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Mensaje por Anne-Lise Shepard Sáb Jun 19, 2010 11:06 pm

"Clack, clack, clack..." El repiquetear de una muleta resuena varias veces por el pasillo del tren, llamando la atención de los pasajeros que, sumergidos entre el humo de un cigarrillo o un café, alzan la vista de la ventana o las páginas de los periódicos del día para posarla en la autora del molesto sonido. Y, cuando la identifican, en vez de apartar la mirada, suelen seguir su trayectoria con esta, sin mucho disimulo, dando un codazo a su acompañante de tenerlo.

Seguramente sea porque, sin presentar escayolas que requieran su utilización, una joven con aspecto infantil es la que parece necesitar del apoyo de esa herramienta para caminar. Su delgadez extrema y sus ropas holgadas tapándolo todo no ayudan demasiado a, unido a su situación, lograr pasar desapercibida, algo a lo que sin embargo ella parece estar tan acostumbrada que directamente, actúa como si no fuese consciente de estar siendo observada. Hace mucho que dejó de permitir que la incomodidad se apoderase de su ser y por eso, en lugar de reflejar molestia en su semblante, incluso sonríe con amabilidad a algunos poco discretos cuando sus grandes ojos azules se chocan con otros.

-Disculpe, señor... ¿Podría usted abrirme la puerta, por favor? -Pide con voz dulce, en tono educado, a un empleado del tren situado cerca del mirador. Este, asintiendo, se la abre y ella le dedica una angelical sonrisa- Muchas gracias, es usted muy amable -Se despide con la misma cordialidad, saliendo al exterior...

...Y, justo cuando lo ha hecho, Anne-Lise comprende porque su hermano le recomendó que no fuera a ese lugar. Está apunto de perder el equilibrio ante el vaivén del tren, que es más notorio allí, y su mano apenas puede imprimir fuerza a la barandilla cuando se agarra, sin soltar con la otra la muleta. Él se había ido a la cafetería y ella, aburrida ante el hecho de que la enfermera que les acompañaba se había dormido, había decidido desobedecerle y acudir allí. Ahora el paisaje que se iba viendo al paso que se movían, rápido, le maravillaba, pero a la vez le resultaba mareante...

Sin poderlo evitar, al coger una curva, la muchacha con apariencia de niña se tambalea y cae al suelo, mascullando asustada.


Última edición por Anne-Lise Shepard el Dom Jun 20, 2010 1:59 am, editado 1 vez
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Mensaje por Breccio Di Napoli Sáb Jun 19, 2010 11:19 pm

Una de las cosas que más tedio le daba de los viajes en tren era el largo tiempo que se destinaba entre un trayecto y otro... Había tenido intención de coger un avión, pero el asunto era de suma urgencia y esperar a que hubiese un vuelo libre no le resultaba del todo rápido, por ello mismo se había decantado por el método ferroviario. El libro que tiene entre sus manos sobre metafísica y fiolosofía existencial (uno de sus particulares métodos de reírse de lo que van exponiendo, porque a él no le vale para nada), está a medio leer, pero los ojos comienzan a escocerle. Por ello mismo lo cierra y lo guarda en su bolsa de viaje, levantándose con soltura y estirando las piernas sin molestar al hombre que tiene al lado, profundamente dormido... la verdad es que no entiende como puede dormir con el constante traqueteo del los raíles, pero allá cada uno con sus gustos.

Se encamina hacia el siguiente vagón con paso calmado, dispuesto a tomar un poco de aire fresco en la terraza, algo que no le vendrá mal ante el viciado ambiente que reina en los diferentes compartimentos. No tarda en alcanzarla, abriendo la puerta despacio y sintiendo el aire azotarle en su cara y pelo, provocando que esté se eche un poco hacia atrás. Se acostumbra rápido y cierra una vez entra, agradecido en silencio por haberse puesto una chaqueta de cuero, camiseta y vaqueros grises, resguardándose así del frío.

Y, lo primero que se encuentra, es a una muchacha tirada en el suelo. Alza una ceja de forma ciertamente escéptica, pero no tarda ni dos segundos en acercarse a la susodicha y agacharse, tendiéndole la mano para que se levante pero sin sonreír. Sus modales y educación, presentes ante todo:

-¿Se encuentra bien? -
Pregunta con su voz característicamente enigmática, átona, mirándola fijamente con sus dos ojos oscuros como la noche que comienza a avecinarse.
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Mensaje por Anne-Lise Shepard Sáb Jun 19, 2010 11:46 pm

Intenta levantarse, pero las piernas, temblorosas, le siguen sin obedecer. Cuando le fallan, suelen tardar en responderle, y por mucho que lleve consigo la muleta, no sirve de nada. Si Edward la viese ahora... Seguramente le diría que se lo tiene merecido, y se quedaría observándola en silencio hasta que consiguiera levantarse por si sola y, cuando lo hiciera, se encontraría entonces con una buena reprimenda, gritos, y quizá una bofetada que le doliera durante días.

