Una buena copa para ahogar penas. [Libre]

Me había quedado momentáneamente en shock al llegar al tren. A raíz de los pasados acontecimientos, mi vida se había hundido de nuevo.

El tren tenía una apariencia bastante rústica, por contra, ésto lo hacía mucho más bonito y cómodo. Había dejado mis cosas en mi habitación y, sin dilación, había buscado la cafetería. El billete estaba bien guardado en el bolsillo de mis viejos pantalones. Ni siquiera recordaba a dónde me dirigía, sólo lo que dejaba atrás. Una presión me oprimía el pecho de una manera que conocía muy bien y sabía lo que podía significar. Soy alguien tan débil a la vez que tan predispuesto...

La cafetería, en efecto, se encontraba no muy lejos de nuestros cuartos. Había unos pocos pasajeros charlando y otros, más solitarios, leyendo o tomando algo. Yo me senté en una mesa alejada y esperé que algún camarero llegara. Un café con mucha, mucha cafeína. Eso era lo único que necesitaba.

Me acomodé en mi silla y observé.

El sonido de una flauta me sacó de mis cavilaciones. ¿Quién era el que rebajaba la tensión del momento con esa bonita melodía? Me quedé con la mirada perdida momentáneamente, hasta que vi por el rabillo del ojo entrar a un muchacho, quien esbozaba una pícara sonrisa al tiempo que observaba el lugar. Me lo quedé mirando, pues le rodeaba un aura de misterio que yo muy bien conocía.

Él era pálido, y su ropa no dejaba entrever nada más que una larga gabardina negra y unos pantalones del mismo color.

''Vaya'', pensé para mí, y enarqué una ceja cuando vi que él se acercaba hacia mí.

-Buen día señorita. Disculpe, ¿Le molestaría si tomo asiento y le hago algo de compañia?

Yo le miré sin pestañear y sin mostrar reacción alguna, en principio. Más bien, me había quedado mirando una larga flauta que llevaba, aparentemente casi oculta. Así que era él, el chico de la flauta. En seguida le hice una seña para que tomara asiento y me acomodé yo en el mío.

-Por favor-dije, aún seria-¿Qué prefiere, capuccino o café irlandés?

Le observé sin quitarle el ojo de encima. Ese tren era raro, sí...

Le observé avisar con elegancia al camarero. Alta alcurnia, sin duda. Sonreí para mí cuando vi su actitud, parecía calmado, algo bohemio. Era atractivo, de eso estaba segura, y tenía una mirada un tanto extraña, como si guardase muchos secretos en su interior.

Me crucé de brazos y medité sobre su pregunta. ¿Por qué querría un chico como él saber de alguien tan sucio como yo? De lo que estaba segura es de que saldría aterrorizado por la puerta si llegase a saber mis actuaciones pasadas. Así pues, me tomé mi tiempo y dejé salir un pequeño suspiro al recordar los sucesos recientes.

-Eso querría saber yo-dije a media voz, finalmente, con la mirada perdida.-¿Me darías el gusto de saber tú nombre? No todos los días se encuentra una con músicos como tú.

Señalé su flauta y esbocé una casi imperceptible sonrisa.

Alta alcurnia, sin duda.

Momentáneamente me ensimismé al escuchar su respuesta. Fruncí el ceño casi sin querer y solté una risotada no demasiado estridente. Qué manera más poco ortodoxa de hablar tenía el tal Vicent Van Dort.

No me sonaba para nada, cosa totalmente comprensible, teniendo en cuenta de dónde procedía yo. Mi estancia fuera de los suburbios no me había enseñado a desenvolverme por la alta sociedad, ni mucho menos y, si de algo estaba yo segura, era de que eso nadie debía saberlo.

-Pero no puedo saber algo si aún no lo he conocido.-continué yo, en respuesta a su extraña respuesta. Esperé a que se fuera el camarero y cogí con parsimonia uno de los dos sobres de azúcar que había sobre la bandeja.

-Me llamo Valadilène.

Mirándole de reojo, volví a centrarme en mi café.-Y, dime-proseguí.-¿Es que eres alguna clase de artista bohemio que viaja por el mundo? ¿O huyes de un oscuro pasado que más vale no recordar?

Sonreí con amargura ante mi comparativa. Qué ridículo, pensé, que le haga a él esa pregunta cuando debería hacérmela a mí.

No sé exactamente cuánto tiempo pasó desde que él me contestó y yo, ensimismada, me quedé reflexionando sobre lo que él me había dicho. Así que otro magnético juego de palabras. Si quería un duelo verbal, estaría encantada de proporcionárselo.

Aún así... Había algo raro, en todo aquello. El aura de Vincent, misteriosa y... oscura.

-Me fascina.-murmuré para mí inconscientemente antes de si quiera darme cuenta.

Alcé la vista y le observé con la boca torcida. ¿Quién era, por qué hablaba siempre con enigmas?

