado pronto para aventurar semejantes cosas, teniendo una curiosidad bastante intensa por la joven.

Una curiosidad que alcanza su clímax, su peligroso clímax cuando, con cada promesa de Anne, ésta se acerca más y más, ladeando el rostro a centímetros del propio y djeándole perfectamente a la vista la yugular. Traga saliva sin poder evitarlo en lo que le cuesta hasta respirar, y la invitación de ella resulta demasiado sugerente, demasiado directa, demasiado sincera...

Pero son esas últimas palabras de confianza las que le hacen decidirse, ya no para calmar la sensación de sed, sino para saber hasta qué punto existen diferencias entre animales humanos, para saber si podrá controlarse sin matarla... Algo que está seguro de que conseguirá. Por ello mismo estira ambas manos en dos movimientos rápidos y fluidos, pasando las yemas de los dedos de una por la tersa piel del cuello de Anne en lo que la otra se aposenta en su nuca y se enreda en su rojiza cabellera. Su rostro va inclinándose, centímetro a centímetro y segundo a segundo, hacie el cuello de la joven, acortando las distancias tan rápidamente que en apenas dos segundos su aliento irregular choca contra la piel de Anne... Sus labios se entreabren, y de entre los mismos se puede alcanzar a vislumbrar como los colmillos crecen unos pocos centímetros y se tornan más afilados.

No entiende siquiera el proceso, solo sabe lo que tiene que hacer, lo que su instinto le dicta. El primer roce de los colmillos genera un suave hormigueo... Después, los clava. Un único mordisco en lo que sus colmillos rompen la barrera de la piel, sin saber siquiera qué efectos puede generar. Pronto encuentra la vena y la rasga, un par de microroturas sin importancia... Y, al instante, el líquido vital comienza a fluir. Aposenta ya sus labios por completo en el cuello de Anne, succionando en movimientos espasmóticos, tomando ligeras cantidades del líquido rojizo con cada succión...

Alimentándose de un humano por primera vez en su vida y, por suerte o por desgracia, disfrutando en el proceso.
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Mensaje por Anne-Lise Shepard Miér Jun 23, 2010 11:29 pm

Anne-Lise podría haberle respondido muchas cosas a Breccio, podría haberle respondido a todo lo que ha dicho... Podría haberle preguntado por el motivo de su carcajada. Podría haberle vuelto a decir que si son animales, no debe martirizarse porque otros devoran su carne. Podría haberle rebatido lo que dice sobre la entereza, y haber alegado que ella la fue consiguiendo con voluntad y constancia. Podría haberle pedido que, por favor, dejase de hacerle ver que ella era tan mujer como cualquier otra. Y podría haberle acusado de hipócrita por ser él quien le diga que la superficialidad no es general cuando es una de las personas que más la ostentan. Sí, podría haberle dicho muchas cosas... Pero podría no significa que, finalmente, haya podido.

Algo se lo impide, o mejor dicho, alguien. El propio Breccio, cuando comienza a inclinar su rostro hacia el cuello que ella misma le ha ofrecido, aposentando una mano a un lado del mismo y enredando la otra en su ígnea cabellera, con una delicadeza chocante teniendo en cuenta lo macabro de la situación... ¿Qué está pasando? ¿Dónde tenía la cabeza cuando le ha sugerido semejante cosa? Fugazmente, esos pensamientos pasan por su cabeza, ahora que no se encuentra bajo el influjo de la hechizante mirada del joven. Pero no le da tiempo a replanteárselo más, ni a actuar en consecuencia y echarse atrás, porque en apenas dos segundos, el aliento del muchacho está chocando contra su piel.

Se estremece, en lo que la piel se le pone de gallina, cerrando los ojos... Y lo que viene después, le es difícil de explicar a su inexperta mente. Una primer cosquilleo bastante agradable, seguido de una punzada de dolor que se mezcla con el placer del roce de sus dientes, cuando él hunde sus vampíricos colmillos en su piel y atraviesa su vena. El dolor va en aumento cuando el líquido vital que tanto parece llamar al instinto de Breccio comienza a fluir, pero vuelve a mezclarse con esa placentera sensación generada por la succión que él hace en su cuello... Y lo peor es que, para Anne-Lise, aquella es la primera vez que tiene un acercamiento de cualquier tipo con alguien del sexo opuesto. Nunca, jamás, ha habido el más mínimo roce o contacto físico, nunca ha experimentado el placer o algo similar y, por tanto, aquello la desborda por completo.

