Escapándose {Azul}

por **Leon 'Lev' Dostoyevski** Dom Jun 20, 2010 2:31 am

Bastó que el psicólogo que les iba asignado estuviera ahora atendiendo al otro pasajero de su escueto grupo y que el guardia los siguiese para ver qué ocurría para que Leon tomase la oportunidad, ofrecida en bandeja. Se dijo que sería idiota si la dejase pasar. Un gran fallo de seguridad realmente. En teoría deberían estar vigilados en todo momento pero alguien debía haberse olvidado de ello en cuanto al otro, que según sabía se llamaba Piotr, le dió un ataque de pánico. El psicólogo, un hombre audusto de rostro desgradable a su gusto, se lo llevó a los baños y al cabo de un rato, confuso por su tardanza, el guardia los siguió. El otro estaba dormido, aunque a simple vista no lo pareciera.

Ay... escaquearse del trabajo finguiendo no hacerlo... Una gran negligencia que él iba a aprovechar bien. No era idiota, eso sí, ya se figuraba que no iba a poder escaparse el tren y tampoco sabía si quería hacerlo, simplemente no pensaba en ello. De hecho sabía que cuando le encontrasen recibiría varias miradas recriminadoras y una charla del psicólogo acerca de la colaboración. Él no diría una palabra. Como siempre.

Pero ahora, no como siempre, se escabulló fuera de su compartimento dejando la puerta entreabierta. Cerrarla podría haber despertado al otro y no era algo que quisiese. Además, total, en cuanto volvieran Piotr y su séquito verían que no estaba... y empezaría la caza por todo el tren.

Ahora lo que le preocupaba era otra cosa, en cambio. Tenía hambre. Mucha hambre realmente. ¿No habría vagón restaurante en el tren? Por lo que sabía era un tren normal, de pasajeros y mercancías, nada del otro mundo (no habian aislado un tren para transporte de individuos inestables por ejemplo, como hacen en esas baratas películas americanas de poca calidad) por lo que tendría que haber. ¿Qué era un tren sin vagón restaurante? Nada. Y si además servían pirozhkí mejor que mejor. Era de sus comidas favoritas antes de ser internado y no había vuelto a comer nada decente desde entonces.

Porque, definitivamente, a esa bazofia no podía llamarsele comida por mucho que te mantuviera vivo y pudiera ser ingerida, pensó mientras atravesaba los pasillos del tren.

por **Azul** Dom Jun 20, 2010 3:01 am

Los pasos eran tranquilos esa noche y se pasea en aquel pasillo con su porte glamouroso, sse detiene para recoger algo del piso y sus ojos que detonan melancolía miran aquel papel entre sus dedos. Las luces que parecen tintinear cuando ella pasa, ataviada completamente de azul, como sacada de un libro de hadas y se queda mirando una ventana hasta el final del pasillo, vuelve a mirar aquel papel y lo mete en su saco. En una mano lleva un violín de azul cobalto con labrados en negro y en el mismo cinto del saco tiene un arco que orgullosamente porta como si fuera una espada.

Era el sonido del tren que le hacía pensar demasiado, sin que sus recuerdos llegaran a sus pensamientos, Eve sabía que el destino de lo que había encontrado era marcado por algo que conocía bien. Escuchó algunos pasos en el pasillo que hizo llamar su atención y su mirada se volvió hacía aquel pasajero, tenía una corazonada, pero no estaba segura aun de ello. Se quedó mirándolo un momento. El sujeto le pareció que estaba perdido o algo parecido. Y con una voz melódica parecida a la de un ángel igual que su porte se dirigió al hombre:
-¿Se encuentra usted bien? ¿Le puedo ayudar? –Tal vez había encontrado el propietario de aquel papel que traía en la bolsa pero no estaba segura de ello, solo sus ojos azules se posaron en aquel hombre esperando alguna respuesta-.

por **Leon 'Lev' Dostoyevski** Dom Jun 20, 2010 3:10 am

Bueno un tren solo tiene dos direcciones: avante o atrás, no había mucho donde elegir. tarde o temprano llegaría al final y en el peor de los casos se habría equivocado de dirección y entonces... bueno, entonces tendría que buscar otra cosa que hacer seguramente. Pero era un tren. tendría viajeros. Y observarles sería... estaba deseando encontrarse a alguno.

La gente era... gente. Si, esa era la palabra. Debían haber sido los años... o el haberlos matado. O quizá tenían razón y había nacido así y no podría cambiarlo jamás pero...

