Un sendero de migajas... (Azul)

Eran las 11:40 cuando llegué a la estación de trenes aquella noche. Apagué el motor del carro y abrí la guantera, donde encontré la pistola que había comprado semanas atrás. Nunca me gustó usar aquellas cosas, pero aquel hombre de los "ojos tristes" no merecía una muerte con honor, sino la peor de todas. Tomé mi equipaje y salí rápidamente, sin pensar siquiera en ponerle la alarma al auto; no me importaba nada más que llegar a Berlín y encontrar al malnacido que me arrebató a mi Marisa en Moscú.

Llegué a la taquilla y le pedí a la mujer que se encontraba dentro de esta, me vendiera un boleto para el último tren a Berlín, pero no recibí respuesta alguna de ella. La miré de reojo y su mirada me pareció perdida, pero justo cuando le iba a repetir lo que le había dicho, me pasó un boleto por la bandeja y me arrebató el dinero; sin prestar demasiada atención a su actitud, caminé hacia el andén indicado en el boleto un poco más sereno.

Miré mi reloj y vi que me quedaban escasos 15 minutos, por lo que decidí fumarme un cigarrillo antes de subirme al tren. Aspirando y exhalando el blanquecino humo de tabaco, revisaba una y otra vez las hojas que había imprimido, donde se podían leer las placas de su camioneta negra, así como su nombre y una dirección que tenía como referencia y que era de su padre. El sujeto tenía varias multas por imprudencia al manejar, sobre todo por abuso de alcohol, entre las cuales figuraba con letras mayúsculas y rojas una reciente en la que se explicaba como con la misma camioneta había arrollado a una pareja de ancianos en un parque. Me parecía increíble que la policía aún no lo hubiera capturado, pero eso me daba mayor oportunidad de terminarlo con mis propias manos.

Apagué lo poco que quedaba del cigarro y abordé el tren tranquilamente. Busqué un vagón donde poder descansar otro poco y cuando encontré uno vacío, deposité mi maleta en uno de los sillones, me quité la gabardina y la bufanda también. Cuando abrí la maleta para guardar los cigarros, tomé la vieja cámara de Marisa y una sonrisa se me dibujó en la cara; no sé cuanto tiempo estuve contemplando aquella cámara, pero cuando le despegué la vista el tren ya estaba en marcha.

Y cuando volteé hacia la ventana, noté que el paisaje no era el mismo que veía cuando viajaba a Alemania. Este tren estaba tomando una vía completamente desconocida para mí…

La presencia de aquella mujer había tranquilizado mi sed de asesinar a Luca Schenk, y en la habitación se sentía una serenidad absoluta. El silencio invadió el lugar por unos instantes, pero su voz melodiosa volvió a retumbar en las paredes del iluminado vagón:

-Entiendo. Es una bella pieza lo que tiene ahí-aseguró dirigiéndome la mirada y después a la estatuilla en mi mano.
-Seguro que lo es, ¿señorita...?-hice un ademán para preguntar su nombre.
-Soy Eve Wickham-dijo extendiéndome la mano para saludarla. Contesté cordialmente el saludo, pero después me presentó un violín como si de una persona se tratase-y este es Kaos- dijo alzando a mi vista el precioso instrumento.
-Es un violín hermoso, Señorita Wickham. Supongo que le es tan preciado como para mí lo es este zorro rojo. Esta figurilla fue tallada de un hermoso roble y como usted notará, da un efecto de naturalidad al pelaje por su anaranjada coloración. Fue un obsequio de un amigo indoamericano hace 3 años- Eve no hizo comentario alguno, por lo que dejé a un lado el tema-¿Entonces supongo que no le han dado un boleto equivocado)-
-Ehmm No... No me dieron un boleto equivocado. ¿A donde se dirigía? Podría trasbordar en la siguiente estación y que le hagan un reembolso de lo que ha perdido en este viaje... aunque bien o mal, todos los rumbos marcan nuestro destino. Este tren se dirige a Holanda... ahí crecen tulipanes azules- dijo sonriente.
-Si, supongo que no tendría otra opción que esperar a la siguiente estación, o podría aventarme por la ventana, pero aún tengo algo por qué vivir... ¿Holanda ha dicho? Me recuerda un viaje que hice con mi novia hace 1 año. Era primavera y a ella le gustaban los tulipanes rembrandt rojos, eran su fascinación en vida. Ella era escultora, y su firma personal era un tulipan esculpido en las manos, en el caso de los hombres o adornando el cabello, en caso de las mujeres. Era una mujer especial, muy especial...-dije haciendo una pausa al recordar el fresco aroma de los tulipanes aquella tarde primaveral.