Sin poderlo evitar, lleva ambas manos, temblorosas y calientes, a los hombros del chico, aferrándose a ellos en lo que estira aún más el cuello hacia atrás, entreabriendo los ojos y dejando escapar un primer gemido... Y eso es todo lo que puede hacer, seguir gimoteando entre jadeos al no poder contenerse ante esa enloquecedora mezcla de dolor y placer, tirando cada vez más hacia lo segundo al entumecérsele la piel, a la que se está viendo sometida.

Termina por sentir que la cabeza le da vueltas, volviendo a estremecerse y mordiéndose el labio inferior, mientras clava las uñas sobre la cazadora de Breccio, incapaz de reaccionar de otra manera... Incapaz de detener algo que, si se le escapa de las manos a aquel que lo provoca, puede costarle la vida... Incapaz de no pensar que, como consuelo, habrá podido experimentar una sensación similar a aquellas que siempre le han estado vetadas...Incapaz de, ante ese último pensamiento, no sentir que, al menos, aquello una muerte muy dulce.
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Mensaje por Breccio Di Napoli Jue Jun 24, 2010 12:16 am

La sensación que a Breccio le recorre por dentro no difiere mucho, más bien casi nada, de la que Anne-Lise está experimentando... Siente el flujo vital pasarle por su garganta en cada, trago, atravesando su esófago y depositándose en su estómago, una sensación placenteramente caliente que no parece querer abandonar por nada del mundo. Su sed se va saciando poco a poco en lo que sus instintos afloran y sus ojos se oscurecen, tornándose completamente negros. Jamás hubiese pensado que algo tan repugnante como beber sangre le fuese a saber tan dulce como le está sabiedno ahora, y en su mente no borra el hecho de que es Anne-Lise quién se ha entregado voluntariamente a esa labor... ¿Sabrán todas las sangres igual, o existirá algún tipo de diferencia entre la de la joven pelirroja y la sangre de, por ejemplo, Hathor...? Una duda escalofriante que, ahora mismo y dejándose llevar, no puede evitar plantearse.

Sin embargo, los primeros gemidos de Anne-Lise le obligan a entreabrir los ojos antes cerrados y mirar fijamente un punto perdido del río, sorprendido ante la reacción de la joven... Al parecer le gusta, porque esos jadeos continuados son más bien de placer, sabe reconocerlos, así como el agarre que ella ejerce sobre sus hombros. El placer es mutuo y la situación se torna sumamente deliciosa a la par que placentera... Y quizá por ello mismo se deja llevar demasiado y bebe más de lo debido. No parece darse cuenta, pero al cabo de unos pocos segundos siente como el flujo disminuye, apenas un grado, pero lo suficiente para saber que se ha excedido. A duras penas y totalmente excitado deshinca los colmillos, que vuelven a su tamaño original, y mira fijamente a Anne-Lise, con los labios de un tono rojizo provocado por la propia sangre de la muchacha, los ojos aún negros y brillantes y la viva expresión del deseo pintada en su mirada... Se ve reflejado en la claridad cristalina de Anne-Lise y reacciona, agitando la cabeza con rapidez y apartando esas sensaciones que, si bien se mantienen en su interior y sabe que pasarán de largo, al menos no se manifiestan de forma tan abrupta. Frunce el ceño, preocupado y aún a centímetros de la muchacha, con sendas manos en el cuello y nuca de la pelirroja:

-Lo... Lo siento, creo que me pasé... No lo controlo bien, no puedo, pero es... Es... -
Placentero, extraño, gratificante, terrorífico... Muchos términos y no logra decir ninguno, decidiendo que sea Anne-Lise quién lo defina, puesto que ella ha sido la "víctima"... No le hace falta preguntar abiertamente, ya que la interrogación en su mirada es más que evidente en lo que se relame sendos labios con la punta de la lengua, saboreando los últimos excesos de la sangre de la joven...

