Muerte por aburrimiento [Libre]

Tras instalarse en el tren, decidió ir un rato a echar un vistazo al mundo que recorrería por tierra. Le parecía inútil aquella forma de transporte, pero, después de todo, formaba parte de las condiciones planteadas por su socio pontencial si deseaba ponerse en contacto con el mismo. Resopló con fastidio, mirando el reloj que portaba en la muñeca: todavía restaba buena parte del trayecto.

No había mucho que hacer, no cuando su ajedrez de mármol se encontraba en casa, no cuando no tenía a nadie que matar, no cuando no había autos deportivos con los cuales correr... Al menos, no hacía calor, terrible y asfixiante calor, eso le ocasionaría la muerte casi por seguro.

Sacó del pantalón el paquete de goma de mascar que comprase antes de abordar el tren. No le molestaba el cambio de vagón, en absoluto... quizás solo un poco, pero sabía que los errores pasaban, él mismo los cometía, ¿qué esperaba entonces de un simple sistema de venta de boletos?

Acabó por recargarse en el barandal mientras dirigía la mirada al cielo, esperando una respuesta sobre cuándo pisaría sus tierras de nuevo y dejaría atrás el monótono tren. De haber podido, el boleto de avión para su contacto habría sido cortesía suya... pero no, la paranoia de aquel sujeto superaba por mucho los riesgos de su entrevista.

Por lo menos esta cosa no se ha detenido pensó recargando su cabeza contra una mano, sintiendo que el sueño trataba de hacerse presente.

Un bostezo, dos, tres... se frotó incluso los ojos un par de ocasiones sintiendo algunos deseos de ir a dormitar un poco. Tren, la última vez que viajara así había sido durante... bueno, estaba prácticamente olvidado eso. Levantó la mirada, puesto que comenzaba a sentir como su cabeza buscaba una posición de reposo más allá de su mano, en el vacío de las vías.

Parpadeó con dificultad, sintió la goma de mascar casi resbalar por su labios y la devolvió a su lugar. Entonces estuvo a punto de soltar una grosería, pero una voz femenina le detuvo en el acto. El sueño escapó a otras tierras rápidamente mientras su diestra rascaba la nuca de forma inconsciente. Respiró hondo para relajarse, encogiéndose de hombros ante la disculpa.

Antes de poder devolver la vista al cansino trayecto, una interrogante le fue dirigida, ocasionando que volteara con una sonrisa casi radiante mientras su voz inglesa se hacía escuchar por encima del ligero ruido ocasionado por otras charlas.

-Depende de quién pregunte- dijo en un inicio con amabilidad. Luego añadió- La verdad es que me gusta viajar y eso es la parte de placer; los negocios vienen luego y, son menos importantes por hoy- rió con el toque elegante que le distinguía habitualmente- Hugh Pravus- dijo extendiendo la diestra a la chica-, ¿a qué se debe tu travesía en este tren...?- la pregunta quedó inconclusa con la intención de, si todo salía bien, conocer el nombre de su interlocotura.

Alcanzó a percibir aquella mirada posada sobre él, una mirada que en nada le incomoda puesto que, al final, solía ser el objeto de miradas mortíferas como la de algunos rivales.

Eve, me agrada pensó al escuchar a la joven presentarse, respondiendo al gesto de cortesía empleado por él segundos antes. Tragó la goma de mascar lo más silenciosamente posible, evitando mostrarse vulgar o cosa remotamente parecida.

Echó un vistazo a la mano pálida de Eve, sin dejar de prestar atención un solo instante. Parecía delicada, fina, pero aún así no le dio la impresión de estar a punto de quebrarla al menor indicio.

-Bélgica, sí, es una bonita nación- murmuró recordando Bruselas, un pequeño tiroteo y después sacudió la cabeza con delicadeza un par de ocasiones- Bueno, creo que me vendría bastante bien, Eve, con gusto aceptaré tu invitación. Aunque dudo que puedan mejorar el sabor de mi madre- concluyó mientras se separaba del pasamanos de metal, irguiéndose formal, esperando a que Eve le guiase.

