Bart, no le temas a la gente (Libre)

El tren ya había partido y rápidamente se alejaba de la estación. Suspiré mientras buscaba con la mirada un sitio donde dejar mi equipaje, encontré un compartimiento enseguida y luego de dejar mis maletas allí me dirigí a la cafetería. Estaba tan ansiosa que no podía dormir, y también tenía hambre a pesar de haber cenado bien. Pedí un té y unas medialunas, pero apenas toqué estas últimas, ya que me entretuve mirando por la ventana o a las personas que se encontraban en la cafetería.

Luego de un rato, decidí volver a mi compartimiento. Quería (mas bien debía) dormir un poco antes de llegar a la estación, donde seguramente mi abuela me estaría esperando, fuera la hora que fuera. Era la primera vez que viajaba tan lejos, por lo general era mi abuela la que, una vez cada año y medio o dos años, nos visitaba. Estaba feliz y también ansiosa, siempre me gustaba estar con mi abuelita, y ahora iba a vivir con ella durante un mes, o tal vez un poco más... Era un sueño hecho realidad.

En el pasillo me encontré a una chica que llevaba un perrito muy bonito en sus brazos. Quise acariciarlo, pero no sabía cómo reccionaría con una extraña; ya una vez un perro me había mordido por intentarlo. Tal vez debería hablar primero con su dueña.
-Buenas noches -la saludé cuando estuve lo suficientemente cerca-. Hola perrito -le dije a su mascota, inclinándome un poco-, eres muy lindo, ¿sabías?, tanto como tu dueña. ¿Me dejarás acariciarte?

-Las verdades no se agradecen -le respondí. Solía ser amable con la gente, a menos que me cayera muy mal o que Desdémona tuviera el control. Por suerte para mí, últimamente no sucedía casi nunca; no me gustaba la actitud de Desdémona y también le tenía miedo, a ella y a lo que fuera capaz de hacer.

El perrito agachó un poco la cabeza y yo lo acaricié cariñosamente. Me encantaban las mascotas; eran tan lindas, tan tiernas... ¿Por qué dejé a Caín en casa?, me pregunté.
-Mi gatito actúa parecido. Sale corriendo cada vez que se acerca alguien que no es de la familia, y después se queda mirando a los extraños. Es muy gracioso a veces, pero no vino conmigo.

Sonreí cuando escuché que le caía bien. Deseé que pudiéramos ser buenas amigas, pero seguramente la extrañaría luego de que alguna de las dos bajara del tren. No se puede tener todo en la vida, pensé.
-Claro -tomé al perrito con mucho cuidado y le dije a la chica:-. Mi nombre es Leticia, encantada de conocerlos.

Barty estaba bastante tranquilo en mis brazos. Lo acaricié suavemente y le di un besito en la cabeza. De verdad era muy lindo.
-No me molesta. Así me llaman todos -añadí riendo, sonando algo resignada pero sin estarlo realmente. Me hacía acordar a Leto, una diosa griega; de hecho mi nombre derivaba del suyo. Era genial parecerse en algo a una diosa de la mitología griega; eran los más conocidos, aunque también eran muchos, lo que me dificultaba su estudio-. Puedes llamarme Leti, no hay ningún problema, en serio -agregué.

Le pareció gracioso lo de mi gato, igual que a mí cada vez que lo veía comportarse así. Caín tenía de desconfiado lo que yo de alegre y extrovertida, así de opuestos éramos nosotros; pero nos llevábamos muy bien, y ahora lo extrañaba...

-No le pasó nada - aclaré de inmediato-. Solamente se quedó en casa, con mi madre. Lo extraño, eso es todo -añadí algo triste. Pero no podía traer a Caín, el viaje era muy largo y seguramente lo acusarían de causar algún problema. -No te sientas mal por preguntar, está bien, no me molesta -añadí luego, buscando sonar comprensiva.

-Mmm... Prefiero Aubrey, si no te molesta -dije sonriendo. Me pareció muy gracioso lo del oro. ¿Yo qué sería? ¿Litio?, me pregunté, siguiendo con el juego de elementos químicos. Reí al pensar esto, pero seguramente ella creería que era por su comentario. También era por eso, pero la causa principal era el juego de palabras que mi mente había creado en un instante.

