Experimentando mi nuevo yo. [Hugh]

La villa le comenzaba a perecer una maldita prisión, o algo mucho peor que ello. En su mente pasó la seria posibilidad de irse a Alcatraz antes de pasar más tiempo en semejante sitio tan tortuoso y terriblemente aburrido. Desde luego, si deseaba salir, necesitaba saber todo sobre la villa, sus accesos, sus límites, todo, incluso si había un maldito río donde embarcarse clandestinamente en el caso más extremo.

Salió del hotel con uno de sus atuendos azules, el cabello bien peinado y ligeramente húmedo tras haberse dado una ducha. Miró el cielo, el maldito cielo por el que jamás cruzara un endemoniado avión durante los días, quizás semanas, de su confinamiento en la villa. Devolvió la mirada al frente, y emprendió el camino a ningún lugar en específico, deambulando con mayor soltura ahora que la herida de la pierna parecía haberse recuperado prácticamente por completo.

Los malditos focos abundaban, abundaban y cegaban de tantos que eran, y las voces gritaban y hablaban, gritaban y decían que debía matar a todos para alcanzar la libertad.... la mente de Hugh comenzó a cuestionarse sobre qué tan bueno sería hacerle caso a los consejos de las voces, las mismas que paulatinamente se convirtiesen en una especie de guía para el asesino irlandés. Casi sin darse cuenta, se aproximó a lo que llamaban "El Bosque de las lámparas", seguro por la increíble cantidad de luces que conseguían verse a lo largo del camino, deslumbrando los ojos de Hugh una vez se dio cuenta del lugar en que caminaba.

Se detuvo un momento, echando un vistazo por encima de su hombro, donde el sendero le conducía de vuelta a la "civilización", o lo más cercano a ello. Gruñó por instinto mientras se mojaba los labios con su lengua rojiza. Regresó los ojos de color violeta al frente, para continuar su andar, silencioso y ligero, con la 9mm colgando de su cintura por detrás, justo dentro de la camisa azulada que vestía. Guardó la diestra en el bolsillo derecho del pantalón negro y reemprendió la travesía sin decir nada... pero escuchando las palabras de las voces en su cabeza.

Era un buen aroma, era pero tenia algo distinto no era como el aroma del Vagonero, este aroma era mas especial tenia algo de exótico, pero camine mas cerca de el, era un hombre efectivamente, bastante guapo por lo visto.

Sonreí de medio lado caminado hacia el no tenia miedo de lo que fuera, al parecer esta bombilla me había dado mas que sentidos agudizados, si no que también, me había liberado de ciertas ataduras morales, y ahora yo era una mujer bastante mas desinhibida, mas alegre, y era curioso, por que si bien era algo alegre luego de bajar del tren todos mis apetitos había aumentando.

Llegue muy cerca del hombre su aroma penetraba mis sentidos al verlo. y rápidamente me acerque a el y por la espalda le dije sin dudarlo dos veces.

_Luces bien para vivir en un lugar como este...

Dije sonriendo, pero luego pensé, -No debí haber dicho eso-, y supuse que aun quedaba algo de humanidad en mi y quizás debía tratar de mantener eso, pero por otro lado ser guiada solo por mis instintos era muy entretenido, el problema estaría cuando me diera sed nuevamente.

Su cabeza iba demasiado ocupada, ocupada pensando en lo mucho que quería tener entre sus manos el volante de un maldito Ferrari Maranello o de un Jaguar XJ220 y oir el sonido de los potentes motores retumbar en sus tímpanos. ¿Acaso volvería a su estilo de vida normal? Las voces decían que era difícil, casi imposible, pero la esperanza no moría en el indomitable espíritu del irlandés. ¿Le habrían dado por muerto a estas alturas? ¿Vlad habría conseguido hacerse con su parte de la mafia en Irlanda? Tenía muchos deseos de encontrar un jodido teléfono para...

Cuidado... cuidado... cuidado...

Volteó lentamente detrás de él, en dirección a una voz femenina que no era ninguna de las que habitaban su cabeza... o que imaginaba habitaban su cabeza. Estuvo a punto de desenfundar el arma, pero prefirió asegurarse del peligro primero, ya bastante tenía con los pocos errores que cometiese en el pasado como para saber que una mente fría y habilidosa salía avante mucho más que una impulsiva.