El pensamiento se interrumpió antes de lelgar a su final. Frente a él había azul. No había otra forma de describirlo. Una mujer, alta, esbelta, de rostro hermoso de piel clara, cabellos oscuros y dulces labios que iba completamente envuelta en azul. El vestido era azul, el violín que llevaba en las manos era azul, incluso ella parecía ser azul. Llevaba un arco y no le extraño. ¿Qué podía extrañarle un arco a alguien acostumbrado a llevar pistolas en las manos? Claro que un arco era de hace uno o dos, o tres, siglos atrás salvo que compitas con ellos...

Pero, ¡por favor! ¡Era azul! Empezó a reirse. Se rió tanto que tuvo que apoyarse en la pared del pasillo. Por fortuna noe ra una risa estruendosa, era más bien una risa que se veía pues apenas emitía sonido alguno y aún así casi se ahogo entre ella. Tuvo que resollar, apoyado en la pared, dejando de reir a la fuerza. Le dolía el pecho. Y cuando levantó la vista la chica de azul seguía frente a él.

Le había hablado, supo, pero no respondió. Solo hizo un gesto con la mano que decía claramente "No improta lo que hayas dicho" mientras seguía sonriendo intentando no caer de nuevo en las zarpas de la risa. ¿Para qué iba a ayudarle? Solo estaba buscando comida, algún día la encontraría.

por **Azul** Dom Jun 20, 2010 3:29 am

La locomotora seguía su marcha y los rieles de hierro marcaban sus pasos hacia un destino, los pasajeros vienen y van pero solo uno obtendrá un pasaje para un nuevo destino. Un destino que ha decidido el roble fantasma. Eve con aquella mirada melancólica y apariencia dulce se quedó mirándolo un momento, sin algún gesto en su rostro imaginándose cualquier cosa, hasta que después de que él empezó a reír, por algo que ella desconocía, era bueno reírse pensó mientras lo escudillaba con aquella mirada de océanos helados y dibujando una sonrisa en sus labios.
-¿Sucede algo? –Preguntó al no recibir alguna respuesta solo algún gesto, ella imagino que tal vez era mudo o tenía problemas auditivos- ¿Usted es Leon Dostoyevski? –preguntó la mujer mirándolo fijamente a los ojos y diciendo el nombre perfectamente con aquella pronunciación en inglés, ella no hablaba ruso, denotando sus influencia francesa y portuguesa. Sacó un billete de tren de la bolsa del saco, sea o no el hombre que estaba ahí Eve le tendió el billete-.

El billete señalaba el vagón 7 de ese mismo tren y se situaba a unos pasos de donde ellos estaban, las luces se aquel pasillo empezaron a tintinear de nuevo, como una especie de falla eléctrica y el tren continuo su marcha, la luz de aquella tarde se filtraba por aquella ventana agonizante y la noche empezaba a tocar las puertas para abrazarles en cualquier momento.

por **Leon 'Lev' Dostoyevski** Dom Jun 20, 2010 2:00 pm

Logró dejar de reirse, sujetandose las costillas con el brazo y lentamente se incorporó para mirar a la mujer de nuevo. Ésta le obserbaba simplemente y sus ojos, dulces, se le antojaron tristes, muy tristes, como perdidos en alguna clase de recuerdo agridulce que hace daño pero no se puede, ni se quiere en el fondo, dejar de recordar. O quizá fueran imaginaciones suyas... Entender a la gente le era algo complicado, o no tanto. Podía entender por qué actuaba la gente como actuaba pero era luego incapaz de actuar correctamente en respuesta.

Negó con la cabeza a la primera pregunta de la mujer, mientras seguía mirándola de reojo, preguntándose quién sería. Podría haberlo preguntado en voz alta pero qué perdida de tiempo habría sido. Sus viajes eran, sin duda, diferentes. Su destino parecía estar en Polonia y dudaba que aquella chica de ojos tristes y vestido azul fuera a un manicomio. Por lo que solo se verían ahora, en el tren, unos minutos, tal vez un segundo encuentro aunque lo dudaba -no sabía por qué pero algo le decía que no volvería a verla- de modo que... ¿para qué aparentar falsa cordialidad y sociabilidad preguntándole su nombre si no se volverían a ver? Probáblemente lo olvidase con el tiempo.

Levantó la cabeza al escuchar, justo, su nombre en sus labios. Tenía una voz suave, cándida, sin alteraciones, y, sorprendemente, no tropezó con su apellido. El ruso la miró con curiosidad. No podía ser un brote, se dijo, le habían atiborrado de medicamentos antes de empezar el viaje, incluido uno que le había tenido la mayor parte en un duermevela atontado. Y sin embargo era tan... diferente. Una parte de él aún recordaba cómo había que desenvolverse en la sociedad, una parte anterior a su estancia en el psiquiátrico y anterior a su estancia en el Ejército, aquella que caminaba por las calles de Moscú y que sabía que nadie sabía tu nombre por ciencia infusa.