Un bocado suculento, un bocado en el que el asco que podía haber sentido ha sido mitigado por el alivio de saber que puede controlarse y no matar a nadie... Un alivio por saber que, pese a todo, Anne-Lise sigue estando ahi, y que quizá las cosas no sean tan negras como las había pintado en un principio.
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Mensaje por Anne-Lise Shepard Jue Jun 24, 2010 12:37 am

El placer va en aumento pero, aunque sea mayor que el dolor que queda mitigado por el extraño entumecimiento de la piel a la que los labios de Breccio se aferran, este último también sigue presente en el hundir de los colmillos y el fluir de su sangre hacia la boca del muchacho... Una mezcla extraña que amenaza con cortar todos los hilos que unen la mente de la pequeña Anne-Lise con esa cosa llamada cordura que, en aquellos momentos, brilla por su ausencia. Sigue siendo incapaz de reaccionar, de pedirle que se aparte o de intentar ser ella misma quien se libere de su agarre, y no sabe si es incapaz por el shock de la situación o porque a una parte de ella le esta gustando... Pero el caso es que no saber eso solo empeora las cosas.

Sin embargo, llega un momento en que las vueltas que su cabeza parece dar se vuelven más acusadas, y la fuerza con la que sus manos se aferran a los hombros de Breccio parece disminuir, y no precisamente voluntariamente. Los gemidos van apagándose, y solo se escucha la respiración jadeante de la joven, en lo que los estremecimientos pasan a ser un tiritar permanente pero mucho menos potente... Está bebiendo más de la cuenta, una diferencia no muy peligrosa para su vida, pero que si él no se detiene podrá serlo, porque ya empieza a amenazar levemente a su entereza... Y, ni aún con esas, es capaz de detenerle, de pedirle que por favor pare, o de hacer algo al respecto, ahora ya no solo porque le haya sido agradable, sino porque la sensación de mareo que comienza a tener le impide pensar con claridad, algo que lleva sin hacer varios minutos.

Pero por suerte Breccio se da cuenta y se detiene, una acción que seguramente le habrá costado un esfuerzo sobrehumano. Anne-Lise, temblorosa y con el pulso algo agitado, abre los ojos, respirando entrecortadamente. No puede evitar mirar unos instantes los labios del chico, manchados por su propia sangre, apartando enseguida la vista de ahí para clavarla en sus ojos, ahora mucho más oscuros de lo que ya de por sí son. Él parece ser el primero en reaccionar, disculpándose y buscando una forma de explicar lo sucedido y ella, ignorando todavía el hecho de que aún no la ha soltado, termina la frase por él:

-Placentero y... a la vez... doloroso... -Arrastra las palabras, denotando cierto agotamiento y mareo que intenta disimular en vano- ...No tiene nada... que sentir... Yo misma he sido quien... se ha ofrecido -Esboza una sonrisa cansada- Y... no me... arrepiento -Afirma con seguridad- ...Seguro que... las proximas veces... lo va controlando mejor... -Añade, como dando por supuesto que aquello va a repetirse.

Solo cuando ha terminado de hablar se percata de que las manos de él siguen estando en torno a su nuca y cuello, con los dedos enredados sobre su rojizo cabello ahora desordenado de nuevo. Y, al darse cuenta de ello, no puede evitar que ese fatídico rubor permanente vuelva a exagerarse, en lo que traga saliva, algo azorada... ¿Qué es eso que ha sentido cuando él hacía aquello? No lo sabe con exactitud, pero no se parece a nada que haya experimentado nunca, y ahora es cuando más le cuesta apartar sus ojos del joven, como si el hechizo siguiese activo pese a que él ya se haya saciado.


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Mensaje por Breccio Di Napoli Jue Jun 24, 2010 12:59 am

Escucha con suma atención la definición que Anne-Lise le va dando sobre lo que ha experimentado o sentido respecto a lo que acaban de hacer, asintiendo levemente... Lo de placentero ya lo había comprobado, no solo en sus propias carnes sino también en los entrecortados gemidos de la muchacha. Capta el agotamiento en la voz de la joven así como el ligero tinte ido... Y es entonces, en el momento en que ambas miradas se quedan entrecruzadas, fijas la una en la otra, cuando, tras haber pasado el subidón inicial, ese que le ha hecho ver el placer de morderla, llega la parte mala...

