Adivina, adivinanza. (Libre)

por **La Adivina** Vie Jul 23, 2010 2:08 pm

Rie de forma descarada, acabando su estridencia en una ronca tos. Escupe en un rincón y suelta un "agh" de asco, frotandose los labios. Recorre de un lado a otra la estancia, su voluptosa falda anaranja choca de vez en cuando con una pila de libros o con un montón de cachibaches de uso pseudomágico.

-Donde coño lo habré puesto-Suena másculina, pone los brazos en jarra, y mira de un lado a otro, cabreada.

El gato negro que la acosa vuelve a asomarse a la ventana abierta de la estancia, decorada con numerosas bombillas de color coral. Los ojos se les salen de las orbitas y el alma se le escapa con el eco del grito que acaba de producir. Casi se cae al sacarse uno de sus altisimos tacones y se lo lanza al gato, que parece dedicarle una sonrisa antes de marcharse.

-Maldito gato- Su ronca voz se mezcla con una risa floja de nerviosismo.

Agarra una pata de conejo y se la cuelga del cuello. Recoge su herradura de la suerte, la cual se encuentra entre una pila de libros casi derribados por su falda, dice seis veces treinta y tres, y enciende una lámpara blanca. Cogeando con un solo tacón, recorre de nuevo la estancia buscando su amuleto preferido. La puerta parece entre abrirse, aunque ella sigue maldiciendo a los cuatro vientos, o mejor siete, porque si algo se podía decir de la adivina es que era la supertición hecha persona.

por **Berenice Moritz** Vie Jul 23, 2010 8:04 pm

Cuánto llevaba vagando por la Villa en busca de algo?, ya había perdido la cuenta del tiempo, había perdido los segundo, los minutos, las horas, y con todo ello la vida ya se le había tornado demasiado lejos, no podía alcanzarla, por el momento y ahora que mejor lo pensaba no estaba segura de querer ya alcanzarla. Estudié cientos de cuerpos, cadáveres y solo eran desperdicio de materia y nada más. Aún así su cuerpo seguía siendo suyo, no estaba en un ataúd, no literalmente, no estaba bajo tierra... No literalmente...

Mi ataúd... La muerte. La tierra que lo cubre... La villa. Recuerda que pensó hace un tiempo, que bien no sabía hace cuanto, que esto podría llegar a gustarle. Pero aún me sentía vacía, y era ese vacío el que la hacía seguir adelante. Pues el alma gritaba, el alma la perseguía, los pensamientos se agolpaban y aún así seguía tan transparente como siempre, estaba hecha de la no materia, in materializada, traspasando paredes sin darme cuenta.

Cerca del lugar pudo sentir una emoción algo negativa y me sentí más despierta. Traspasé solo una pared más, solo para encontrarme al lado de una mujer bastante extraña que propinaba gritos, era calva, alta, blanca, con extrañas facciones en su rostro y llevaba una falda larga anaranjada. No muy lejos vi un gato negro, me senté en un rincón de la habitación, el pequeño felino se acercó hacia donde yo estaba, quizás él si podía verme, entonces comencé a acariciarle el lomo, comenzó a ronrronear. Era tan desgraciada la vida de los animales, porque a final de cuentas no salían de eso, quedándose en el momento, sin saber que realmente viven, sin saber que ellos tienen el poder físico suficiente como para dominar a toda la raza humana, sin embargo son tan débiles psicológicamente e intelectualmente, que jamás se darán cuenta. Es el equilibrio de la vida...

por **La Adivina** Dom Jul 25, 2010 1:09 pm

Continúa buscando, alterada. Lo necesita para espantar el mal agüero. Sabe que el gato volverá una y otra vez hasta que no consiga ese objeto. Un escalofrío le recorre la espalda, y se queda semipetrificada. El ronroneo del gato la acompaña y entonces brillando entre un montón de telas de vivos colores lo encuentra. Se lo cuelga al cuello con tanta velocidad que las telas en las que estaba envuelto vuelan por la habitación.

Es una piedra de color ambar, que parece brillas con vida propia. Se da la vuelta y cogeando con malicia le propina un puntapie al gato. Su quejido le hace reirse esta vez con más malicia.

-¡No vuelvas por aqui, mardito gato! Dile a él que venga en persona si quiere acabar conmigo-Grita con un eco ronco en la voz.

Se siente más aliviada, como si la calma recorriese ahora su interior. Mira la ambarina piedra, recordando como el tiempo en el que los días no eran cíclicos.

Se retira el tacón que le queda. Y lo deja al lado de un maniquí con una gran peluca oscura. Ahora se la pone, quedando su afeitada cabeza con un moño bastante alto. Se sienta tras una mesa redonda, colmada de tazas con posos de té en el fondo, cartas de tarot y una bola que brilla cristalina. Su ojos se dirigen al rincón en el que la muchacha incorporea se encuentra.

-¿Has venido a conocer tu futuro, perdida?-Se dirige a la nada con voz misteriosa. Los ojos de la adivina ven más allá de lo que las bombillas son capaces de iluminar.

por Contenido patrocinado

Adivina, adivinanza. (Libre)

Adivina, adivinanza. (Libre)

Re: Adivina, adivinanza. (Libre)

Re: Adivina, adivinanza. (Libre)

Re: Adivina, adivinanza. (Libre)