Su semblante se ensombrece ante ese pensamiento, intentando apartarlo de su mente para centrarse en la tarea que tiene delante, cuando escucha la puerta abrirse detrás suyo. Se gira, en un principio horrorizada ante la idea de que sea su hermano, pero suspirando con alivio al comprobar que se trata de alguien desconocido que, sin que le de tiempo a pedírselo, se acerca a ayudarla. Acepta con timidez la mano que le tiende, aferrada con la otra a la inútil muleta, y logrando incorporarse, fijando sus enormes ojos claros en los oscuros del joven:

-Eh... Yo... -Se ruboriza, y las pecas de su rostro parecen resaltar más cuando sus mejillas adquieren un tinte sonrojado, pero logra recuperar un poco la compostura- Discúlpeme usted, me he quedado algo atolondrada pero... Sí, estoy bien -Sonríe, con serenidad, asintiendo levemente- Muchas gracias por preguntar, y por haberme ayudado... Ha sido usted muy amable. -Le dice, con exquisita educación.

Podría haberlo dejado así y, entonces, habría parecido una pequeña damita de la alta sociedad, pero en lugar de eso, no se calla. No, y tampoco suelta la mano que él ha usado para levantarla, sino que se aferra a ella, para evitar volver a caer, imprimándole calor a ese agarre. Sin apartar en ningún momento su mirada azulada de la del chico, Anne-Lise sigue hablando, ignorando el sonrojo que aún le dura:

-No lo entiendo, alguien tan amable no debería ser tan desdichado... -Como suele ser usual en ella, está hablando sin pararse a pensar, poco acostumbrada a hacerlo e incapaz de entender que hay de malo en decir la verdad- ¿Puedo hacer algo por alegrarle? -Pregunta, sin en apariencia ser consciente de que hacer ese tipo de preguntas no siempre es buena idea- Al fin y al cabo, estoy en deuda con usted...
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Mensaje por Breccio Di Napoli Dom Jun 20, 2010 12:09 am

Curioso... ¿Acaso ha dicho o hecho algo que provoque ese sonrojo, o va implícito en la naturaleza de la muchacha sonrojarse ante meros modales corteses? La pregunta surca su mente, y tan rápido como ha aparecido la descarta, puesto que carece de importancia alguna. No parece fijarse demasiado en sus rasgos o en su figura, puesto que lo único que hace es echarle un rápido vistazo a la muleta y, de forma disimulada y sutil, a las piernas de la chica.. No parece coja, así pues, ¿ por qué la lleva?

Otra pregunta idiota que decide no realizar... pero cuando va a soltarle la mano al ver que se ha reincorporado la vuelve a sujetar firmemente. El traqueteo es algo pesado y constante, sí, pero tanto... De todos modos no parece molestarse lo más mínimo ante el hecho, esbozando un sutil amago de sonrisa que no dice gran cosa, de nuevo esa caja de misterios que es él oculta tras toneladas de buen hacer:

-No hay por qué disculparse, es el deber de todo caballero socorrer a alguien en apuros, ¿no? -
Pregunta retórica, puesto que la respuesta es más que obvia.- De todos modos no me extraña, los viajes en tren son algo complicados... Especialmente para los que tienen dificultades de movimiento. -No parece querer decir nada con esas palabras más allá de recalcar un hecho... Todo lo contrario que la muchacha cuando le lanza ese ataque en toda regla, o bueno, ataque si viniese con un tono apropiado al mismo, porque la naturalidad con la que lo pregunta le hace arquear de nuevo una ceja:

-¿Disculpe? -
Pregunta, ocultando perfectamente la incredulidad que le acaba de causar la joven. Sin embargo, rápidamente analiza la situación, el problema y las respuestas ante la siguiente pregunta.- No está en deuda conmigo, señorita... Y estoy perfectamente, gracias por la pregunta, es solo que los viajes nocturnos me resultan agotadores.

Y, ahora sí, se suelta del agarre con suma delicadeza, dando la vuelta sobre sí mismo y apoyando los brazos en la barandilla, perdiendo la mirada en el paisaje.
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Mensaje por Anne-Lise Shepard Dom Jun 20, 2010 12:32 am

Esboza de nuevo una sonrisa, esta más condescendiente, al escuchar sus primeras palabras. Niega con la cabeza, logrando que varios mechones de su desordenada cabellera rojiza le caigan por encima del rostro. Ante lo siguiente que dice no parece molestarle, al fin y al cabo es verdad, claro que lo que él no sabe es que va más allá que simples dificultades, qué, cada día que pasa, se va consumiendo lentamente como una rosa al avecinarse la llegada del invierno... Solo que, a diferencia de la flor, Anne-Lise, pese a no temer ya al propio invierno que le depara, a la muerte, y pese a no lamentar esa posibilidad, está dispuesta a luchar por evitarlo... Por eso va a poner todo su empeño en que el tratamiento salga bien y, si no es así, al menos sabe que se irá de esta vida combatiendo. Y ese pensamiento es el que le da fuerzas y logra que, sin dejar de sonreír, pueda responderle:

