ho!, pero mira!!!...creo que el paisaje se repite como las caricaturas viejas... [libre]

Había llegado al tren temprano, despúes de la noche que había pasado con Charlotte deseaba huir de Paris. Me senté en un compartimento solo, y dormí durante lo que me pareció una eternidad, viente minutos de reloj. Y mi cuerpo empezó a retorcerse a las seis y veintitrés, sin nadie a mi lado que me revolviese el pelo. Me levanté de mi asiento sintiendo el peso de un aire sobrecargado sobre mis hombros, un par de estiramientos me produjeron fatiga, me sentía solo y vacío. Y de nuevo aquella sensación de llenarme con bourbon y conversaciones de desconocidos.

Corrí la puerta al mismo tiempo que sacaba un pitillo nervioso, de una cajetilla de cobre con aspecto oxidado. No fumaba a menudo, solo cuando el silencio amenazaba con ensordecer mis oídos. ¡Joder! No tenía fuego, pero al menos ya tenía algo con lo que llenar algún incomodo silencio. Un golpe en el latón del tren me hizo volver la cabeza e incluso darme un vuelto asustado al corazón.

-¿Qué te ha hecho el pobre tren?- dije, con una sonrisa medio entornada de las que me había enseñado a poner Pierre, cuando tenía que beberse mi aliento.

El pitillo colgaba de mi mano, me lo puse en la boca y intentando que no se callese le pedí fuego.

-¿Tienes fuego?- sonó a ligue de bar, a deje acusado y tristeza que te golpea las costillas. O quizás no, me era difícil diferenciar la realidad, de lo que mi mente histiónica creaba para satisfacerme.