La cafetería hacía rato que prácticamente se había vaciado, pues se iba haciendo tarde y los pasajeros probablemente desearan dormir. Apenas unos pocos camareros y uno que otro se encontraban en la barra. Pero yo tenía miedo de volver a mi compartimento y dar rienda suelta a los demonios que me acechaban.

-Vincent Van Dort.-me decidí a contestar, mirándole con seriedad.-¿Con quién crees que estás tratando? No soy una persona recomendable, conozco la muerte tan bien como tú nunca lo podrías entender.

Tomé un sorbo de mi café con quizás demasiada lentitud, aún mirándole, esperando ver alguna mella de mi mordaz comentario en su actitud. Con parsimonia, me levanté y dejé el café en su sitio mientras echaba una última mirada al tal Vicent Van Dort y salía de la cafetería.

El tiempo no dejo de ir y de venir, el silencio se volvió el principal anfitrión de la tan llamada fiesta de llegada. Él sabía que el inicio del laberinto estaba cerca, ella desconocia lo que de ahí le podría deparar el mismo destino. Gira, gira pequeño carrusel... Sin detener el tiempo, el silencio o la locura. La llamada estaba hecha, la bienvenida al mundo de los misterios... sería única y posiblemente singular. El precio todos, absolutamente todos lo tienen que pagar, eso lo sabe muy bien.

Sonrió para sí mismo, al verla meditar, al escuchar su pequeño murmullo queriendo decifrar las palabras que habían salido de la boca de un desconocido. Poco a poco las almas abandonaban lo que no era destino suyo, algo en su interior se los decía. Así fue hasta que la oscuridad abrumo cada rincón de esa cafetería y sólo quedaban él y ella. Los camareros salieron, los pasajeros selectos dormían, dormían profundamente en sus sueños sin fin.


Curvo las comisuras de los labios, como si se burlara de la respuesta de aquella mujer. - La muerte es algo relativo mi pequeña recién conocida. Algo que no sirve ni para bien ni para mal, quizá. O igual sirva de algo que aún no logras entender. - Se puso de pie, elegantemente. La cadena de su bolsillo hizo aquél monótono sonido. Entre sus manos colocó la flauta, y por última vez sonrió.

-Un verdadero placer llevar el juego contigo... -Musitó. Del bolsillo sacó su cámara y tomó un pequeño recuerdo de la mujer. - Espero no te moleste. - Sin permitir respuesta por parte de ella, sutilmente se dirigio a su mejilla y plasmo un pequeño beso. -No me despido, hasta pronto.

Sale de la cafeteria a paso cauteloso. Cuándo deja de ser visible el sonido meláncolico de la flauta se vuelve a escuchar. Esta vez es diferente da la bienvenida con lamentos a su nueva conocida.



[Vincent Van Dort: Una disculpa por la demora en responder, antes que nada. Sugiero públiques ya tú última respuesta Valadilène, que sería el cierre del tema. . Felicitaciones por conseguir, con algo de tardanza por culpa de un servidor, tus cinco bombillas. Después podrás públicar tu llegada... El otro tema que has abierto ya no lo respondas, la adm. se encargara de cerrarlo]

[Fdr: No pasa nada, ayer decidí que sería mejor cerrar el tema porque veía que no posteabas. Y, como soy tan oportuna, justo cuando lo decido posteas x_D Encanta de rolear igualmente, nos vemos en la villa, flautista.]

Lo más curioso, he de decir, fue que Vincent Van Dort debatiese sobre la muerte. No era una sensación benigna, por supuesto, pues la oscuridad que se alza en tu corazón al saber que ella te ha encontrado hiela hasta al más recógnito y helado lugar de tu alma.

El aliento de la muerte, dicen, la Parca, aquella que, para desgracia de unos y necesidad de otros, nos transporta a la otra vida. Ningún humano tiene la potestad de arrebatar una vida, pues, si no se trata de la Muerte.

Sin embargo, yo era una aberración en esos momentos. Ciertamente tenebroso, todo ese asunto, que se cernía sobre mí y no me dejaba vislumbrar lo que yo realmente quería. Ni siquiera sabía por qué estaba en el tren. ni a dónde me dirigía y, lo más importante, si eso era lo que yo quería.

Sumergida en mis cavilaciones, lo único que me despertó fue el flash de... ¿una cámara? Miré a Vincent Van Dort con asombro. Me había tomado una foto y, ya de pie, se estaba despidiendo. No dije nada cuando él me besó en una mejilla y se alejó con paso seguro de mí.

A lo lejos, volví a escuchar la música de una flauta. Fruncí el ceño un poco más tarde y me tapé la cara con las manos, ahora que los recuerdos se hacían mucho más pesados. Esa flauta, sí, hacía que me acordara de lo que quería olvidar.

-Vicent Van Dort.-murmuré para mí.-Nos volveremos a ver.

[Fdr: Porfi, si el admin ve este tema, que lo cierre.]