-Sí, se supone que así es... Y, en efecto, usted acaba de demostrar que es todo un caballero -Dice cordialmente, sin poder evitar observarle una milésima de segundo de arriba a abajo: Todo un caballero, no cabe duda...- Bueno, las complicaciones nos hacen más fuertes... ¿No es así? -Suspira, sin afirmar ni desmentir nada... Al fin y al cabo, es obvio que tiene un problema, y él tampoco ha preguntado directamente- Pese a todo, lamento el bochorno ocasionado, espero que pueda usted aceptar mis disculpas... -Abre entonces mucho los ojos, dándose cuenta de una cosa- ¡Caray, no me he presentado! Perdóneme usted, por favor... ¿Cómo he podido ser tan desconsiderada? -Se ruboriza otra vez, por completo, pero sonríe pese a ese hecho- Anne-Lise Shepard... Un placer.

Y entonces él la suelta, de improvisto, y Anne-Lise, sin poder evitarlo, se tambalea de nuevo, aunque logra alcanzar la barandilla antes de chocarse contra el suelo. Jadeante, aferra con más fuerza aún su muleta, intentando no marearse ante la rapidez con la que el paisaje se aleja ante sus ojos, algo difícil dado que al estar cada vez más oscuro, es más difícil distinguir nada de lo que rodea al tren en su trayectoria... Al final, muy a su pesar porque aun con todo era una estampa fascinante, se decide a cerrar los ojos y ladear el rostro hacia otro lado.

-Discúlpeme, ha sido un comentario osado por mi parte... -Dice en un susurro, en lo que su sonrojo aumenta- Pero no es necesario que me mienta diciendo que está perfectamente, basta con que me diga que no es asunto mío el motivo de su melancolía -Añade, igual que anteriormente, como si nada- Pero sepa que, en deuda o no, si hay algo con lo que pueda alegrarle un poco la noche, estaré encantada de hacerlo... -Ofrece de nuevo, con dulzura, sonriendo sin abrir de nuevo los ojos.

Justo cuando parece haber logrado recuperar del todo el equilibrio, otra curva en la vía hace que el tambaleo la haga precipitarse... Directa hacia el cuerpo del muchacho.
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Mensaje por Breccio Di Napoli Dom Jun 20, 2010 1:09 am

¿Las complicaciones nos hacen más fuertes...? Eso depende del tipo de complicación y de la fortaleza de uno mismo más que de un mero dicho verbal. Sin embargo se lo guarda y se lo calla, decirle algo así a alguien que se tambalea por el mero traquetear del tren podría resultar hasta ofensivo, y él, por nada del mundo, resulta grosero a no ser que le saquen de sus casillas. Por ello mismo mantiene el amago de sonrisa, memorizando el nombre con suma facilidad... Porque el nombre compuesto y el apellido le dan una información que probablemente a Anne se le pase por alto... Eso, y el acento de la muchacha. Tras observar que poco paisaje va a ver cuando la oscuridad se cierne sobre el mundo desvía la mirada hacia Anne, observándola en una especie de estado de trance o meditación...

Y otro ataque más, por llamarlo de alguna forma. La verdad es que no, no está contento, pero, ¿y? ¿acaso debería estarlo? Son preguntas muy obvias y simples... El término exacto tampoco es melancolía, pero no ve la necesidad de desmentirle o afirmarle nada, porque si lo niega es muy probable que para ella suponga una afirmación rotunda:

-La osadía implica una mente creativa y abierta, Anne... Lamento no poder responder a vuestra sugerencia o invitación, puesto que no necesito... -
No termina la frase, puesto que el tren vuelve a girar y mece a Anne como una hoja movida por el viento, ocasionando que choque contra él. Lo ha visto venir, el segundo de antes necesario para que una de sus manos se aferre a la barandilla y el otro brazo se extienda en arco, tensando el cuerpo... Y, en cuanto la ve precipitarse, cierra el arco entorno a la espalda de ella y mantiene el equilibrio, evitando irse también al suelo. Una vez sujetada se suelta de la barandilla, despacio y sin ninguna prisa:

-Al parecer seré yo quién le alegre la noche a usted si logro que no se mate o salga despedida del tren. -
Bromea, aunque no lo parezca, una broma siempre cargada de ese matiz cortés, elegante y, sin darse cuenta, atractivo, al menos ahora esa no es su intención. De todos modos continúa hablando, una conversación la forman dos... Y tiene cosas que decir- Breccio Di Napoli, encantado de conocerla... Y deje de pedirme disculpas o al final seré yo quién tenga que pedirlas por no aceptárselas, Anne...