Y aquello tuvo su recompensa al comtemplar a la mujer que tenía delante. Pelirroja, atractiva y nada despreciable. Esbosó una sonrisa encantadora, rayando en el grado de la picardía... La suerte volvía a él sin duda alguna, al menos eso parecía a intervalos más o menos regulares. No obstante, pronto se preguntó: ¿cuál era la posibilidad de que una mujer así se le cruzara en el camino de la nada en medio de un sitio de mierda? Miró de reojo a los alrededores en un acto que no llevó más de un segundo y medio. Estaría alerta, preparado para cualquier eventualidad solo por si acaso.

-Algo bueno tenía que tener este pueblo de mierda, ¿no crees?- dijo con su galante acento irlandés, mientras relajaba el cuerpo un poco... sin dejar de prestar atención a las advertencias de las voces.

Elogios, se había acostumbrado a ellos a través del tiempo y las numerosas fiestas a las cuales acudiese. Mujeres, solía estar rodeado de ellas, de todas etnias y estilos; ahora lo que más solía rodearle era la estúpida niebla morada que serpenteaba alrededor de las calles a cualquier hora. Controló el repentino arranque de ira que sentía aproximarse a través de su torrente sanguíneo, al cabo, no sería nada bueno para una primera impresión.

Aquel cabello rojizo como el fuego, la voz armoniosa y casi deliciosa a sus oídos, ocasionaban que bajara sus defensas de pronto... hasta que las voces retornaban, golpeando las paredes de sus tímpanos, haciendo un fuerte eco en su cabeza que lograba devolverle la cordura y la frialdad en el pensar. Después de todo, tener aquellas molestas voces no era tan terrible como asumiera en un inicio.

Caminó hasta la mujer, con la misma sonrisa de antes y un aire mucho más decidido y conquistador. Se pasó alrededor de ella mientras hablaba, empleando un tono menos formal y más casanova. Incuestionablemente, sus años de universidad le habían provisto de varias herramientas de las cuales solía valerse.

-¿Has visto a alguien como yo que haya nacido aquí? De ser así, te aseguro que es tan británico como yo mismo lo soy- miró a la pelirroja desde el perfil derecho, con sus ojos violetas clavados en el cabello y el rostro de la mujer. Luego agregó sereno- ¿Cuál es tu nombre, hermosa?- inquirió torciendo los labios a la izquierda apenas un poco, en un gesto relativamente seductor.

Cuidado...Mátala... Es nuestra, nos la debes... Esta vez no, es mía...

Esbosó un gesto de satisfacción que a la vez trató de pasar por hechizante, cautivador o encantador al menos. ¿Y cómo evitarlo con semejante mujer delante de él? Le habría costado el alma no hacerlo, aunque tampoco era que se dejara llevar plenamente por el instante y la belleza de la pelirroja. Acto seguido, llevó la mano de la chica, Caroline, por lo que ahora supiera, hasta sus labios, dedicándole un prolongado y delicado beso en el dorso de la misma, cerrando los ojos durante los segundos transcurridos.

-Von Wednar, Arnold Von Wednar- mintió con tal aplomo que fácilmente pasaba por verdad aquello. Además, ya mucha gente le conocía de aquella manera- My lady Caroline, no ha pecado de ninguna manera, la inocencia y la belleza son dos cualidades que jamás pueden conducir a semejante cosa- dijo con plena convicción mientras liberaba la mano de la pelirroja y se erguía tan alto como era.

Las voces de nuevo clamaron la sangre de la mujer, con más fuerza que antes, pero la integridad mental de Hugh parecía ser suficiente para callarlas ocasionalmente, así como para recordar que no estaba en Irlanda, que no tenía guardaespaldas y que a cualquier instante podía asesinarle sin más.

-¿De dónde eres, mi hermosa Caroline?- preguntó con suavidad, buscando mirar a los ojos a la pelirroja, tratando de dar una impresión más fuerte en ella.

Respondía, ella respondía completamente ante los actos de gallardía que el irlandés llevaba a cabo, complaciéndole con ello a pesar de que no dejaba de estar a la defensiva solo por si acaso... además, las voces le obligaban a ello, continuaban gritándole que la matara, que la dejara seca, pero Hugh prefería tener una rato divertido y ameno con aquella bella mujer, con Caroline, antes de disponer de ella si era necesario.

Si todo salía bien, tendría una interesante acompañante, que además provenía de las misteriosas tierras del conde Drácula: Rumania. ¿Había estado en la infancia ahí? Tal vez, pero le era complicado recordar semejantes detalles, detalles que realmente no le servían de gran cosa en ese momento. Finalmente miró sus ojos, que le parecieron arrebatadores, casi al grado de enviar al diablo su estado de alerta.

