Los escarabajos del camino.

Una sonrisa se dibujó en mis labios tras sus palabras, el sonrojo la hacía ver delicada y su voz era calida como un café cargado en una tarde de lluvia. Eran pocas veces las que podía darme el gusto de observar y sentir que no estaba solo en un lugar que hasta el día de hoy no podía llamar hogar.

Me sujeté del barandal mirando nuevamente el camino. Es más fácil apreciar cuando no puedes ver de quien se trata, ya que los más lindos detalles no entran por la vista.

-Dicen que el camino se hace más hermoso con los kilómetros, tiene que tener los ojos más abiertos- dije amablemente mostrando mi blanca dentadura que hacía contraste con mi tostada piel.

-¿Lugar de destino?- pregunté cortésmente a pesar que sabía de antemano donde tocarían sus pies cuando el tren se detuviera. Metí la mano a uno de mis bolsillos para sacar un cigarrillo - espero que el humo no le moleste- agregué encendiendo el cigarrillo -pero es el único lugar en donde se puede intoxicar los pulmones-

Me pregunté el motivo en que el árbol la trajo, pero no podía conocer esa respuesta sin antes tener una charla o días de observación.

Venecia, como rememoraba aquel lugar en mis sueños, siempre había una aventura, una fotografía que tomar o un chocolate que probar. Quizás cuando el tiempo lo permitiera me quedaría allí más de un minuto sin tener que volar por sus calles para adquirir productos.

-Eso no se puede negar señorita Vera, como tampoco el olor a tabaco en la chaqueta- sonreí de lado, botando el humo paulatinamente.
Miré el cielo, que poseía un azul interminable, pocas eran las nubes que ensuciaban su infinitud.
-Mi nombre… ¿no la puedo conocer sin decirle mi nombre?, será mejor que no lo conozca, ya que quizás más tarde pueda ser usado en su contra- solté una ligera carcajada. Porqué para el ser humano era tan importante el nombre… al final no es más que una estampa que mancha tu verdadera cara.

-Voy- me quedé pensativo un instante - voy a la ultima estación- no tenía para que decir cual lugar era ese. Odiaba mentir antes de las 12 de la noche.

-¿Cuanto tiempo planea quedarse?- pregunté tras una pausa mirándola. -¿Es que acaso alguien le impide cantar y bailar en este lugar, que lo tiene que ir hacer allá?-Agregué con una nota de carisma y alegría.

Reí ante sus palabras, era una persona muy agradable, y bastante inusual. Y eso me cautivaba. Yo sabía exactamente de que hablaba pero también me gustaba hacer los viajes más amenos y si en la comodidad estaba el hecho de cantar o bailar, pues que así fuera.

-Podrías decirme Wuashimingo- reí recordando un viejo chiste. Algo de mi vida pasada, fuera de la villa. Mi humor continuaba intacto.

-Me encantaría alguna canción de Queen, ¿Te queda el papel de Fredy Mercury?- pregunté ansioso - ... pero sabes- me detuve un segundo y miré hacia dentro del tren. -Tiene mejor acústica el vagón 7, al lado de mi asiento hay un lugar desocupado, si gustas…- sonreí de lado invitándola a que terminara la oración en su mente.

Comencé a caminar hacia el vagón, no era muy bueno atrayendo nuevos pasajeros, pero el intento era algo que el roble tendría que valorar mas tarde.

No miré hacia atrás imaginando que mi precario intento había resultado y Vera vendría atrás mío, al menos el olor a duraznos continuaba impregnado en mi nariz.

Las carcajadas se dejaron escuchar por todo el tren, ella parecía un pequeño mono con cara de mujer, obviamente no lo era pero poseía la misma gracia que uno. Su entonación no era la mejor pero aquellas sonrojes la hacia ver muy adorable y maquillaba sus defectos, al menos para mis ojos.

Entre paso y paso terminó dándome un beso, no le regañé porque no me pareció malo, solo la dejé que fluyera por un buen rato. -Eso no estuvo mal- dije entre risas. Llegando al vagon 7 me acomodé en mi silla y le señale la continua para que se sentara.

Rebusqué en mi bolso lo que necesitaba en estos casos, cuando lo encontré, saqué una caja con pequeños chocolates rellenos con somníferos, abrí la caja y se los mostré: - los compré en una tienda de Paris. ¿Quieres?- pregunté al fin usando un tono algo seductor el cual me hizo sentir incomodo.

-Mi mamá dice que la vida es como una caja de bombones- agregué imitando la voz de Forest Gum -Nunca sabes que te va a tocar- sonreí estúpidamente, tomando un chocolate y comiéndolo, a mi también me serviría una buena siesta.