Puntos en la oscuridad... [Hathor Leview]

Definitivamente. Aquella Villa me era muy extraña. No solo porque todo estuviese rodeado de bombillas, lámparas y todo lo que estuviese relacionado con la luz y lo que la producen, sino que dudaba que fuese acostumbrarme a aquello. O por lo menos no de una forma inmediata, quizá si permanecía algún tiempo más –que esperaba que no fuese así– llegaría a hacerlo, aunque no era lo que quisiese verdaderamente.

Es por eso que, como no sabía cuanto tiempo más iba a tener que estar por allí y encima con aquella forma que no sabía cuando podía aparecer, opté por observar como era aquel lugar. Podría llegar a parecer algo muy interesante y curioso, quizá. Aquella fue la razón por la que, por tercera vez desde que había llegado, había terminado nuevamente por aquel bosque lleno de lámparas también.

Iba moviendo ramas y saltando algunos troncos que estaban caídos –me sorprendía que pudiese saltarlos sin ningún inconveniente, pero quizá era porque había ganado mayor agilidad al convertirme… en lo que era, un lince–. Aunque mucho no se notase, el cielo estaba nublado y aquello ya no me caía muy bien, pero tendría que aguantármelo.

Sentí ruidos, allí también había alguien más, por lo que dejé de hacer tanto ruido al caminar y avancé en modo sigiloso manteniéndome en total silencio. Ante mi se extendía todo un mar de pequeñas lucecitas que de un segundo a otro se ocultaron en una inmensa oscuridad, pero igual quedaba una persona que se podía ver allí, una chica y yo.

A pesar de que había sentido que allí había alguien más, no podía ver a nadie, absolutamente a nadie. Solo me encontraba yo en aquel lugar desolado, ahora en oscuridad. Miré a mí alrededor. No lo entendía. Aunque sentía que allí había alguien más y que no era la única, no podía ver a aquella persona. ¿Acaso estaba imaginándomelo? Podría ser posible, pero no creía que fuese lo más probable. Debía de haber algo, pero…

Aquella oscuridad desapareció al volverse a hacer notar las luciérnagas, prendiendo sus luces e iluminando el campo de árboles y la masa de agua que aparecía entre ellos. La luz de aquellos diminutos animales se reflejaba en la superficie del lago, produciendo un efecto agradable.

Aparté la vista del lago, elevándola y mirando alrededor. Esta vez pude identificar que no estaba sola en aquel desolado lugar. Había alguien más, una chica, pero no había sentido cuando se había acercado ni cuando apareció en el lugar. ¿Sería ella la presencia que había llegado a sentir vagamente? Aquella chica se encontraba observando a las luciérnagas que titilaban en aquel lugar mientras iban de un lado para otro, saltando.

La observé un par de minutos. Me pregunté si ella se había percatado que en el lugar no estaba ella sola, sino que yo también estaba allí, aunque en verdad parecía como si no se hubiese fijado en mí y como si no estuviese tampoco. Por mi mejor, así podría estar sola sin que nadie me generase ninguna molestia y yo tampoco generársela a un tercero.

Me trepé a un árbol y me recargué contra el tronco del árbol estando sentada sobre una de sus resistentes ramas –o por lo menos esperaba que si lo fuesen, no deseaba caer e impactar contra el suelo–, quedándome quita allí. La luz que generaban las luciérnagas llegué a asimilarla con las estrellas… cosas así, aunque en verdad no creía que fuesen muy parecidas tampoco. Elevé mi vista posándola en el cielo, aquella laguna azul oscuro que se encontraba sobre nosotros y que enseñaba a la dama de la noche acompañada de sus múltiples fieles acompañantes, las estrellas.

Todo lo que me rodeaba pasó a segundo plano y ya no presté mucha más atención a lo que me rodeaba, perdiéndome en mi vista buscando a ver si reconocía alguna constelación o estrella en aquel inmenso mundo que era mostrado tan solo mirando hacia arriba. Ninguna, me dije aun observando. No encontraba ninguna conocida por el momento, pero tampoco es que pudiese buscar mucho, ya que los árboles me lo impedían en su mayoría.

Me resigné a seguir intentando distinguir algo conocido pasados unos minutos. Recordar las formas que debían de aparentar las estrellas algunas veces no era tan fácil, por lo menos no cuando estaba con la mente en otra cosa. Volví a bajar mi vista, a la extensión del campo, el lago y las luciérnagas que seguían iluminando su alrededor. Eran unos bichitos muy curiosos, podían generar luz por sus propios medios, pero no había nadie más que pudiese ser capaz de hacer aquello –o por lo menos aquello era lo que creía–.

De un segundo para otro, su luz desapareció, y junto con ella dejé de poder mirar a la chica que estaba también allí. ¿Había desaparecido? No había parpadeado en ningún momento, así que no me había perdido ningún segundo de la vista de lo que me rodeaba, incluyéndola a ella también. ¿Qué había sucedido? Espectros. Aquella palabra retumbó en mi cabeza. Podía ser, aunque yo me tiraba más para el punto de que aquellos seres que eran invisibles no existían. ¿Un fantasma? No, no existían, entonces… ¿cómo era que había desaparecido ante mis propios ojos? Iluciones. Otra palabra me retumbó en la cabeza. Le veía un poco más de lógica que la primera, pero… seguía siendo lo mismo.