La culpabilidad. ¿Qué ha hecho? Se había prometido a sí mismo no hacerlo, alimentarse únicamente de animales, no ceder a esos estímulos que ahora le habían dominado por completo... Y ahora se había fallado a sí mismo como tantas otras veces en estos años, y lo que es peor, arriesgando una vida inocente y pura. Podría no haber parado, podría haber seguido y haberla dejado seca... Sus ojos se enturbian presa de esa sensación angustiosa que se arremolina en su pecho, de esos remordimientos que parecen ahora devorarlo por completo. Aparta la mirada de súbito y se levanta con un quejido lastimero, encaminándose con rapidez hacia la orilla y, sin pensarlo, se arrodilla, hundiendo la cabeza en las frías aguas... Y, en ese momento, chilla, un chillido desgarrador que en el agua queda camuflado en unas tenues y difícilmente visiblles burbujas. Lo peor de todo es que ella no se arrepiente de haberse dejado morder, casi viéndolo como una especie de rutina que no piensa repetir, no, no quiere...

Tarda varos segundos en salir del agua, con la mirada algo perdida y el pelo cayéndole a ambos lados del rostro y chorreando. No le importaría coger una pulmonía, pero curiosamente comienza a sentir algo más de calor que le obliga a, con movimientos totalmente artificales y autómatas, quitarse de nuevo la chaqueta. Se aproxima a ella de nuevo, intentando no observar esas dos marcas rojizas que le ha dejado en el cuello, conteniendo las naúseas y las ganas de vomitar todo lo que ha ingerido, sintiendo de repente que la sangre parece ácido corrosivo en su interior:

-No volverá a suceder, no, no, no... Podría haberla matado, ¿en qué staba pensando? Dios mío, he cometido una barbaridad... -
Se arrodilla enfrente de ella, tomándola de ambas manos, sintiendo un leve hormigueo recorrerle estas cuando entran en contacto con la piel de Anne-Lise, un hormigueo que su subconsciente registra para preguntar cuando esté en mejores condiciones mentales, clavando sus ojos de un tono ya normal en los azules de ella.- Tengo que recompensarla por poner en riesgo su vida, déjeme hacer algo, cualquier cosa, por usted... Pida lo que quiera, Anne... - "Déjeme librarme de esta culpa con un buen acto, permítame que deje de demonizarme...". Palabras que nacen en su garganta y que terminan por no salir, como tantas otras en tantos años...

Y es que ahora Breccio se da tanto asco como aquella vez hace seis años, una tarde otoñal en su casa, aquella tarde en la que se dio cuenta de la verdad, de como había caído en los juegos de unos y de otros... Y de como terminó por convertirse en lo que ahora es.
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Mensaje por Anne-Lise Shepard Jue Jun 24, 2010 1:45 am

Sin previo aviso, la mirada de Breccio cambia, reflejando una angustia estremecedora que a Anne-Lise no le pasa en absoluto desapercibida. Sin embargo, no le da tiempo a preguntarle nada porque él la suelta, levantándose de golpe y encaminándose al río... La joven le sigue con la mirada, asustada, alzando una mano en un intento vano de detenerle, porque la de él se le escapa antes de que sus dedos pudieran haberle rozado, producto de la rapidez de él y el cansancio de ella:

-Espere, ¿dónde va? -Pregunta, alzando más la voz- Breccio... ¡Breccio, espere, por favor! -Ahoga un chillido cuando le ve hundir su cabeza en el agua, levantándose de golpe para ir tras él, pensando que igual le da por ahogarse o algo así... Sin embargo no ha dado ni dos pasos cuando se da cuenta de que, en su estado, haberse puesto en pie de forma tan brusca no ha sido buena idea, y enseguida cae al suelo, de rodillas, llevándose una mano a la frente- Breccio... Por favor... -Musita, cuando ve aquellas burbujas que oculta su grito.