Y, ahora sí, rompe el cerco que había creado y la deja de nuevo libre, por llamarlo de alguna forma... Deja transcurrir un par de segundos de silencio en los que se apoya de nuevo en la barandilla, solo que esta vez ladea el rostro en dirección a la joven. Nunca rechaza una buena conversación, y por lo que lleva de tiempo con ella no parece idiota especialmente:

-Y dígame, Anne, ¿viene sola...? Me resultaría difícil de creer que se haya recorrido una distancia tan larga... Reino Unido para un poco lejos, y más aún para una muchacha con complicaciones como usted. -
De nuevo no parece querer ofenderla, recalcando indirectamente que, a través del acento, el nombre y el apellido, ha logrado adivinar su nacionalidad... No en vano está acostumbrado a distinguir idiomas y cepas de los mismos.
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Mensaje por Anne-Lise Shepard Dom Jun 20, 2010 1:58 am

Cuando ya creía que va a terminar cayéndose al vacío, algo lo impide... O mejor dicho, alguien. En un primer momento Anne-Lise simplemente experimenta el alivio de haberse librado de la segunda caída de la noche que, a diferencia de la primera, podría haber sido más grave. Pero, pasados unos segundos, se da cuenta de cómo ha evitado Breccio que sucediera: agarrándola con un brazo, rodeándola y, en resumidas cuentas, estableciendo un contacto físico entre ambos al que no está acostumbrada con casi nadie...

No le ofende, no le molesta, simplemente es una cercanía que le pone nerviosa, y que hace que se quede algo turbada, con las mejillas encendidas en ese habitual sonrojo, y tarda varios segundos, demasiados quizás, en ser capaz de articular palabra. Segundos durante los cuales le mira, visiblemente cohibida, mordiéndose el labio inferior en un intento de volver a recuperar esa compostura que una señorita como ella no debería perder:

-Gracias... Breccio... -Logra decir, esbozando finalmente una sonrisa sincera- Ahora sí que estoy en deuda con usted, diga lo que diga... Una vez pase, pero dos no pueden ser casualidad -Añade, apoyando la muleta en el suelo de nuevo y, con la mano libre, agarrando la barandilla como si se le fuese la vida en ello- Y permítame discrepar con usted... Yo creo que sí lo necesita, tanto como yo he necesitado que me agarrase para no caerme -Afirma segura, aunque su tono no abandona la dulzura habitual.

Por paradójico que suene, se siente insegura cuando él rompe el cerco que les unía, porque, aunque ahora se sujete con más ahínco, teme volver a caer. En efecto, no le ofenden sus palabras, aunque sí que abre un poco más sus grandes ojos algo sorprendida, sonriendo esta vez por la curiosidad:

-¿Cómo lo ha sabido, siendo italiano? ¡Seguro que es usted un intérprete y ha recorrido mucho mundo! -Comenta, con admiración- Italia, además, debe ser preciosa... En el viaje de fin de curso, al terminar el colegio, ese era el destino del mío... Ojalá hubiera podido ir -Murmura con cierta amargura en la voz, sin pararse a pensar en la información sobre la edad que puede dar con ese comentario. Seguramente Breccio, que debe ser algo mayor que ella, la haya tomado por una adolescente, casi una niña, igual que la mayoría de personas... Sin embargo, ella ya es adulta y mujer, aunque muy joven- No, no viajo sola... Me acompañan mi hermano y una enfermera a mi cuidado, pero él se ha ido a emborracharse con otro empresario y ella se ha quedado frita -Se lleva una mano a la boca, al darse cuenta de lo que acaba de decir, negando enseguida con la cabeza, logrando otra vez que varios mechones le caigan revueltos por encima del rostro- No, no debí decir eso... Quería decir que mi hermano está manteniendo una charla con un hombre de negocios y mi enfermera tomándose su merecido descanso... -Al haberse soltado, vuelve a tambalearse, pero esta vez logra aferrarse a la barandilla sin mayor peligro- Usted viaja solo y por trabajo, claro... -Lo afirma, porque si estuviese acompañado, seguramente estaría más contento y, si es intérprete, tienen que ser asuntos laborales- Aún así, ese no es motivo suficiente para su tristeza... Aún solo y trabajando, viaja y conoce mundo, puede contemplar la belleza de muchos lugares... Algo fascinante...
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Mensaje por Breccio Di Napoli Dom Jun 20, 2010 2:27 am

-Digamos que estaba en el sitio adecuado en el momento adecuado, ¿le parece, Anne? -Responde a su insistencia de deberle un favor, únicamente se comporta como debe, forma parte de su personalidad y no por ello se merece ningún tipo de agradecimiento o compensación. Sus ojos oscuros ahora ya no se desvían de los de la muchacha, analizándola como tantas otras veces ha analizado a otras personas... ya no solo es el físico lo que le trnasmite fragilidad, sus expresiones o sus comportamientos son demasiado espontáneos, naturales... Ahora bien, no se le pasa por alto la profundidad del azul o la seguridad con la que afirma ciertas cosas... Y, de hecho, si fuese otro, probablemente sería capaz hasta de hacerle dudar... Pero con Breccio no resulta sensillo, la acaba de conocer, y por mucha seguridad que de no puede saberlo todo en este mundo... Quizá en un tercer, cuarto o quinto hipotético encuentro podría darle la razón...

