La sentencia de los habitantes (El señor del sombrero)

por **Azul** Vie Jul 09, 2010 12:57 am

Eve había recuperado su bicicleta, era el único vehículo que poseía para poderse transportar de la villa hasta Tartatus, llevaba en su canasta todas las compras para la cena y se hacía un poco tarde, los viernes siempre se retrasaba por diferentes razones en la panadería, llevaba un pastel de zarzamoras amarrado en la parrilla. Para su comodidad traía un jeans y una blusa acorde con las temporadas de verano. La neblina empezaba a espesar en diferentes zonas y encendió su foquito de la bicicleta y tocó la campanilla, continuó manejando por las calles hasta que la presencia de un hombre con un sombrero le hizo detenerse de golpe, rechinó las llantas por el frenón que hizo. Se quedó mirándolo un momento y su corazón empezó a latir con fuerza, no sabía que hacer o que decir ante la presencia de Pan, el le intimidaba y sabía que todo lo que ella sentía podía hacerle mejorar su condición corpórea debilitándola, necesitaba llegar a Tartarus, pensó mientras apretó los labios mirando la silueta del misterioso hombre.

por **El señor del sombrero** Vie Jul 09, 2010 1:41 am

El hombre salió dentre la neblina, su sombrero cubría bastante su rostro y sólo dejaba ver una diminuta sonrisa, una sonrisa depredadora. Alzó el rostro mostrandole aquéllas semillas avellanas, su mirada era la del cazador encuentrando a su presa débil y sin cobijo. -Bonjour Bleu...¿Ca va?- dijo acercandose lentamente portando con orgullo el bastón que tanto lo caracteriza. Sus movimientos son las de un felino soberbio y altanero, la capa oscura le cubre de la neblina húmeda. El señor del sombrero sonrie amablemente, saca un pañuelo del color de su traje, violeta intenso, y se lo ofrece a la dama de azul -Creo que estás sudando un poco, permiteme...- habla con una voz seductora, una voz que no resiste ninguna dama.

Con un suave roce del pañuelo, seca cada gota perlada de ése bello rostro que tanto añora, observa que se mantiene callada y distante. Le sonrie nuevamente y de pronto dice -¿Prefieres que te llame...Palomita?- en su voz hay socarronería implicita, sabe TODO lo que ha pasado en ésa sucia cabaña, con ése sucio hombre y no le parece nada gracioso. Su paciencia es poca, su rostro no muestra enojo pero su mirada avellana es fría, desdeñosa...

por **Azul** Vie Jul 09, 2010 1:57 am

Pasó saliva con mucho trabajo y dolor. Se le quedó mirando fijamente sintiendo la heladez en sus manos. No podía evitarle, no podía ni siquiera moverse. Le escuchó y esa peculiar voz seducía a cualquiera, a ella, y recordaba bien como esa voz l enamoró. Su tacto le dejó atónita y solamente se quedó quieta ante ese tacto que le hacía temblar, el Perdido tenía posesión sobre su persona, pero había algo que ella no descubría lo cual podía derribar cualquier oponente. Asintió en agradecimiento mirando esos ojos avellana. Su mano por inercia le da una buena bofetada y le quita la mano que le seca el sudor.
-¿A que se debe este honor mi querido PAN? –se le quedó mirando de mala manera mientras suspiraba y se secaba el sudor con una de sus delicadas manos- Tengo prisa… tengo que llegar a Tartarus antes del anochecer…-Le quedaba poco tiempo, cuando mucho cuarenta minutos o menos, escuchó un cuervo y buscó con la mirada su ubicación-.

por **El señor del sombrero** Vie Jul 09, 2010 2:19 am

El rostro frío del señor del sombrero recibe la bofetada de las suaves manos de Azul, no hace daño...no físicamente -Mi querida dama...¿A qué debo ése trato? ¿Tanto me odias para merecerme tu desprecio y tú altanería?- su mirada le penetra lentamente, como si deseara tenerla a su merced, él no está acostumbrado a un mal trato...él se merece que cualquiera éste a sus pies, incluyendo ésta dulce mujer. Se queda pensativo mirando aquéllos oceános furicos -Vine a llevarte conmigo...a tú casa, donde deberías estar...no en un cuchitril como ése...- su dedo indice señala el fondo del claro, donde una chimenea humea en ésa tosca cabaña.

