¡Rorschach! ¡Ven aquí, gatito! (Libre)

Miré por la ventana.
Llevaba...bueno, en realidad no sabía cuanto tiempo llevaba en aquel tren, porque no tenía reloj ni forma de comprobarlo. Pero fuera estaba oscuro. Eso podía significar tanto que era de noche cómo que estaba nublado.
Suspiré, somnolienta. Había decidido echarme una siestecita y ahora acababa de despertarme hacía unos minutos. Me revolví algo incómoda en mi asiento, y entonces me di cuenta de que Rorschach no estaba acurrucado junto a mi cómo cuando me había dormido. Normalmente no me preocuparía para nada, pues mi pequeño siempre estaba desapareciendo y reapareciendo. Pero ahora estábamos en un tren, y no quería que le pasara nada, ni que se pusiera en peligro.

Me levanté, retirandome el pelo de la cara, y bostecé.
Después salí al pasillo y empecé a buscar a mi gato.

-¡Rorschach!-Llamé.- ¿Pero donde te has metido, cielo?

Escuché la voz de alguien y levanté la mirada. Vi a un hombre y a mi Rorschach frotandose junto a su pierna. Sonreí ampliamente, aliviada.

-Si, es mio.-Dije acercándome. Rorschach me miró y maulló.-Muchas gracias, lo estaba buscando y estaba empezando a preocuparme. Es extraño, ¿Sabe? a él no suelen gustarle los extraños.

Y era cierto. En una ocasión mi pequeño había arañado en la cara a un chico que se había acercado para acariciarlo. Pero no era su culpa, sólo tenía mucho carácter a veces...

-Me llamo Kira Wonrey.-Me presenté.-Y no suelo necesitar tener cuidado con Rorschach, es mi gato pero en realidad va a donde quiere. Es sólo que cómo estamos en un tren tenía algo de miedo de que intentara escaparse y se hiciera daño. No está acostumbrado a estar encerrado de esta forma.

Yo tampoco, si lo pensaba. Pero en realidad a mi me daba igual. Necesitaba alejarme de mi...bueno, ya no podía llamarla mi casa, pero el caso era que necesitaba alejarme de allí, de mi familia y de todo. Dejar atrás la vida que había llevado hasta entonces, en resumen, y no me importaba lo que tenía que hacer para lograrlo. La verdad era que ni siquiera sabía a donde iba este tren. Ni falta que me hacía saberlo.

-¿Y cual es su nombre?-Pregunté, intentando pensar en otra cosa, y también porque resultaba agradable hablar con alguien después de tanto rato sola, si no contabamos a mi gato.

-Si, me encuentro bien.-Mentí, obligandome a curvar mis labios en una leve sonrisa.

¿Qué otra cosa podría haber dicho? "No, me encuentro fatal, me he escapado de mi casa y ni siquiera se adonde me lleva este tren. Estoy prácticamente sola en el mundo y me siento terriblemente triste."
No solía resultarme fácil hablar de mi misma, y menos ante gente que acababa de conocer. No estaría...bien.

-No quiero aburrirle con mis problemas.-Normalmente prefería guardarmelos para mi misma, e intentar que todo se solucionara con el tiempo. Era lo que había hecho desde siempre, nunca había tenido una amiga o un confidente al que poder contar lo que me inquietaba. A veces lo escribía, y a veces simplemente me aguantaba.

Sacudí la cabeza y esbocé una sonrisa triste.

-No se preocupe, no me ha molestado.Si que estoy algo...preocupada.-Admití, jugueteando con un mechón de mi pelo.-Pero no creo que le interese.

¿A quien podrían interesarle los problemas de una estúpida adolescente?, pensé, algo amargamente.
Pero, quizá, aunque no le hablara sobre eso, podría preguntarle a donde llevaba este tren. Aunque pensandolo mejor, ¿Qué clase de pregunta era esa? ¿Quién se montaba en un tren sin saber a donde se dirigía? No quería parecer una idiota.

Sentí cómo los ojos se me anegaban de lágrimas, y tuve que alzar la vista hacia el techo para que no derramarlas.

-Lo cierto es que me he escapado de casa.-Confesé con voz débil.-No podía quedarme allí...y...ahora ni siquiera se a donde voy, yo solo quería alejarme de Nueva York...y tomé el primer tren que vi...

Genial, le conocía desde hacía unos minutos y estaba segura de que ya había conseguido que él pensara que yo era otra más de muchos adolescentes que se marchaban de casa por cualquier tontería para luego volver en cuanto se quedaban sin dinero o veían cómo era la vida independiente. Pero eso no era cierto...yo no volvería, eso lo tenía claro. No me importaba lo mal que me fuera sola, nunca podría ser peor que la vida que había llevado hasta entonces, sin nadie con quien hablar, sin nadie que me comprendiera, atrapada en una sociedad elitista que me desagradaba profundamente.
Preferiría quedarme en la calle y mendigar antes de volver a aquel infierno.

-Gracias...-murmuré, tomando el pañuelo y secándome las lágrimas.

Le miré y pensé un momento en lo que había dicho.

-Aquello no era mi hogar.-Sacudí la cabeza.-Me marché exactamente por eso. No era...mi lugar. Y mis padres no me echarán de menos. Probablemente mi madre fingirá estar triste para mantener las apariencias y mi padre estará demasiado ocupado trabajando como para darse cuenta de que me he marchado.

Suspiré. Me sentía algo mejor ahora que había dicho aquello, pero aun notaba una desagradable presión dentro de mi pecho.

Asentí pensativa. Quizá tuviera razón...bueno, no estaba segura, pero lo importante era que me sentía mejor. Más ligera, aliviada. Por primera vez alguien había intentado ayudarme con mis problemas. Le miré y sonreí.

-Muchas gracias por escucharme, señor John. Y por su consejo. Me ha ayudado mucho, de verdad. -Aseguré. Rorschach bufó, irritado, y recordé que debía de ser la hora de darle de comer. Se ponía realmente desagradable si no era constante con sus comidas. Cómo para confirmar lo que pensaba, Rorschach se marchó en dirección a nuestro compartimento. Lo seguí con la mirada y luego la regresé a John.-Tengo que marcharme, pero...supongo que ya nos veremos por aqui.

Me despedí con un gesto y me apresuré a ir tras mi mascota, marchandome de allí.