Le observa salir del agua, suspirando aliviada y poniéndose en pie haciendo acopio de sus fuerzas, regresando de espaldas al banco y sentándose. Le extraña que tenga que quitarse la chaqueta estando mojado, pero serán cosas de su "condición" y no va a preguntar... No después de lo que él empieza a decirle, tomando unas manos que ella no es consciente de que le transmiten ese hormigueo eléctrico. Niega con la cabeza repetidas veces, en lo que sus irises azules intentan infundirle a los oscuros, pero ahora ya normales, de Breccio, la tranquilidad que ella siente aún con el cansancio que refleja:

-No... Por favor... No diga eso -Pide, inclinando levemente el rostro hacia él, con las mejillas encendidas debido a que el subidón de lo sucedido aún no se le ha ido del todo, pese a que ya pueda pensar con claridad- Podría, pero no lo ha hecho... Y además, es normal que se haya descontrolado un poco, era la primera vez que hacía algo así, y aún así míreme: estoy bien, algo mareada, pero bien... La próxima vez que lo haga, seguramente no llegue hasta este punto -Asegura, una vez más dando por sentado que si él lo necesita, ella le dejará repetir- Oh, no... ¡Déjese de tonterías! -Exclama, arrugando levemente la pecosa naricilla a modo de reproche- No ha habido ningún riesgo, no tiene nada que compensar... -Sin embargo, al leer todo aquello en su negra mirada, Anne-Lise no puede evitar ceder minimamente, suspirando- Está bien, si le va a hacer sentir mejor hacer algo por mí, entonces le pediré una cosa... Por más que ni lo crea necesario ni le culpe por nada...

Guarda silencio largos segundos, dando la sensación de que va a pedirle algo valioso o difícil de conseguir y, sin embargo, cuando finalmente habla, lo hace con una petición muy simple:

-Necesito comer algo... ¿Sería tan amable de llevarme a algún sitio? Preferentemente al Hotel Sol de Medianoche, donde conseguí una habitación, y comprar algo por el camino... No tengo demasiadas ganas de entrar ahora a una cafetería -En verdad, tampoco tiene ganas de quedarse sola ahora... Pero eso va implícito, claro.
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Esto no es... [Anne-Lise] Empty Re: Esto no es... [Anne-Lise]

Mensaje por Breccio Di Napoli Jue Jun 24, 2010 2:16 am

Por mucho que Anne-Lise le intente quitar hierro al asunto él lo sigue magnificando, haciéndolo más grande de lo que realmente ha sido por el asco que siente hacia su persona y hacia aquello en lo que se ha convertido. No puede creerse que ella siga insistiendo en que puede repetir, en que puede coger práctica bebiendo su sangre como si de una especie de cultivo propio se tratase... Y, aún así, terco como él solo, niega de forma rotunda, apretando aún más las pequeñas manos de la joven entre las propias, fuertes y vigorosas:

-No, puedo alimentarme de animales como he estado haciendo estos días... Ahora he parado, pero, ¿y si en otra ocasión me descontrolo? No puedo correr ese riesgo, es demasiado buena como para que la mate por accidente... No me lo perdonaría, jamás me perdonaría matar a alguien, y menos a alguien como usted, Anne. -
Afirma con suma rotundidad, observando ese gesto con la nariz que le resultaría, si pudiese sentir o estuviese centrado en intentarlo, adorable, pero que en estas condiciones se le pasa desapercibido. Al menos acepta su compensación y suspira, prestando suma atención a las posteriores palabras de la joven...

Comida, lo debía haber supuesto, nada mejor que reponer nutrientes y líquidos cuando se sufre una pérdida de sangre. Asiente despacio, sin rastro alguno de sonrisa o tranquilidad en su rostro, aún atormentándose por lo que acaba de suceder. Hasta tal punto llega su deseo de ayudarla y de enmendar lo que él considera un grave error que, sin aviso alguno, utiliza sus fuertes brazos para alzarla de los muslos y cargársela a la altura del pecho, con sus brazos aferrándose en el inicio de los gemelos. Sus ojos oscuros se desvían de soslayo a los de Anne-Lise, una mirada tajante, directa y que no admite reproche:

-No pienso dejar que camine y se vuelva a marear... Luego podrá echármelo en cara todo lo que quiera. Por cierto, compartimos hotel... Yo también me hospedo allí, en la habitación 019. -
Le da el detalle más por mera inercia e intento de conversación que por darle alguna información útil, echando a andar en dirección al susodicho hotel con pasos firmes y rápidos.
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