-Rumania, interesante. Yo nací en Luxemburgo y pero soy irlandés por completo- dijo Hugh haciendo una breve reverencia- Dime, ¿un hombre con un sombrero te recibió a tu llegada mi bella dama?- inquirió, sin perder un segundo en realizar sus indagaciones respecto a lo que tanto le tenía inquieto.

Se sintió un poco impaciente ante la necesidad de esperar, no era eso su deporte favorito para ser exacto, y mucho menos un hábito que le encantara. No obstante, la hermosa Caroline lo valía, valía su paciencia, su espera, su tranquilidad y la exhibición de sus mejores modales al puro estilo británico... si resultaba equivocado, bueno, las voces siempre podían tener lo que deseaban, la sangre y muerte que tanto pedían.

Sin embargo, pronto resultó que coincidían sus llegadas, que la respuesta era una rotunda afirmativa. Hugh dibujó una encantadora sonrisa mientras se aproximaba a tomar la diestra de Caroline, con fuertes y finos dedos. La miró durante un par de segundos, esperando que completara la frase, pero al parecer eso no iba a suceder, ni pronto ni nunca. Ladeó la cabeza un par de ocasiones, meditando sobre los datos escasos que acababa de conseguir. Su teoría sobre la similitud de la llegada a la villa se volvía cada vez más y más sólida.

-Yo también tengo una, de color azul, desde ese día mis ojos son violetas. Supongo que el foco ese es para alguna lámpara en especial- bromeó de manera desinteresada, pensando en qué color habría tocado a Caroline. Ya había visto gente con un lámpara amarilla, otra con una celeste...

Yo ya estaba practicamente segura de que los cambios que experimentaba eran a razon de mi llegada a la villa y si lo que me habian dicho era cierto, mi vida pasaria por profundos cambios.

¡Caroline! ¿Que te pasa? Me grite mentalmente, era imposible que aquello fuera cierto, vampiros... Eso era algo realmente inverosímil, debía estar bastante poco cuerda para pensar que mi llegada a aquella villa me había transformado en semejante ser.

Medite por un momento todos los hechos, no sabia ya que pensar pero mi razón me decía que todo eran simples coincidencias, pero algo en mi decía que yo ya no era la misma, que la Caroline maltratada y olvidada, ya no existía mas.

Por un momento pensé en que quizás debía buscar una manera de abandonar la villa, pero ya había algo que me ataba y esto de los cambios en mi se había convertido en un acertijo y quizás este hombre con el que hablaba me ayudaría a resolverlo por entero. Él también tenia un bombillo, pero azul, ¿Que quería decir el color? ¿Sera importante? Me pregunte, pero no pude evitar decir.

_Sabe, debo confesar algo -Dije con voz dudosa- Desde que recibí el bombillo una sed insaciable me invadió, y bueno también he experimentado algunos cambios físicos y de otra índole.

Comente pensado en el aumento de ciertos apetitos y el la notable baja de mi moralidad, ademas y lo mas importante... Mis nuevos colmillos.

Seguro Caroline debía preguntarse que clase de magia provocaba el foco, aunque realmente eran reacciones físicas ante el mismo, o más bien cambios a raíz del mismo. Era tan extraño, que todavía no alcanzaba a comprenderlo del todo, pero sin duda llegaría al fondo de ello, tenía que. Escuchó con atención las palabras de Caroline, sonriendo de una manera un tanto enigmática, justo como le gustaba hacer cuando no deseaba que los demás encontraran el significado de sus pensamientos a través de su lenguaje corporal. ¿Qué clase de sed era la de Caroline, la de un moribundo en el desierto con demasiados deseos por beber agua? Y ¿qué clase de cambios físicos, tal vez como él en la coloración de sus ojos?

-¿Qué clase de cambios, específicamente, Caroline? Yo he desarrollado una gran fuerza y siento como si mi cerebro fuera capaz de almacenar y comprender información a una velocidad mucho mayor- dijo mientras las voces callaban, esperando también una respuesta de la joven rumana, cuyo atractivo tenía parcialmente atontado a Hugh.