El viento voló un par de sus cabellos, a pesar de lo cortos que eran, las nubes se elevaban en el firmamento, no tan densas, como buenas compañeras celestes que buscan mirar y no lanzar un diluvio.

Trató de caminar a la par de Eve, pensando en qué tan bien trataría el MI5 a su madre... ya se las idearía para sacarla de prisión, muy al estilo de Hollywood seguramente, con montones de explosiones, escuadrones y demás... a fin de cuentas, tenía los recursos para semejante empresa y, tal vez, hasta más.

Observó, cosa que no hicera con anterioridad, el violín de Eve. Música, sí, la música siempre era buena compañera de los hombres y las mujeres, aunque a cada quien le fuera un estilo diferente. Pasó de largo donde la mesa en que Eve dejara descansando su instrumento hasta alcanzar la zona de postres. Frotó su barbilla perfectamente aseada mientras se tomaba el tiempo de mirar los platillos. Tomó el pastel sugerido por su acompañante y se sentó, dejando caer su peso sobre la silla lentamente.

Estuvo tentado a echarse a reir ante la extraña forma de expresarse de Eve, aunque sus modales le previnieron de proceder. En su lugar, suspiró despacio hasta que su cabeza consiguió formular alguna idea vaga.

-Sí, es posible, estamos en un mundo en que no conocemos todo y rodeados de una inmensidad de situaciones y naturaleza- dijo con cierta dificultad- Realmente, no suelo ver el tiempo más que como una variable en una ecuación, por lo menos la mayoría de las ocasiones, una variable que conduce a una u otra situación- concluyó exhibiendo las palmas de las manos, como buscando dar a entender que no podía extenderse más allá de ello.

Dio gracias de no tener que ahondar más en el tema, realmente dárselas de pensador y cosas por el estilo no era algo que consiguiera con demasiada facilidad; siempre tenía que meditar al respecto. Pese a todo, charlar era mejor que encontrarse somnoliente y propenso a ser robado en medio de aquel tren.

Enarcó una ceja al escuchar lo que Eve le decía, ¿había sido tan descuidado como para dejar caer el billete del tren? Echó un vistazo, tomando con cuidado el trozo de papel de manos de su interlocutora.

-Hugh, Hugh Pravus- dijo en voz baja, repitiendo su nombre. Se frotó el cabello por encima de la nuca con la mano libre, un tanto incrédulo ante su descuido- Cielos, es bueno saber que existe gente honrada estos días, mil gracias por encontrarlo- declaró mientras colocaba el billete de tren cerca de su plato- Me pregunto que sucederá si un pasajero viaja sin el boleto. Hace mucho que no tomaba un tren, creo que he olvidado detalles así- dijo sonriendo mientras ladeaba la cabeza de lado a lado.

Miró a Eve, la manera en que tocaba el instrumento musical, la forma en que parecía ser devota del mismo. Seguramente representaba una poseción de lo más valiosa para ella, una poseción que podría significar un punto del cual tomarle en caso de ser necesario, un punto de ventaja... tenía aquella marcada costumbre de buscar ventajas para su conveniencia.

Le resultó peculiar aquello de "El vagón de la medianoche". El significado de semejante aseveración le fue completamente desconocido, todo un enigma que poco le interesó en ese instante. Fue incapaz de articular palabra alguna, de preguntar al respecto, puesto que Eve se levantó, dijo sus despedidas y se fue con un extraño halo de misterio envolviéndole.

-Sí, lo mismo digo, adiós, es bueno contactar más gente para evitar aburrirse- susurró al aire Hugh mientras comenzaba a levantarse, dejando aquel trozo de postre en su sitio, el mismo que no llegara ni remotamente cerca al sabor del preparado por su madre.

Echó un último vistazo al boleto: Vagón 7. Recordaba uno distinto a su llegada, uno en la clase más o menos baja, para no llamar la atención, solo aquella vez. La suerte parecía sonreírle con aquel cambio... o quizás le conducía por terrenos oscuros jamás sospechados por su mente. En cualquier caso, se encaminó a su destino, a indagar sobre "El vagón de la medianoche"