-No tienes porqué tener prisa, mi cielo...éstas a salvo conmigo. Con TÚ esposo...porque éso soy Eve y éso seré siempre..."Ser fiel en las alegrías y en las penas, en la salud y en la enfermedad, amarlo y respetarlo todos los días de tú vida...Hasta que la muerte los separe..." aunque claro... a mi ni si quiera éso me separará de ti...¿Verdad Bleu?- recitó la letanía del matrimonio que alguna vez ambos juraron ante los ojos de Dios, lo dijo con un tono hiriente para ella, dejandole ver que era una infiel y una cualquiera. Escucha el graznido de los cuervo y vé de reojo a su fiel sirviente, ahora se siente con más poder...

por **Azul** Vie Jul 09, 2010 2:46 am

Su blanca mano se cerró en un puño mirando mejor aquellos ojos crueles del señor del sombrero. Suspiró ante lo que él le preguntaba y se sentía miserable por lo que había hecho, pero no podía sentir nada, el amor que sintió por ese hombre se había esfumado. El no era una persona que tenía palabra, juró lealtad, aunque a su manera lo cumplió, pero Eve no lo vio de esa forma.
-Tú sabes bien porqué… todas esas noches en espera y luego dormir en una cama fría sin la compañía de mi esposo que me juró amor y cuidado, mientras vivía sumergida en una depresión continua, en tu espera, mientras te bañabas en otras camas, con otras mujeres… me he preguntado muchas veces eso, ¿Por qué?

Pero algo hace que sus rostro cálido, sonrojado se quede pálido mirándolo, sintiendo que no puede ser mas manipulada que ese hombre, no puede llevarle la contraria…
-Pan no me hagas esto…-dijo con aquella voz casi sublime, de suplica, sabía que este hombre la llevaría lejos de Khárôn y eso no lo quería, ella quería estar con el vagonero, tocar el violín y verle tomar su vaso de ron, no quería ver a Pan, fumar su pipa sentado en una ventana en ese sillón mullido con su copa de vino-.

Suspiró sintiendo el dominio del hombre y apenas podía articular palabras…
-No puede ser… Pan… no me hagas esto… -se sentía terrible- Sabes bien que di la vida por ti, te idealicé, pero ahora todo es diferente, tu estás muerto y no me puedes dar más de lo que eres… solo un espectro…

por **El señor del sombrero** Vie Jul 09, 2010 3:02 am

La mirada del señor del sombrero baja hasta la mano tensa de la mujer implorante, sonrie sintiendo una leve victoria sobre la voluntad quebrada de Eve. Su mano nuevamente se atreve a acariciarle la mejilla -Es lo mejor Eve...para tí, para mí...incluso para él...- dice con una voz suave, casi surrante. Se queda viendole fijamente, es verdad que él no fue tan fiel pero él la ama y éso no cambia, no importa cuantas camas pasen en su vida...eso no cambia el hecho de que la ama, a su manera pero es amor -Éso ya no importa Eve, tú eres mi esposa...mi mujer y de nadie más, con lo que haz hecho ya estamos a mano, ¿no?- comenta refiriendose a los amorios con el asqueroso vagonero. -Vamos a casa, te espera ropajes magnificos, joyas y todo lo que deseas, podremos engendrar el bebe que tanto quieres...- las palabras salen dulces y convincentes de sus labios seductores.

De pronto sus ojos obtinen un color oscuro, le duele oir que sólo lo vea como un espectro...él es MÁS que un fantasma y ésto está a punto de demostrarselo. La toma con fuerza y la pega a él, haciendole sentir la frialdad de su piel pálida -No me hagas hacerlo de ésta manera Azul...Sabes que por las buenas soy miel pero por las malas puedo ser hiel...- la voz se escucha con ira y con recelo, él ya no tiene paciencia. -Hazlo de buena gana y perdonaré la vida de ése bueno para nada, déjame ser benevolente...hazle un favor Eve y alejate de él o lo va a lamentar...- le ve furioso.

