El Pais de Nunca Jamas

por **Farrah Abraham** Dom Ago 08, 2010 3:53 am

Mi mente estaba embotada, aun sentía el estomago completamente vacío, me dolía horrores, baje trastabillando del tren en la última estación, me había quedado dormida pero no sabía cuánto tiempo, no había Luna ni estrellas en el firmamento, la estación completamente sola me daba una sensación extraña, de peligro… debía de estar alerta pero mi cuerpo no podía más. Baje el ultimo escalón y caí de bruces.

-Demonios- me mire las rodillas, estaban sangrando, me limpie con un pedazo de pañuelo sucio que estaba en mis pantalones, medio cayéndome me arrastre hasta la pared más próxima, me recosté en posición fetal pensando en lo que me acababa de ocurrir, conocí a dos personas dentro de los vagones, una más extraña que la otra, de inmediato me palpé el bolsillo donde debía de traer mi droga… si… ahí continuaba estando, aspire lentamente dejando que el aire nocturno llenaba mis pulmones, era una sensación gratificante pero al mismo tiempo dolorosa, tenía la garganta seca y el estomago sin ningún alimento pero era un circulo vicioso ya que no me podía levantar no tenía fuerza alguna en algún musculo. Cerré los ojos tratando de no pensar, pero al parecer mi cerebro se esforzaba en mostrarme imagen tras imagen toda mi vida, volví a llorar… cuanto había llorado durante el viaje, me tape la cara con las manos adoptando la posición fetal, me sentía inmune y débil, quería regresar con… ¿con quien quería regresar? Con nadie en realidad, no tenía a nadie esperándome ni preguntándose donde estaba, me senté reuniendo las pocas energías que me quedaban pero no fue por mucho… volví a caer… me deje llevar por el cansancio y la fatiga… me quería dormir…

por **El señor del sombrero** Dom Ago 08, 2010 4:05 am

El viento mueve las bombillas de lo árboles y se escucha el viento que pasa por las calles de la villa.

Una bruma espesa de un color púrpura se esparce y la calle desolada solo muestra la silueta de un hombre que camina con galantería hacía la estación, tiene un sombrero y una sonrisa perfecta, no se le ve el rostro completo. El mismo manda al cuervo al vagón ayudar a los pasajeros. No hay problema. Ella está bien. Mira a la mujer que ha llegado, no dice una sola palabra, de su bolsillo saca una bombilla de color rojo y en ese momento la sed recorre sus venas. Puede sentir el hambre que le desgarra y eso le recorre todo el cuerpo, adrenalina, fuerza y lujuria.

La niebla lo cubre todo y el señor del sombrero desaparece cuando el reloj de la estación marca las doce en punto.

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