De pronto me vi entre los tulipanes nuevamente y a mi lado ella, con su inigualable sonrisa y su inquieta cabellera rojiza-anaranjada jugando con el viento. Era increíble que aquella obra perfecta, aquella escultora de vida y esperanza se hubiera desvanecido como polvo al viento. Pero algo me decía que mi cuenta no sería saldada tan rápido como esperaba y los tulipanes se tornaron azules y regresé al vagón de aquel misterioso tren, donde Eve me miraba algo extrañada...

Entonces Eve me confeso no recordar la historia de su violín, más solo el hecho de que había sido un regalo. Me entristeció esto, debido a que siempre me ha interesado escuchar historias de todo tipo, sobre todo las de objetos muy personales, objetos que pertenecieron por generaciones a una familia o que tienen sus propias leyendas; si para mí cargar con un mal recuerdo es pesado, no me imagino lo frustrante que debe ser no recordar uno bueno.

Pero en su defecto, me contó uno de los tantos cuentos que le ha inventado a su instrumento. Siempre he pensado que las personas con imaginación son las más interesantes del planeta, pues los universos que crean con tanta facilidad no tienen barreras o límites terrenales. Así era Marisa en vida y espero que así siga siendo donde sea que esté. La historia del madero dentro del estómago de la ballena, que fue forjado por el hombre que iba de pesca, en aquel elegante violín que llevaba ahora consigo Eve fue tan agradable que recordé los cuentos que me contaba mi nonna (abuela), Allegra, cuando apenas era un inocente párvulo y me creía la existencia de los grandes héroes, de las misteriosas doncellas del bosque y de los duendecillos que te roban cosas mientras duermes.

Aunque dejó inconclusa su historia, no necesitaba saber el final para reconocer que era muy buena. Después de ello, sonrió sobre mi comentario de saltar por la ventana y asintió sobre mi pregunta acerca del destino de aquel tren. Recordé y le mencioné algo relacionado con los tulipanes Rembrandt rojos, los favoritos de Marisa, de quien también le conté un poco de su vida y le pareció por demás una mujer encantadora, tanto que me preguntó si ella no me acompañaba a lo que yo respondí algo melancólico que ella había muerto meses atrás atropellada, y que mi viaje se relacionaba con vengar aquella muerte; quizá no era prudente hablar de ello, pero Eve, de cierta forma me inspiraba confianza. Me animó a comprarle un ramillete de tulipanes antes de contarle su fatal destino, pero me pareció una buena idea llevarle algunas a su tumba cuando regresara a Florencia...

Después de tan agradable conversación, el silencio se hizo permitiendo escuchar el tronido de los rieles al paso de tan misterioso tren. Se despidió y acotó que esperaba que mi zorro rojo me apoyara a enfrentar mi situación, así también dijo esperar encontrarnos al final de este destino, palabras que me confundieron un momento.

Después solo hizo una reverencia y se desapareció de mi vista. Fue realmente inquietante su partida, puesto que ya me había interesado en escuchar lo que tuviera que decir, pero al voltear a la ventana pude ver a lo lejos la estación que me había dicho desde el comienzo de la conversación y recogí mis cosas. Era tiempo de ver si podía pedir un reembolso o resignarme a ser guiado por el destino hacia otro camino...