por **Azul** Vie Jul 09, 2010 3:43 am

Eve estaba callada solo observando aquellos crueles ojos color avellana, tanto que los amó, y ahora le decían todas esas cosas. Su piel desprende chispas cuando esta es tocada por el hombre. Sus labios rosas dibujan una línea recta y su respiración es un poco intranquila. Ella sabía que había hecho ese juramento y lo rompió cuando tocó la cama de otro hombre, se sintió la peor mujer del mundo, pero para Eve, el había muerto en el vagón y decidió hacer una nueva vida, sola.
-No sé qué decirte Pan… -dentro del cuerpo de Eve corría la ira, porque no podía detenerse, porque quería hacer lo que el le pedía aunque fuera en contra de su voluntad, siente sus manos sobre sus hombros y está junto a el escuchando el vacío de su pecho y una lagrima azul corre por su pálida mejilla. Sus manos tiemblan sintiendo el patetismo correr por su cuerpo- Lo siento Pan…-dijo en sollozos esperando que no se metiera con el vagonero, puesto que había encendido una flama intensa desde hace varios días la cual no apagaría tan rápido- Haré lo que me pides querido Demian…-Subió sus manos para pasarlas por su elegante cuello y apoyar su cabeza con un dolor que le mataba por dentro-.

por **El señor del sombrero** Vie Jul 09, 2010 4:03 am

El señor del buen vestir le contesta de tajo diciendo -No digas nada y ven conmigo...es tu deber Eve Wickham...- dice con voz hosca y con una mirada triunfante, ahora la tiene donde quería, sumisa como siempre... La lágrima azul se impregna sobre su fino ropaje, su mano fría recorre sus mejillas sintiendo la eléctricidad de su piel pero no le importa, no puede hacerle daño...está muerto. Se estremece al escucharle y más al sentir sus suaves manos recorriendo su cuello, la alza con suavidad y busca sus labios, ésos labios blasfemos y ahora sucios por el sabor a ron de un sucio vagonero.

La aferra de las caderas y la besa mostrandole que la pasión que sintió alguna vez por ella aún sigue...pero ahora en forma de rabia, de orgullo roto y ganas de dominarle nuevamente. Él está consciente de que ya no lo ama pero éso no es un problema, él es dueño y señor de la centella y NADA ni NADIE...mucho menos un simple maquinista podrá llevarsela lejos, el sombrerero piensa: "Ganaste un par de batallas...Khárôn pero no la guerra...ésa guerra es MIA"...

por **Azul** Vie Jul 09, 2010 4:25 am

Asintió aparentemente de buena manera, pero no era así, estaba por dentro que se moría, no quería ir, sin embargo sus piernas no se detenían, la bicicleta cayó al piso junto con todos sus sueños, sin dejar por un segundo a Kaos. Sus labios a pesar de ser fríos le queman, le causa repugnancia y otra lágrima brota de esos melancólicos ojos. Siente la pasión de Pan, pero ella no puede responderle de la misma manera, no es lo mismo, ya no, intenta ser lo más actoral posible, pero no logra hacerlo tan bien como quisiera, no puede, no lo desea, no siente nada ya por el. Se separa de el empujándolo levemente…
-Es suficiente -dijo apenas recuperando el aliento, no quiere mirarle a los ojos, siente rabia, pero porque ella no es capaz de contradecirle, no es capaz de afrontar aquella manipulación que este hace sobre ella- Vámonos si no quieres que me arrepienta…

Esto no lo hacía por ella, lo hacía por aquel hombre que le ayudó en el bosque cuando ella tenía esa terrible fiebre, prometió que lo cuidaría, y temió que Pan, conociéndolo, sabía que algo tenía entre manos, el podría ser gentil y buen hombre, pero cuando se proponía destruir a alguien lo lograba.

por **El señor del sombrero** Vie Jul 09, 2010 5:12 am

El señor del sombrero se separa a la fuerza de Eve, le ve fijamente recriminandole ése beso desganado por parte de ella, él la conoce bien ...ella no es así, sólo una cosa puede deducir de éso: ella ya no lo ama. Sonrie gozando su triunfo, hace unas señas en la oscuridad y escucha el sonido de un motor prenderse. Cerca de ahí un auto avanza hacia ellos, un carro bastante antigüo y funebre decorando la tétrica escena. Un personaje casi salido de las películas de terror conduce el auto hasta estacionarlo frente a ellos.

El señor del sombrero le guia lentamente hacia el carro, empujandole con suavidad y déja que el cuervo baje para abrirles la puerta. Le invita amablemente a entrar y sube trás ella sin dejar de sonreir, le guiñe el ojo al hombre córvido y antes de entrar le dice casi entre susurros -Házle saber que no volverá...y que NO se acerque a mis dominios o el roble lo sabrá...- entra de lleno al carro y escucha el cerrar de la puerta. El cuervo entra y prende el motor del auto para irse lejos del lugar, dejando en el frío callejón la bicicleta tirada y el suculento postre que había preparado la desdichada mujer.

FIN

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