Pero de momento se conforma con rebatirle los argumentos, sumiéndose en uno de esos debates que tanto le suelen interesar, prestando algo más de atención ante sus posteriores palabras.¿Ha terminado el colegio? Vaya, eso sí que no se lo esperaba, no le echaba dieciocho (como mínimo) ni en broma... Pero el mundo está lleno de sorpresas,y hoy le tocaba a él toparse con una . El amago de sonrisa no se borra de los labios del joven en lo que un tenue brillo recorre la oscuridad de sus ojos, una chispa que se desvanece tan rápido como ha aparecido:

-Es usted muy perspicaz, Anne, en efecto, trabajo como traductor, estoy acostumbrado a diferenciar tonos, acentos y pronunciaciones del inglés y otros idiomas. -
Se explica sin ánimo de ocultarle ese detalle, al fin y al cabo ella lo ha adivinado y decirle lo contrario sería un insulto a su inteligencia.- No crea que realmente es para tanto, mucho bombo... Hay ciudades más estéticamente bonitas, como Berlín o Paris... Algún día podrá visitarlas, no le quepa duda. -Es en ese momento cuando escucha lo que se esperaba, que no viene sola... Él toma otro detalle más, el de la enfermera personal, y es que una persona con una simple cojera no requiere de cuidados constantes... ¿Qué oculta ese rostro pecoso y sonrojado? Otra pregunta que descarta con rapidez, puesto que ella vuelve a intentar hacerle ver algo que, en su opinión, no es así, aunque acierte en un par de cosas:

-Viajo en compañía de un maravilloso libro metafísico, Anne, por lo que, a términos prácticos, no viajo solo... -
Otra broma de las suyas, de esas con las que nadie se ríe... Y es que no están hechas para reír, o al menos nadie ha tenido el sentido del humor suficiente como para hacerlo.- El término fascinante es muy relativo... Para un psicópata es fascinante descuartizar a una persona, mientras que para un cirujano es fascinante abrir a alguien en canal y no dejar cicatriz alguna... Aunque creo que no debería traumar a una jovencita con este tipo de revelaciones, o los remordimientos no me dejarán dormir. Discúlpeme. -

Sorprende bastante que, aún viéndola como una jovencita, no le pierda el respeto ni las formas, siempre tratándola de usted y con cortesía... Otro quizá ya habría pasado del tema y la habría ignorado completamente, pero él, al contrario de mucha gente, piensa que la perspicacia y la viveza mental no dependen de la edad, sino más bien de la maduración del mismo invdividuo...

La pregunta es, ¿cómo de madura podrá ser la pelirroja muchacha que tiene delante? Una gran incógnita que, si puede, intentará descifrar.
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Mensaje por Anne-Lise Shepard Dom Jun 20, 2010 3:03 am

-Me parece, Breccio -Accede finalmente, dibujando otra angelical sonrisa. El viento sopla con algo más de fuerza, no tanta como para poder hacerla flaquear, pero sí para apartarle los rojizos mechones del rostro y hacerlos flotar hacia atrás, dejándolo despejado, y Anne-Lise guarda silencio, largo rato... Sus inquietos ojos azules examinan al ahora no tan desconocido en lo que él habla, deteniéndose en esos irises oscuros como si con los suyos pudiese traspasarlos y mirar más allá. Sí, da la sensación de estar observándole no por fuera, sino por dentro, dada la fijeza que transmite en su mirada.

Una mirada para la cual no pasa desapercibida esa fugaz chispa que aparece en los ojos de Breccio, aunque no le da tiempo a quedarse del todo con ello. Pero sabe que ha aparecido, lo ha visto, y también ha visto como ha parecido sorprenderle que ya haya terminado los estudios... Si el supiera que, de hecho, podría llevar casi dos años en la Universidad... Mas no es el caso, ya que el empeoramiento de su enfermedad impidió que pudiera realizarse continuando su formación.

