Adrenalina hacia ningún lugar

Aire. Necesitaba un poco aire luego de haber estado tantas horas encerrada en un mismo vagón mirando por la ventana, abstraída. Tanto tiempo encerrada ya me había producido un poco de cansancio y necesitaba estirarme un poco, caminar, sentir algo de viento golpeando contra mi rostro, algo.

Cargando mi reproductor de música salí hacia el mirador del tren. El lugar donde pasaba mayor cantidad de aire –siendo que era directamente al aire libre– y el que tenía mejor vista en toda la extensión de los vagones. Allí observaba pasar a los árboles, las llanuras, algunas casas perdidas, algunos animales perdidos que se encontraban rondando por la zona. Todo rápidamente porque el movimiento no permitía que se pudiese ver mucho más con detalle.

El viento golpeaba contra mi rostro y hacia que algunos mechones de mi cabello, guiados por este, también impactasen contra mí, logrando que moviese un poco mi mano para poder retirarlo. Me di la vuelta, recargándome contra la imitación de pared que poseía aquel lugar y me encontré con que había alguien más allí del cual no me había percatado que estaba antes. Eso era lo que pasaba cuando estaba muy metida en la mente que me perdía de lo que sucedía a mi alrededor. No pensaba en entablar una conversación, aquello no era muy de mí. Volví a darme la vuelta para mirar al exterior, me sentía mejor de aquella forma.

Cosas continuaban pasando por mi vista. La música avanzaba nota tras nota, palabra tras palabra. Ya ni le estaba prestando atención a lo que en estás se decían y me estaban pareciendo simple ruido de fondo que hacía que el ruido que producía el tren fuese menor, porque, a pesar de que el volumen estuviese un poco alto, igual se podía escuchar al tren pasando por su camino, por sobre los rieles, las placas de madera y de metal que hacían su camino hacia su destino.

Me había dado cuenta de que el tren no estaba yendo por donde siempre lo hacía. ¿Me habría equivocado al subirme? Imposible, aquello era muy raro en mi, especialmente luego de que no era la primera vez que me tomaba este mismo tren. Entonces… ¿por qué no era el mismo camino que el de siempre, el que me sabía casi de memoria y que me decía que ya estaba volviendo a casa? Aquello era muy raro.

Me volví a dar la vuelta y me senté en el suelo, juntando mis rodillas un poco a mi pecho y saqué un anotador y una lapicera que había tenido el especial cuidado de sacarla de mi maleta antes de salir al mirador. Pensaba escribir algo, lo que fuese, seguramente sería algo del viaje, le contaría como había sido a Lucy, mi mejor amiga, la que acababa de dejar hace algunas horas antes de marcharme de regreso.

Ya había escrito algunos párrafos sobre el cuaderno cuando sentí que una hoja descendía ante mi vista y se ponía sobre mi anotador. Levanté la vista para ver de dónde había caído y me encontré con que una chica, que no había visto antes en el lugar y que supuse que acababa de llegar, estaba cerca de mi y era la que me había dado aquella hoja con un dibujo en ella. Simplemente le sonreí y me puse a ver qué era lo que había dibujado.

Aquel dibujo era yo mirando hacia fuera, a los árboles y demás vegetación. Me gustaba. Lo guardé entre las hojas de un cuaderno para que no se arrugase. Nunca antes una persona había hecho un dibujo sobre mí, así que este se merecía que lo tuviese bien guardado y que no le pasase absolutamente nada. Volví a la hoja en la que estaba escribiendo antes y escribí un par de cosas más.

“¿Sabes? Aunque este tren me parezca que no es el que debía de haberme tomado y que el paisaje no es el mismo que siempre veo, al parecer la gente que hay en este parece un poco… no sabría como decirte, pero… distinta, quizá un poco amable. Una me hizo un dibujo”, le escribí a continuación y le puse una carita sonriente.

Levanté la vista de la hoja y me encontré con el chico que había visto antes. No se había movido de lugar, pero se había cubierto con una campera la cabeza. ”Aun así, me parece que algunos son paranoicos o están locos, pero… ¿quién soy yo para poder decir qué es cada quién?, jajaja”, continué escribiendo luego de apartar la vista de aquel chico. No sabía lo que le pasaba, pero había escuchado que maldecía por encima de la música. En fin, tampoco me importaba mucho si algo le estaba sucediendo.

Levanté la vista cuando escuché la voz de alguien –sí, a pesar de la música podía escuchar lo que decían los demás, solo por el hecho de que su volumen no era muy alto por una razón de comodidad y acostumbramiento–. ¿Se estaba dirigiendo a mí? Por lo menos me estaba mirando a mí… y no veía a ninguna otra chica a parte de nosotras dos a la que se podría estar dirigiéndose. Dejé la lapicera sobre el cuaderno.