-Da -dijo por fin. Su voz sonó baja. No solía hablar demasiado y se notaba-. Soy yo -añadió.

Entonces ella le tendió un billete y Leon alargó los dedos blancos para cogerlo. Ponía "Vagon 7". Inmediatamente después, cuando iba a levantar de nuevo la mirada, las luces temblaron. Leon tropezó, apoyándose de nuevo en la pared, sobresaltado. Miró a su alrededor y vio como la noche caía afuera, a través de las ventanas. Que momento más... raro. La miró de nuevo y en sus ojos azules había una pregunta clara "¿Has sido tú?"

por **Azul** Dom Jun 20, 2010 5:38 pm

La extraña mujer esperó un momento mientras miraba como el pasajero se desenvolvía, podía ser intimidante aquella triste mirada azul que poseía, miró las manos del hombre que cogieron el billete y una sonrisa de complicidad se dibujó en sus labios, sacó el arco (del violín) que tenía en el cinto del saco, como si fuera una espada y rasgó las cuerdas de Kaos, como solía llamar a ese instrumento musical que tenía en una de sus manos. La respuesta del hombre había resuelto algunas dudas sobre su condición; si era sordomudo. Algo le sucedía que no lograba hablar demaciado, lo cual Eve notó con mucha curia. Entonces, la música empezó a fluir en ese pasillo, era una melodía inquietante, era el Kaos que se desenvolvía en ese momento, con tintes dulces y alegres, casi palpables… Eve en ningún momento dejó de mirar al hombre que con la mirada hacía preguntas, las cuales ella no respondió, la vida era compleja dentro del vagón, más si poseías una maldición. Ella estaba segura que algún día se lo volvería a topar, la villa era pequeña y siempre los mundos por más grandes que sean se unen en un punto.

El rugir de Kaos se volvió caricias y aquella melodía se tornaba más tranquilizadora hasta agonizar en su fin. Eve tal circense giró entre sus dedos aquel arco de violín, que parecía mágico, hecho de plata con nos zafiros incrustados, el cual terminó en su cinto del saco de nuevo.
-¿Tiene hambre? –Preguntó de forma amable y una sonrisa cálida- La cafetería está de ese lado –dijo señalando con su delicada mano-El pastel de queso con zarzamora es muy bueno… vayamos, le invito… -se aventuró a ofrecer ante un desconocido, su noble corazón de Eve solía detonar algunas cosas extrañas, pero este momento tenía una corazonada, de locos todos tenemos un poco y aquel hombre tenía algo que despertaba en ella curiosidad-.

por **Leon 'Lev' Dostoyevski** Dom Jun 20, 2010 8:09 pm

La mirada azul de la mujer de azul pesaba sobre él. Pesaba, literalmente. Podía notarla como una carga en los hombros hasta que, por fin, una vez con el billete en sus manos, se la devolvió. Se dibujó en los labios de ella una sonrisa complice, la sonrisa de aquel que sabe algo y no dice nada. ¿Qué sabría ella?

En lugar de responderle a ninguna pregunta alzó el violín del mismo color que ella y comenzó a tocar. Era una melodía hermosa, sin duda, de notas largas arrancadas del intrumento con soltura y tenía algo. Un algo inquietante, como la última sonrisa de ella antes. Una melodía que presagia sin decir el qué. Y entonces supo que algo iba a pasar. No sabía el qué, pero esa mujer, el bitelle, propiciarían algo y el violín con esa melodía, se lo susurró, escondiendose de él cuando quiso saber el qué.

Cerró los ojos, disfrutando de aquella canción antes de que terminase. Pemraneció aún un par de segundos con los ojos cerrados. La muerte de aquella canción había roto algo, esa impresión daba, quizá falsa pero así se lo pareció.

Escuchó su voz y se sorprendió, abriendo de nuevo los ojos. Seguía ahí la mujer.

-Deberías haber desaparecido -susurró el joven rubio sin contestarla. Debería. Habría sido el final propicio. Una extraña que le entrega algo y con las notas del violín desaparece sin dejar rastro, pero el billete existe y solo eso demuestra que no fue un sueño... Así debería haber sido y así no había sido. Se quedó mirándola, desconcertado, hasta recibir la invitación. Asintió, siguiendola. Tenía hambre. Y ella lo sabía.

