¿Que coño es esto?

Como siempre que despertaba, Rodrigo abrió los ojos muy de golpe, levantándose repentinamente del asiento en el que se encontraba. Su respiración era agitada, y su corazón latía a mil revoluciones por minuto. Ese estado no había sido causado por ninguna pesadilla, él no solía soñar, siempre se despertaba así. Tantos años huyendo, despertando ante el cañón de una pistola, le había proporcionado la extraña habilidad de despertar completamente lúcido... excepto cuando se emborrachaba, claro.

Rascándose la cabeza, se volvió a sentar junto a su abrigo y su sombrero, bajo el cual se encontraba el revólver. Tras unos instantes de duda, miró por la ventana, y al encontrar el paisaje quieto y sereno maldijo entre dientes al tiempo que se reía secamente. Con un gesto resignado, se volvió a levantar de nuevo y, tras calarse el sombrero y ponerse la gabardina, se metió la pistola en el bolsillo interior de ésta y salió del compartimento.

Los espaciados y firmes pasos de Rodrigo resonaron por toda la estación, seguidos por el sonido de su maleta cayendo pesadamente al suelo. Se encontraba en una solitaria y ruinosa estación, en la que no había ni un alma, ni siquiera se oían insectos o alimañas que solían abundar por esos lugares. El antiguo profesor se encontraba, literalmente boquiabierto, mirando cómo, a través de una de las ventanas del fondo de la estancia se podía ver una miradía de lucecitas de colores que iluminaban el lugar.

-Esto no es Varsovia...- la voz de Rodrigo resonó siniestramente por toda la estancia hasta apagarse por completo.

Sumido en una total confusión, el antiguo profesor cogió su maleta y se dirigió al exterior, donde encontraría algo que multiplicaría su desconcierto. Fuera de las ruinas de la estación todo estaba lúgubremente iluminado con pequeñas bombillas, y una densa niebla púrpura se agolpaba a los pies de las escaleras. En medio de aquel desconcertante espectáculo, Rodrigo pudo distinguir una figura humana que, a pesar de su paranoia, no le resultó amenazante. Sencillamente, en medio de todo ese surrealismo no podía menos que verlo todo como una gran comedia.

-Disculpe caballero, pero... ¿Que coño es esto?- preguntó en español, su lengua materna.

Por toda respuesta, aquella figura, un hombre cuyo rasgo mas distintivo era un oscuro sombrero que le tapaba medio rostro, comenzó a rebuscar en su bolsa, gesto que Rodrigo encontró mas amenazante, por lo que agarró su revólver bajo la gabardina, con intención de disparar al primer movimiento sospechoso...