-Los idiomas son fascinantes, sin lugar a dudas... De pequeña me obligaron a aprender Francés e incluso algo de Italiano, y ahora agradezco que así haya sido, porque a raíz de eso desarrollé un interés por las lenguas que me llevó a estudiar Alemán en el colegio, ¿sabe? No me habría importado dedicarme a algo relacionado con eso de haber proseguido con los estudios... Le admiro, créame-Aunque su sueño habría sido ser violinista, pero claro, eso era una locura en una familia de clase tan alta- Quizá a usted no le resulte para tanto porque se ha criado y ha vivido allí la mayor parte del tiempo... Pero para aquellos que solo la conocemos por medio de las ilustraciones y películas, la cosa es diferente -De nuevo su semblante adquiere un tinte melancólico ante lo siguiente que él dice, en lo que su sonrisa se vuelve algo amarga y niega con la cabeza- Se equivoca... Eso no es del todo seguro, con suerte así será pero... Es bastante probable que no llegué a ver mucho más que el destino final del tren.

Y es que de nuevo, aunque mantenga la esperanza y quiera luchar por anteponerse a una enfermedad que todo el mundo dice que es imposible curar, aunque quiera al menos prolongar su vida lo máximo posible para disfrutarla, lo cierto es que ha asumido que es muy probable que no pueda ser así. No es algo por lo que se lamente o que le asuste, pero sí le apena saber que habrá tanta belleza que sus ojos no llegarán a contemplar, y tantas sensaciones que jamás podrá experimentar... Enamorarse, ser correspondida, disfrutar de una verdadera amistad, viajar a mil lugares, estudiar... Es inevitable entristecerse, pero mantiene en general la felicidad de saber que al menos trata de vivir intensamente cada momento, como si fuera el último, y eso se nota en su actitud general, porque enseguida la nostalgia desaparece y su rostro recupera la serenidad habitual.

-¿Metáfisica? ¿Qué corriente? ¿Algún autor en concreto? -Inquiere, separando despacio las preguntas para sonar educada, aunque sin ocultar la curiosidad- Oh, por favor, no me venga ahora con puntos de vista... Claro que es relativo, pero salta a la vista que usted es un amante del arte y la belleza, no hay más que verle, y por tanto, seguramente comparte el significado de fascinante conmigo en lo que conocer mundo y cultura se refiere... ¿Me equivoco? -Ríe con suavidad ante su comentario, ruborizándose levemente, poco acostumbrada a ser tratada con ese respeto y menos por alguien joven y del sexo contrario- No sea ahora usted el que pida disculpas innecesarias, o tendré que acusarle de darme mal ejemplo...
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Mensaje por Breccio Di Napoli Dom Jun 20, 2010 11:01 am

Asiente al ver que, al fin, lo ha entendido y no parece dispuesta a seguir pidiéndole disculpas. Tampoco parece achantarse o sentirse invadido ante la mirada de Anne-Lise, puesto que él también podría considerarse un experto en eso de mirar fijamente a las personas y encontrar detalles que a otros podrían escapársele. Mantiene el respetuoso silencio en el que ha sumido mientras la joven habla, esbozando de nuevo un amago de sonrisa que hace unos segundos había desaparecido... Vaya, cuatro idiomas, no está nada mal... Pero sigue habiendo una duda que le carcome por dentro y que necesita respuesta para encajar el resto de piezas del puzzle que está suponiendo la conversación:

-Discúlpeme por el atrevimiento, Anne-Lise, pero, ¿qué edad tiene? Si le soy franco no le echaba la mayoría de edad ni mucho menos, pero también me reuslta demasiado... Increíble que tenga tantos conocimientos siendo una adolescente... La mayoría andan centrados en otros temas más vanales y simples que la perfección de la lengua, como usted bien sabrá. Y no es mal trabajo, no se lo niego, pero resulta agotador y no deja mucho tiempo para uno mismo.
-¿Verdad, mentira...? No lo deja muy claro, aunque sí es cierto que es un trabajo que te obliga de ir de aquí para allá... Y eso a algunas personas les resulta entretenido y gratificante. A él, le es indiferente. No pierde detalle de ciertos matices en el tono de voz de la muchacha o en su sonrisa cuando parece hablar de sí misma y de su enfermedad. Sí, al parecer tiene probabilidades de abandonar este mundo, pero no nota una desesperación ni una amargura sublimes, más bien parece luchar y, si la lucha falla, resignarse... Una curiosa forma de pensar o de actuar que implica madurez, otros probablemente en su caso ya estarían muertos de pura pena...