-De verdad es bueno que lo hayas traíado. Te hará compañía durante el viaje, ¿no es cierto Barty? -le pregunté al perrito. Luego volví a dirigirme a Aubrey-. Oh, genial -exclamé cuando mencionó el tour. De verdad parecía un sueño; ella recorrería un montón de hermosas ciudades, vería paisajes asombrosos... Era muy afortunada.

-Yo voy a visitar a mi abuelita, que vive en Ucrania. Se podría decir que ese sueño se volvió realidad para mí.
Estaba muy emocionada, por fin iba a conocer el hogar de mi abuelita Berenice. Había querido ir allí desde pequeña, pero era ella quien siempre venía a visitarnos. Ahora era mi turno de ir con ella.

Algo parecido me sucedía con Caín, me había costado mucho convencerme de que era mejor dejarlo en casa. Era muy travieso, y tenía miedo de que lo retaran por algo, además de que no estaba segura de si permitían animales en el tren y prefería no arriesgarme.
-No hay nada de malo en que creas que es mejor que esté contigo. Sabes bien cómo cuidarlo, se nota. Barty se ve sano y feliz.

Le di otro besito en la cabeza a Barty mientras ella continuaba hablando.
-No te sientas mal por eso, yo también puedo ser muy detallista a veces. Y sí, estoy muy feliz, es la primera vez que voy a visitar a mi abuelita. Siempre quise conocer su hogar, pero queda demasiado lejos. Para nosotros, no para ella. Solía visitarnos dos veces por año...

Me detuve en aquel instante. ¿Qué estaba mirando Aubrey con tanta seriedad? Miré a mi alrededor y noté la presencia de un hombre rubio. Parecía una mala persona, pero me recordé que no debía juzgar a la gente por su aspecto. Cuando el hombre comenzó a alejarse Barty ladró, sobresaltándome, y luego se escapó de mis brazos. Iba tras aquel sujeto. Corrí tras él, y Aubrey iba delante de mí. Estaba muy nerviosa y preocupada por Barty, temía que algo le sucediera. No era bueno que estuviera así, ya que en momentos como ese...

Desdémona aparece.
Corrí hasta alcanzar a aquel sujeto, pasando a Aubrey, que quedó bastante más atrás para cuando lo encontré. Mejor así, podría divertirme un poco más con él. Sonreí maliciosamente. Aquel hombre estaba en el vagón de equipaje, tirado en el suelo, y Barty estaba ladrándole. Deberías morderlo bien fuerte, perrito tonto, pensé. Él intentaba correrse, seguramente temía al cachorro. Debería temerme a mí. Reí y le ordené al perro que se callara. Luego me acerqué al hombre. Le preocupaba algo que llevaba oculto bajo su sobretodo. ¿Qué sería? ¿Acaso se trataba de un ladrón? Era un muy mal día para él entonces.

-¿Qué llevas ahí? Anda, dime. ¿O prefieres que lo busque yo?
No respondió, así que tiré de su brazo para que soltara su sobretodo. Debajo había una cartera rosa. No parecía ser si estilo, pero la navaja que llevaba en su cinturón sí. Se la quité y luego toqué la hoja. Era muy filosa, más que suficiente para matarlo.

-Me quedaré con esto -dije-. Agradece que no lo usaré contigo. Eres muy suertudo -sonreí maliciosamente, y luego lo golpeé para dejarlo inconsciente.
Tomé también la cartera (donde escondí la navaja) y al perro y salí del cuarto, cerrando la puerta. En ese momento apareció Aubrey y llamó a la idiota de Leticia...

Lo que hizo que Desdémona se fuera, gracias a... bueno, a todos los dioses.
-Hey, ya tengo a Barty. El hombre... -no recordaba bien lo que había sucedido durante la aparición de mi otra personalidad, así que pensé rápidamente. ¿Qué hacía yo con una cartera que no era mía?-. Era un ladrón, tenía esta cartera escondida. ¿Crees que la haya robado aquí, o antes de subir al tren?