¿Por qué seguía allí?

por **Azul** Dom Jun 20, 2010 9:22 pm

Azul sonríe de una forma atrayente cuando el hombre le dice que debía de haber desaparecido, eso le causó gracia, no sabía a que se refería pero tal vez podía ser a un acto de magia que causaba Kaos con su melodía. Y caminó guiando al hombre hacía el vagón cafetería, abre la puerta y el aire agita aquel rojizo cabello que despide un olor a violetas.

Al atravesar el umbral de la cafetería se sintieron los aromas del lugar, comida, café y dulces que se exhibían en una mesa bufete. Eve cogió un plato con una rebanada de pastel y animó al pasajero para que cogiese lo que quisiera, se dirigió hacia una mesa donde estaba un ventanal invitándolo para que la acompañe. La noche ya estaba dibujada en el exterior pero de un momento a otro mientras tomaban asiento y comían el primer bocado, dos personas invadieronó el lugar haciendo bullicio y sacando sus armas apuntando a los pocos comensales que estaban ahí y uno apuntó a la extraña mujer de azul amenazando que le diera el violín y el arco con zafiros. Mientras el otro hombre encañonaba a León con ese revolver. Eso era lo peor que le podía pasar a Eve. Su rostro se llenó de amargura y obviamente quería negarse en soltar aquel objeto, el cual nombraba una extensión de su alma.

por **Leon 'Lev' Dostoyevski** Dom Jun 20, 2010 9:36 pm

Siguió a la mujer hacía el vagón restaurante, entrando dentro. Era amplio, con varias mesas a un lado y una barra en el otro. En la barra había un buffete libre al cual se acercó pronto la mujer y él la siguió, cogiendo un par de platos. Los aromas llegaron a su nariz, entrando en él y obnuvilándole... era delicioso. Parecía que hacía siglos que no olia nada así. La comida del psiquiátrico apenas sabía y en el ejército la comida tenía una labor puramente funcional...

Comenzó a servirse unos cuantos platos con carne, algo de pasta fría y postres. No sabía cuándo iba a tener otra oportunidad como aquella de modo que olvidó, de hecho ni se acordó de ello si somos fieles a la realidad, la educación de comer poco en presencia de otros individuos y se sirvió hasta los bordes los platos.

Luego se sentaron y comenzaron a comer cuando fueron interrumpidos por un golpe en la puerta. Ya están aquí, pensó él. Pero no eran quienes él creía, descubrió al girarse. Eran dos hombre, uno que le apuntó a él y otro a la dama de azul, exigiendole el violín. Leon observó aquello frunciendo el ceño.

No era actitud adecuada. Entrar e interrumpir la cena ajena.
Cierto, el violín era caro y hermoso. pero era de ella. Frunciendo el ceño el ex-soldado vio discurrir la escena y cuando el hombre comenzó a exigirle d enuevo el violin y el que le encañonaba a él se distrajo para gritarle a la mujer...

Él estiró la pierna, haciendole un barrido. El primer hombre, desconcertado, cayó contra la mesa y al suelo. No había sido complicado. la sorpresa siempre era un factor importante a tener en cuenta. Le agarró del brazo antes de que cayera, solo para arrebatarle la pistola y ponerse definitivamente en pie, preparado para ello. Apuntó con el cañón del revolver a la sien del otro ladrón.

-Disculpate a la señorita -le exigió. Ni siquiera un vete, o un suelta la pistola. No. Fue una disculpa. Por interrumpir. Por tener la indecencia de querer quitarle algo tan valioso, no ya material, si no propio. Amartilleó el revolver-. Ya.

por **Azul** Dom Jun 20, 2010 9:51 pm

Eve podía haber usado la magia del arco pero eso podía llamar la atención de los demás haciendo inexplicable aquello. Se quedó mirando la acción del hombre pensando en cómo librarse de ese aprieto hasta cuando su acompañante León que con agiles movimientos desarmó a uno y encañonó al otro como un experto combatiente. El ladrón apenas pudo articular palabras y se disculpo, aunque Eve estaba nerviosa por la situación solo dijo que no pasaba nada, al menos. Mientras que el hombre en el suelo apenas podía moverse. Se escuchó el murmullo de la gente y unas botas más se acercaron era la policía del vagón que se llevó aquellos hombres que se habían escapado de su jurisdicción. Las armas fueron devueltas y la policía agradeció al señor Dostoyevski por su apoyo en ese momento complicado. Se escucharon algunas palmadas y se retiraron del vagón.

De nuevo la tensión en el vagón se aplacó y regresaron al mismo momento en que fueron interrumpidos, la comida abundante, bebidas y la caída del anochecer.

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