Pero me sacudió la entrepierna.

Terminé la botella de whisky en mi compartimento del vagón 7. Menudo lujo, todo era obstentoso en aquella sala, desde la cortinas a las flores liláceas que la decoraban, y llenaban el lugar. El sillón era mullido y cómodo y calor mezclado con el acohol empezaba a colorear mis mejillas. Me tumbé sobrecargado por la habitación y aquella maldita canción de los Rolling en mi cabeza. Todo daba vueltas y entonces un túnel oscureció el lugar, y dormí.

El tiempo pareció pasar lento al principio y mucho más rápido al final. Cuando desperté aún estaba oscuro fuera, ¿otro túnel?. Me dolía la espalda y es que ya no estaba en el sillón mullido sino que había rodado por el vagón y estaba tumbado en el suelo de madera, bajo la lámpara que parpadeaba con una luz diferente a la anterior.

Me levanté tocandome el cuello, no parecía que me hubiese roto nada. El tren había parado, ¿ya habíamos llegado?, agarré mi bolso y salí caminando algo aletargado. Todo estaba oscuro en un principio, hasta que salí del vagón. No estaba unido a tren alguno, ¿seguía borracho?, había dormido horas, no podía ser. ¡joder! De qué era aquel whisky, ¿de hongos alucinógenos?

Habían decorado el tren con cientos de bombillitas de colores. La estación en ruinas, estaba cubierta de una extraña niebla violeta. Y de ella, caminando cabizbajo, apareció un hombre de cuerpo seductor, sonrisa radiante y sombrero de ala ancha. La imágen me heló el corazón, pero me sacudió la entrepierna...

-Venga, ¿qué más va a pasar?- dije, pensando que aún estaba bajo los efectos de aquel whiskey de psicotrópicos.