¿Sera confiable aquel hombre? Me preguntaba mirándole fijo, pero por el momento era la única especie de ayuda que tenia, por lo que accedía a responder todas las respuestas del hombre sin problema alguno, ademas el hombre tenia cierto atractivo que hacia que mis palabras brotaran fácilmente ante el, y claro el hombre gozaba con mi entera atención, ademas el hombre poseía una sonrisa enigmática que me hacia quedar completamente atraída a el.

¿Que tendría que ver el color de los ojos del hombre con la bombilla? Pensaba, pero al escuchar al hombre, respondí con certeza.

_Pues bueno, mis sentidos se han agudizado de una manera espectacular, todos ellos, ademas puedo cambiar la temperatura de mi cuerpo de fría a caliente sin problema alguno, pero lo preocupante es que...

Hice una pausa, no sabia si hablarle de los mas graves cambios, pero me arriesgue y dije.

_Desde que llegue a la villa y recibí la bombilla, una sed comenzó a invadirme, mis dientes caninos se afilaron y alargaron... Sabes la sed que tengo no era de agua, era de sangre...

Concluí ya sabiendo mas o menos claro en que me había convertido.

_Como ve estos cambios podrían hacer huir a cualquiera, a si que si luego de lo que le he dicho quiere hacerlo no lo detendré.

Dije con voz resignada y agachando la cabeza.

Evaluó la mirada de Caroline, apesar de encontrarse atraído por ella no perdía la concentración, al menos la mantenía tanto como las voces le gritaban y murmuraban entre susurros y llantos, distrayéndolo de la vista tan fabulosa que le proporcionaba la espléndida rumana. Claro está, cuando ella confesó qué clase de sed le invadía, las ganas de soltarse a reir casi vencieron la voluntad de hierro de Hugh Pravus, hata que recordó la manera tan dramática en que su cuerpo había cambiado también en los últimos días, incluso desde el momento de tomar el foco.

Relajó un tanto su amabilidad hasta adoptar un semblante ligeramente más serio, más sereno, no por ello menos encantador o elegante. Juntó ambas palmas, frotándolas por un lapso breve para después acercarse hasta besar la mejilla de Caroline con suma delicadeza y finura. Luego soltó por fin una risa bastante alegre, mientras dedicaba una mirada de condecendencia a la chica frente a él, ladeando la cabeza de un lado a otro.

-¿No te he dicho que he desarrollado gran fuerza, Caroline?

Hugh retrocedió algunos pasos, hasta quedar a un par de metros de ella, levantando un brazo sobre su cabeza. Súbitamente dejó caer el puño hasta hundirlo casi por completo en el suelo, poniendo a prueba la capacidad física con que se había armado tras llegar a la villa. Luego removió el mismo y volvió a mirar a Caroline.

-¿Sigues creyendo que voy a huir?- preguntó el irlandés con un toque de picardía en la voz.

Caroline estaba acostumbrada a jugar con los hombres pero ahora se sentía engañada por uno de ellos, tenia rabia, ira, pero la conversación con aquel seductor hombre le despejaba la mente aunque en aquel momento hablaban de un tema que precisamente no enorgullecía a Caroline.

Los cambios que ella había experimentado desde su llegada a la villa eran despreciables para ella, puesto que ella sentía que se había convertido en una verdadera aberración, no podía si quiera pensar que tendría que sobrevivir los días que le quedaban bebiendo sangre, pero una picara sonrisa apareció en su rostro al recordar a su primera victima. -Quizás no todo sea tan malo, quizás este hombre sea una buena victima.- Pensé sonriendo y mordiendo levemente su labio inferior.

Los movimientos del hombre se le hacían completamente seductores, hipnotizantes, era un verdadero placer verle tan cerca, pero cuando este la beso produjo una espontanea risita nerviosa en Caroline, pero al escucharle le dijo seria.

_Si, le he escuchado, pero me gustaría comprobarlo.

Las palabras de Caroline, lejos de sonar amenazantes sonaron algo sugerentes.

Al ver la demostración de Hugh, Caroline sonrió de medio lado y seductoramente camino hacia el mirándole fijo, con una sonrisa bastante picara en mi boca, acerque mi boca su oído derecho susurrándole:

_Ya que no huiste yo ahora yo te mostrare lo que puedo hacer...

Y tomándolo con mis manos por la parte baja del cuello, baje mi boca y mirándole fijo puse mi boca en su cuello sin morderle, pero besandole suavemente para luego alejarme y decirle picaramente.

_Yo soy una dama no le mordería sin su aprobación, aun que la idea es francamente tentadora.

Al decir esto le guiñe el ojo y reí coquetamente.