Quizá por ello la interrupe y rebusca en uno de sus bolsillos, sacando una pequeña réplica del vaticano y depositándola, con delicadeza, en las manos de la joven:

-En principio era para mi cliente, un regalo siempre mejora las relaciones contractuales... pero creo que usted lo necesita más que él... Comprada en la misma plaza del Vaticano, puramente italiana. Y no se preocupe, saldrá adelante si mantiene esa mentalidad.
-Ataja, no aceptando una devolución... Pero sin saber realmente si lo conseguirá. Mentalidad tiene, sí, esfuerzo y ganas también parece ponerle... pero en la vida, en ocasiones, no todo son ganas o esfuerzo, la suerte, aunque le pese, también toma un papel importante. No se sorprende lo más mínimo ante las posteriores preguntas, viendo lo visto que sepa de metafísica le resulta hasta comprensible... Y es que va desentrañando cosas de la joven conforme la conversación avanza:

-Nietzsche... Fascinante, sin duda alguna, ¿lo conoce, Anne-Lise? -
Vuelve a utilizar su nombre completo, siendo quizá demasiado atrevido. Tiene que contener una carcajada mordiéndose el labio inferior cuanto termina de escucharla... ¿Amante de la belleza y las Artes? Acierta en unas cosas y erra en otras, pero más que culparla le divierte- Fascinante no sería el término más aproppiado. Cuantas más cosas se conocen más situaciones pueden solventarse o más conversaciones se pueden dar... Conocer mundo y cultura van implíicitos en mi trabajo, aunque quizá no se equivoque del todo y puede que me guste... Lo dejo asu libre albedrío, Anne-Lise. En cualquier caso, conversaciones tan interesantes resultan difíciles de seguir con el ritmo del tren tan... Sonoro... ¿Me permitiría invitarla a un café? -Educado y cortés hasta la exquisitez, hasta el punto de, con una mera invitación a tomar algo, resultar atractivo... Cualidades de las cuales no se da cuenta, demasiado pendiente en mantener una conversación que, a la larga y al parecer, le va a resultar más interesante que un libro.
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Mensaje por Anne-Lise Shepard Dom Jun 20, 2010 3:12 pm

Vuelve a reír cuando él le pregunta la edad, algo a lo que está tan acostumbrada que, sabiendo por qué motivo suelen preguntárselo, prefiere tomárselo con sentido del humor. Siempre le echan unos catorce años, quince a lo sumo, incluso alguna vez le han dicho que si tenía trece. Nunca suelen acercarse ni a los dieciséis, y ella tiene diecinueve muy avanzados, aunque no sepa con seguridad si llegará a los veinte, ya que no sabe si le quedan diez años, dos, o solo unos meses, y muchas cosas dependen del nuevo tratamiento... Pero ninguno de esos pensamientos es capaz de poder con su sonrisa, que amplía levemente al contestarle:

-No se preocupe, estoy acostumbrada a tener que contestar a eso... Bueno, me faltan apenas unos meses para cumplir la veintena... -Responde, con serenidad, sin añadir coletillas como "si llego a vivirlos", puesto que lo ve innecesario. No busca la compasión ni la pena de nadie, ella lo tiene asumido, y Breccio es inteligente y observador, así que ya debe haberlo intuido también- Bueno, yo en mi adolescencia ya andaba centrada en adquirir conocimientos sobre todo lo que me fuese posible, ya le digo que los idiomas los estudie desde niña y perfeccioné en esa etapa de mi vida... Pero sí, el poco tiempo que pude estudiar en el colegio me bastó para darme cuenta de que esa no es la norma general -Fiestas, discotecas caras, romances y hormonas. Hasta en la élite social adolescente hay de eso, por más que los colegios quieran tener fama de religiosos o conservadores.

Se podría haber esperado muchas cosas de el joven que acaba de conocer, pero ninguna como la que sucede... Anne-Lise abre de nuevo los ojos muy sorprendida, entreabriendo los labios y titubeando cuando una de sus manos coge aquella réplica del Vaticano y escucha que es un regalo, para ella. Sin poderlo evitar, ni quererlo realmente, se deja llevar por sus impulsos, olvidándose de sus modales y vergüenza y se abraza al chico, con efusividad pese a no hacerlo de forma demasiado pegajosa. No obstante, cuando se da cuenta de su atrevimiento, se separa con rapidez, tambaleándose y estando apunto de tirar la figurita al suelo, aunque logrando mantener el equilibrio gracias a la muleta:

-Oh, lo siento... Me he dejado llevar por la gratitud y la emoción del momento... -Se disculpa, de nuevo ruborizada por completo- En serio, le diría que no puedo aceptarlo con tal de seguir con el protocolo pero estaría siendo una hipócrita si lo hiciera... Muchísimas gracias, no sé como puedo corresponderle, pero si hay algo que pueda hacer, en serio, dígamelo... -Pide, con un brillo ilusionado en la mirada, ciertamente vidriosa, denotando que poco le ha faltado para soltar alguna lagrima ante el gesto recibido.