-Sí, de hecho, siempre viajo sola- le respondí mirándole fijamente a sus azules ojos y me encogí de hombros-. Quizá, espero que para cuando lleguemos no siga lloviendo. No me agrada la idea de irme mojando mientras arrastro un bolso tras mi- sonreí de lado y di por concluida rápidamente la conversación dejando de mirarla. Cambié la hoja en la que estaba escribiendo y me puse a hacer algunos garabatos, dibujitos simples, de palitos, y algunos círculos, manchones de lapicera.

En la voz del chico pude sentir el nerviosismo que él sentía cuando también le habló a la chica que me había hablado primero. Le miré de reojo reprimiendo una risa, divertida. Sujetos interesantes eran los que había sobre este tren, sobre este vagón en especial, porque en los otros no había socializado mucho que digamos, mejor dicho, no lo había hecho porque me había mantenido todo el tiempo en silencio, mirando por la ventana pasar a la vegetación y las casas, escribiendo o durmiendo. Todo el tiempo.

Preferí ignorarlos. Si se entretenían entre ellos no me iban a incluir, o por lo menos aquello era lo que esperaba… y quizá deseaba, aunque sabía que si querían hablarme no iba a poder evitarlo e iba a tener que responderles sin quejarme mucho. Levanté la vista para ver por la ventana. Quería comprobar lo que la chica me había dicho y… se podían ver algunas nubes negras, pero no algo tan alarmante. Esperaba que no lloviese por lo menos hasta que llegase a casa.

Ambos se pusieron a hablar. Yo… seguí haciendo garabatos en la hoja. Ya ni se distinguía que era lo que intentaba hacer sobre ella, ya que se veía casi como una masa completamente azul pintada por algunas partes, tachada por otras y escrita por algunos lugares restantes en los que había visto que la hoja me había quedado en blanco. Sí, había hecho un lindo dibujo a hoja completa en la que ya no se distinguía nada y se perdían las imágenes por las demás cosas que estaban alrededor. Donde terminaba una comenzaba otra y así sucesivamente había hecho hasta que no me quedó más espacio blanco en el cual poderle hacer algo. Ya era toda una masa rara el dibujo.

Cambié de hoja y levanté la vista. Ya había dejado la carta un par de hojas atrás. Luego seguiría redactándola en lo que quedaba del viaje para enviarla cuando llegase a casa. El chico ya no estaba, no lo veía en el vagón. Seguramente ya se había retirado del lugar. ¿Tan rápido había hecho a hablar con la otra chica? La busqué con la mirada y allí estaba, aun sentada en la misma mesa en la que había estado desde que llegó.

-¿Tú también viajas sola?- bueno, ya era de romper el silencio también y esta vez me había tocado a mi aunque mucho no me atraía. No pensaba mantener la conversación muy larga, pero por lo menos sería hasta que alguna de las dos nos fuésemos del vagón o que llegásemos a nuestro destino, que esperaba que fuese pronto. Ya no soportaba seguir sobre el tren y quería bajarme no antes posible, es decir, llegar en ese mismo momento.

Le miré fijamente aguardando a su respuesta y no me sentó muy bien el tonó que utilizó cuando nombró que algunas veces viajaba con su esposo. Parecía tan joven y ya estaba casada… había gente que se casaba o muy joven o muy vieja, ella debía de ser del caso de los primeros. Yo, en cambio, nunca había tenido novio, nunca había podido interesarme por ningún chico en especial a razón de las mudanzas y tampoco había pensado en casarme. Nunca se me había cruzado por la cabeza y esperaba que siguiese siendo así. No me molestaba el no tener pareja cuando esto mucho ni me interesaba… si es que nunca había llegado a enamorarme.

-Usted también…- llegué a decirle antes de que ella se retirase y me quedé absolutamente sola en el vagón. Solamente estaban las mesas, las sillas y yo. Nada ni nadie más. Me quedé un rato más allí sentada, escribiendo algunas cosas más en la carta. Cosas insignificantes, pero que seguramente a ella le importaría saber como siempre. No sabía si le iba a llegar la carta o si iba a responderme, como muchas veces pensé en el pasado aunque siempre me terminaba respondiendo, aunque sea un simple mensaje diciéndome que no pudo responderme a la carta o algo.

Pasó un rato y mi cuerpo comenzó a enfriarse un poco. Me estaba dando frío. Sería mejor que entrase y me resguardase en el interior, en algún lugar donde no tuviese frío, porque era propensa a resfriarme y engriparme si me agarraba frío. Por lo que cerré mi cuaderno, enanché la tapa de mi lapicera a la tapa de este y llevándolo entre los brazos, abrazándolo, pasé a otro de los vagones y comencé a caminar por allí.