Me bajé del árbol sin demorar ni un segundo al momento de escuchar el impacto de una rama contra el suelo de tierra, donde no había nada más que tierra y ningún árbol que pudiese haberla soltado. Me acerqué al lugar donde esta pequeña porción de madera había caído y me arrodillé para ver que más había. Junto a esta había cuatro símbolos escritos, mas no sabía lo que estos significaban. Quizá debería de investigarlo luego, aunque no me llevaba muy bien con las bibliotecas y esas cosas.

-Definitivamente, es un lugar curioso- murmuré en un tono bastante bajo mientras me volvía a poner de pie. Caminé un par de pasos y seguí observando la tierra. No había pasos que indicasen que alguien se había alejado, ni siquiera pequeñas partículas de tierra estaban flotando como para decir que se había movido alguien más. Extraño. Tercer palabra. Exactamente, aquello era un tanto raro.

El lugar estaba tan silencioso que hasta se escuchaba el paso del aire entre las hojas que se encontraban en las ramas de los árboles. Sin embargo, una voz fue lo que se escuchó, entre la nada que me rodeaba, ahora nos rodeaba a ambas.

Giré sobre mis talones que ver a aquella muchacha. ¿De dónde había salido ahora?, me pregunté. Ya la había visto antes, pero había desaparecido sin dejar rastro y tampoco la había visto alejarse. Pero ahí estaba de vuelta, frente a mi, mirándome, tan material y verdadera que no podía hacerme dudar de que quizá fuese alguna ilusión mía, alguna mala pasada de mi mente.

-Sí, esos adjetivos creo que podrían definir de muy buena manera a este lugar…- le dije preguntándome si volvería a desaparecer como lo hacía la luz de las luciérnagas. Aquella luz no era estable, nunca lo fue y nunca lo sería. Seguiría siendo un misterio, quizá, como lo era aquella villa para mí por el momento, siendo que aun tampoco la había descubierto lo suficiente como para saber mucho y sacarle algo lo misterioso.

Volví mi vista hacia aquellos símbolos que estaban dibujados en el suelo, sabiendo ahora ya que correspondían a una palabra en especial de un idioma en especial que nunca me había interesado mucho, el griego. Alma, aquello era… algo nuestro, que se encontraba en nuestro interior, que nos pertenecía a cada uno, pero llegaba un momento en el que desaparecía… ¿Qué era? ¿Qué significado tienen realmente aquellas cuatro letras?

-¿Buscas algo escribiendo esa palabra en el suelo?- volví mi vista a ella. Que estupidez. No, ¿cómo iba a estar buscando algo simplemente de esa forma? Lo mejor sería internarse en una biblioteca, allí seguramente se encontraría algo, siempre había de todo.

La meditación había pasado a mi de un momento a otro sin siquiera quererlo. ¿Qué hacía pensando en aquello? No era algo que me interesase, aunque si se pensaba mejor quizá se aplicaba un poco conmigo y con mi transformación, con mi estado lince. ¿Dos almas dentro de un cuerpo, un simple estuche? Que hacían choque hasta que una vencía, y cuando eso pasaba el lince salía… Pero, no, lo podía sacar a voluntad propia, entonces no le veía el sentido.

-¿Dónde está?- murmuré saliendo de mi mente y volviéndome a centrar en mi alrededor. La mujer había vuelto a desaparecer de la nada. No la había sentido alejarse ni tampoco a nada moverse, entonces… ¿cómo es que no estaba más al lado mío? Las luciérnagas también habían vuelto a apagar la luz, a “descansar”.

No lo entendía. Luego de que la mujer me había respondido había desaparecido. Lo había hecho casi al mismo tiempo que todas las luciérnagas habían dejado de brillar. No le veía una explicación lógica a aquello, pero… ¿qué de lógica había en aquel lugar? Todo parecía irreal aunque no lo fuese, todo parecía una fantasía, algo sacado de un libro ficticio. Pero no, no era un libro, no era una fantasía y ya había comprobado que tampoco era una sueño, pero me lo seguía repitiendo. Mi cabeza ya se sentía un disco rayado pasando lo mismo siempre por mi mente.

-El problema está en… ¿la verdad existe? Además de que tampoco creo que la realidad sea una, sino que haya varias…- aun recordaba mis clases de la secundaria. Aquellas palabras habían sido casi una reproducción de lo que el profesor había dicho en la clase. Existían varias verdades, varias realidades, pero llegaban a un punto que eran ficticias por distorsiones entre lo que debería ser la verdad y lo que la persona creía que era. Entonces, ¿cómo podía llegar a saber qué era si tampoco uno podía estar concreto de ello?

Ya creía entender un poco más todo esto. Y como ironía a mis pensamientos, las luciérnagas volvieron a mostrar su luz en conjunto con la iluminación de los pensamientos. Aquello parecía un chiste, pero era verdad. Dejé de mirar las luciérnagas para buscar a la mujer y allí estaba nuevamente frente a mí.

-¿Qué eres?- esa era una pregunta directa y muy bien hecha. Me parecía muy curioso sus apariciones y desapariciones, aunque la pudiese percibir cerca de mí todo el tiempo en el mismo lugar en todo momento, no la podía ver.