Quizá para muchos su reacción raye lo sobreexagerado, pero alguien como Anne-Lise no está acostumbrada a recibir, y menos de gente desconocida. No dice nada a lo de que saldrá adelante, porque eso nadie lo sabe, y ella es bien consciente de que la mentalidad no basta, de que aunque tenga voluntad, esperanza y ganas, la suerte, la naturaleza y las circunstancias tienen un gran papel en todo esto. En lugar de entrar al tema, atiende a las posteriores palabras de Breccio, escuchando con educación:

-Claro que lo conozco... Y la verdad, aún siendo radical en algunas posturas, hay otras que me encantan... Opino que tiene mucha razón en sus teorías vitalistas, ¿sabe, Breccio? Yo creo, al igual que nuestro amigo Friedrich, que hay que vivir siempre con la ilusión que lo haría un niño, como si realmente quisieramos que esta vida se repitiera, y disfrutarla al máximo -Increíble que en su situación pueda afirmar algo así tan convencida pero, ¿quién mejor que ella que no sabe cuanto le queda para afirmar que hay que aprovechar cada segundo con ilusión?- Fascinante o no, mi libre albedrío cree que, en efecto, así es... Lo que pasa es que usted no es aún consciente de hasta que punto le gusta -No puede evitarlo, cuando la invita tan educadamente, a ella, a tomar algo, Breccio se antoja a ojos de la joven como alguien demasiado atractivo como para poder permitirse mirarlo. No, ella no se puede permitir tener pensamientos como ese, debe ser realista, pero... ¿Qué malo hay en, al menos, soñar un poco? Por eso, aún con las mejillas teñidas de rojo, Anne-Lise asiente, aceptando su invitación- Será un placer -Dice, en lo que ambos abandonan el mirador en dirección a la cafetería.
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Mensaje por Breccio Di Napoli Dom Jun 20, 2010 6:03 pm

Veinte, ¿eh? La verdad es que le sorprende, para qué va a negarlo, pero es una sorpresa de la cual se recupera rápidamente, sustituida ahora por la mera y más científica curiosidad... Y es que sus rasgos, aniñados, su estatura, rozando la de una chica más joven, o sus aparentemente inexistentes curvas no parecen intuir que Anne-Lise pueda tener cerca de la veintena... ¿Efecto de la enfermedad, retraso en el crecimiento.. O únicamente metabolismo y genes? Tantas variables que se le escurren entre los dedos como la arena en un día soleado. No le resulta sorprendente, sin embargo que, viendo cómo, ya no solo en rasgos personales sino físicamente, se haya dedicado más a mejorar sus conocimientos que a relacionarse de forma propiamente dicha... Él lo consiguió, sí, fue popular, pero no estaba ni enfermo ni parecía un niño... y, quizá por ello mismo, la envidia mínimament,e una envidia sana... Y es que las cosas podrían haber sido distintas, y no sabe si habría sido capaz de pagar el precio de su salud por una riqueza interna mayor, si hubiese sido capaz de soportar las más que seguras miradas que recibe la joven a cambio de una personalidad tan firme y segura como la de Anne...

Tampoco se lo plantea demasiado, ya se encarga ella de trastocar toda esa entramada red de pensamientos, hipótesis y variables con ese abrazo. No es de los típicos que incitan a algo más, al menos en su caso, y la sutilidad con la que lo realiza denota una experiencia más bien nula... Sin embargo inclina su cuerpo un poco hacia abajo, facilitándole así el abrazo dadas las diferencias de altura y dejando que se separe, volviendo a esbozar un amago de sonrisa ante sus palabras:

-No se preocupe, todos nos dejamos llevar en ocasiones... Y sí, sería hipócrita rechazar algo que alguien le da y que realmente desea... Pero como no es una persona hipócrita no hay problema y, aunque quizá no lo crea, tomó el camino correcto en su adolescencia, Anne... Muchos acaban peor de lo que usted podría acabar jamás.


No habla de sí mismo, porque a él, pese a todo, no le ha ido nada mal, y tampoco lo comenta por ofender o para recalcar su condición de enferma, únicamente apuntala un frase con un hecho obvio y realista. Es entonces cuando la joven manifiesta su punto de vista respecto al conocido filósofo alemán y él, curioso, ladea el rostro... Una caja de sorpresas la muchacha, de eso no cabe duda. Sin embargo no comparten del todo las posturas, quizá porque él haya visto eso de vivir cada momento al máximo a su manera, malinterpretándolo.

-En mi opinión la ilusión poco tiene que ver con exprimir la vida... Si sabes encontrar los métodos, las formas y los procesos adecuados, puedes exprimir cada minuto sin necesidad de sentirte especialmente ilusionado... No es ilusión lo que uno siente cuando yace con otra persona, ni es ilusión lo que uno experimenta cuando bebe algo que le gusta... Es placer, y eso, querida Anne-Lise, es lo que realmente te hace disfrutar. De todas formas el placer es mío por dejar que la acompañe...


Y, sin más, se encamina detrás de la muchacha, en dirección a un rico, caliente y probablemente de mala calidad, café.
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